040. OTROS SERVICIOS

OTROS SERVICIOS

A lo largo de los años ha habido diferentes funcionarios, vamos a hablar de algunos:

-Alguacil. Hasta hace unos años se nombraba un alguacil, que también hacía de pregonero, y cobraba poco dinero. En 1907 cobraba noventa pesetas anuales, y en 1924 cobraba por cada bando una peseta. Para pregonar usaba una especie de cornetín y lo hacía sonar y a continuación gritaba diciendo el pregón, y esto lo iba repitiendo varias veces mientras daba la vuelta al pueblo.

-Recaudadores de impuestos. Desde 1840 hasta 1920 aproximadamente, una vez desaparecido el sistema de los señoríos, había un peculiar sistema de recaudación, que consistía, básicamente, en que el ayuntamiento hacía sus presupuestos de lo que conseguiría con los impuestos, y para obtener ese dinero, en vez de acudir a la petición de impuestos a los vecinos del pueblo, hacía una subasta para conseguir que alguien, un arrendatario, pagara el presupuesto al ayuntamiento, y este arrendatario se tenía que encargar de recaudar los impuestos a los vecinos por unas especies u otras. Se pagaba por las casas, los campos, los frutos, el ganado y todo lo que compraban y pedían. Las subastas se hacían la tarde del día de Navidad. Normalmente para este cargo se nombraba a un vecino de Famorca, pero otras veces no quería ser nadie, y lo desempeñaba alguno de otro pueblo (por ejemplo, en 1899 era uno de Alcoletja). El sistema de los arrendatarios era muy lesivo para el vecino ya que, como el arrendatario tenía que tener beneficio en este negocio, con frecuencia se estaba a merced de lo que el arrendatario quisiera cobrar. Después de 1920, y hasta la Guerra, aproximadamente, el recaudador de impuestos se limitaba a ser el encargado de pesos y medidas.

-Secretario. Para este cargo se nombraba a algún hombre del pueblo que supiera escribir. Es el que llevaba los asuntos burocráticos del ayuntamiento. Además, llevaba todos los trámites de los vecinos. El ayuntamiento le pagaba un sueldo.

-Juez de paz. Se nombraba entre los hombres del pueblo y era un cargo no remunerado. Los juicios que veía el juez de paz eran de poca importancia. A principios de siglo, eran juicios por infracción de la ley de caza, por pastoreo abusivo, por el robo de algún carnero, por no pagar algún mulo que se había comprado, por desavenencias en la compra de una tierra, por desahucio, por amenazas con navaja, por jugar al monte, por intrusismo profesional médico, etc.

-Guardas. Debido a que se robaba mucha fruta y hortalizas, y para controlar la caza fuera de tiempo y los problemas que pudiera haber con el ganado, el ayuntamiento nombraba uno o varios guardas. A pesar de los guardas, muchos propietarios iban a sus bancales a vigilar sus frutas y hortalizas. Los guardas permanecían poco tiempo en el cargo pues estaban mal pagados y se tenían que enfrentar constantemente con los vecinos. Se nombraron desde 1869 hasta los años veinte. Las multas que imponían eran importantes, y los motivos eran variados: entrar el ganado en tierra ajena, por atravesar las tierras, por robar ciruelas, melocotones, almendras o uva, por llevar el perro sin bozal, por entrar a hacer leña en tierra de otros, etc.

-Somatén armado. Desde los años cuarenta hasta finales de los años cincuenta se crearon en los pueblos una especie de milicias armadas locales, a la que, en el caso de Famorca, pertenecían unos diez vecinos. Estos vecinos no cobraban nada, pero tenían derecho a tener escopeta. No tuvieron ninguna intervención mientras existieron.

-Agentes del ayuntamiento en la capital. Un hombre, generalmente natural del pueblo y residente en Alicante, se encargaba de resolver con celeridad los asuntos del ayuntamiento en Alicante. Este cargo existía a principios del siglo XX.

-Prestación personal. En el siglo XIX, cada hombre adulto debía dedicar obligatoriamente cuatro días de trabajo gratuito al ayuntamiento durante cada año. Se dedicaban a arreglar los caminos principalmente y la prestación se hacía entre los meses de marzo y octubre.

-Recogida de basuras. Hasta el año 1975 no se recogía la basura por las casas, y hasta esa época lo normal era tirarlas en alguno de los barrancos de cerca del pueblo.

MAESTROS

Hasta 1848 no hubo ningún tipo de escuela en el pueblo. Hasta entonces, los pocos que aprendían algo era porque acudían cuando podían a casa de algunos voluntariosos que, después de su trabajo, les enseñaban a leer, escribir y “las cuatro reglas”, a cambio de algún producto del campo, o por nada.

La necesidad de crear una escuela, viene reflejada en el acta del ayuntamiento del 16 de diciembre de 1847, donde se escribía: “Presente el Sr. Comisionado, se echa lectura de la orden del M.I. Sr. Jefe Supremo político de la provincia de 26 de noviembre próximo pasado, como igualmente el reglamento de 23 de septiembre último, e invitados por dicho comisionado a que, o bien organizaren una escuela de niños y otra de niñas en el pueblo, o bien agregarse al pueblo de Cuatretondeta que tiene escuela establecida, o establecer ambas escuelas entre este pueblo y el de Facheca. Enterados de todo dijeron: Que de ningún modo les era dable agregarse a pueblo alguno por los inconvenientes que diariamente podrían ocurrir, y que así acordaron unánimes establecer en el pueblo una escuela de niños y otra de niñas, y, al efecto, para desempeñar interinamente el cargo de maestro de niños nombran a D. José Vidal Vercher, con la dotación de 500 reales anuales y a Clara Masanet con la de 300 reales para la de niñas. Aseguida, amparecidos dicho maestro y maestra, aceptaron el encargo que se les ha conferido con lo que quedó concluida el acta..”.

En 1855, “reunidos el Ayuntamiento, la comisión local y el Sr. Visitador de Escuelas, acordaron: que en vez de las seis horas que debe, según el reglamento, estar abierta la escuela de niños, lo esté sólamente cuatro, atendido la escasísima concurrencia que hay por ser pueblo esencialmente agrícola; y en lugar de las dos horas que se suprimen de día, la tendrán de noche, y en ellas podrán acudir los niños mayores y vecinos honrados que a juicio del señor alcalde y con presencia de un individuo, en cuyo cargo turnarán éstos, deseen adquirir conocimiento en lectura y escritura elemental. Que el maestro Pascual Masanet queda obligado a desempeñar el magisterio en ella forma por la cantidad de seiscientos reales que tiene asignados anualmente”.

Los niños que acudían a la escuela eran poquísimos, en 1862, en el Interrogatorio que le remiten al ayuntamiento, se contesta a la pregunta de “niños que van a la escuela” respondiendo: “de tres a cuatro niños y de cuatro a seis niñas”, es decir que iban a la escuela uno de cada seis niños en edad de hacerlo, ya que había 62 niños entre 5 y 15 años. Los padres no llevaban a los niños a la escuela porque los empleaban para cuidar el ganado o para trabajar en el campo, o en la casa en el caso de las niñas, pero también era porque había que pagarle al maestro, ya que con lo que le pagaba el ayuntamiento apenas podía subsistir.

En 1869 se solicitó casa para el maestro y poco después se habilitó una junto a la escuela. Hasta finales del siglo XIX había escuela de niños y escuela de niñas y, por tanto, había maestra y maestro, pero luego se quedó sólo la maestra. En 1922 se solicitó que hubiera maestro en vez de maestra. La petición no fue aceptada y prácticamente durante todo el siglo XX ha habido maestra y la escuela ha sido unitaria (niños y niñas juntos).

A principios del siglo XX y hasta los años veinte hubo una maestra que se llamaba Dª Micaela, que era natural de Famorca. Ésta fue la primera persona del pueblo que estudió. Anteriormente a ella, a veces, había desempeñado el papel de maestro alguien del pueblo, pero eventualmente y sin que tuviera estudios para ello.

ESCUELA

Aunque se comenzaron a dar clases en 1848, hasta el año 1869 no se habilitó un espacio en el horno como escuela. Después se construyó la escuela frente al actual ayuntamiento, en lo que ahora es la plaza. En la planta baja y el primer piso estaba la casa de la maestra y en la planta de arriba estaba la escuela. La escuela tenía bancos corridos para cuatro o cinco alumnos, y posteriormente se pusieron pupitres de dos alumnos. La asistencia a las clases siempre fue muy irregular. Como curiosidad, cuentan que en los fríos días de invierno de los años treinta y cuarenta los niños acudían a la escuela con “ricuelas”, que eran una especie de braseros rectangulares que tenían asas.

La escuela ocupaba parte de lo que es la plaza, y detrás de ella estaba la almazara. Ambos edificios se tiraron a la vez, en los años sesenta, y la escuela se trasladó a la planta de arriba del edificio del Ayuntamiento, y las oficinas del ayuntamiento se pusieron en la planta de abajo. Mientras se hacía el traslado de la escuela de un sitio a otro, las clases se daban en casa de José Masanet (frente a Casa Pura). Cuando tiraron la escuela hubo polémica en el pueblo, sobre la conveniencia o no de tirarla. El solar donde estaba la escuela se aprovechó para crear la plaza del ayuntamiento. En los años sesenta se hizo casa para la maestra donde estaba la era de Baix. La escuela se cerró a finales de los años setenta.

Ahora, los pocos niños que hay, van a la escuela de Benilloba, y se desplazan allí en un autobús escolar que recorre todos los pueblos de alrededor.

Antiguamente hubo bastantes analfabetos, igual que en toda la zona. Según los datos recogidos en los censos:

-En 1877 sabían leer y escribir 6 varones y 3 mujeres.

-En 1887 sabían leer y escribir 11 varones y 7 mujeres, y sólo leer 5 varones y 2 mujeres.

-En 1913 sabían leer y escribir 10 varones y 13 mujeres, y sólo leer 2 varones y 5 mujeres.

-En 1920 sabían leer 24 varones y 34 mujeres.

-En 1924 sólo sabían leer y escribir 88.

-En 1930 sabían leer y escribir 160.

-En 1935 sabían leer y escribir 136.

-En 1945 sabían leer y escribir 174.

MÉDICOS

El médico, normalmente era el de Fageca, y acudía cuando se le llamaba, no pasaba consulta. Años más tarde, sí pasaba consulta. En la segunda mitad del siglo XX, con las sucesivas reorganizaciones, a veces era el de Fageca, a veces el de Castell de Castells, y otras el de Balones o el de Quatretondeta.

En el interrogatorio que le hicieron al ayuntamiento en 1862, éste decía: “Médicos: ninguno, pero visita el que reside en Facheca. Veterinarios: Ninguno, pero visita el que reside en Balones.”

En el siglo XIX al médico se le conocía por cirujano. Muy pocos querían ser médicos de Famorca, ya que eso les suponía desplazamientos y no podían cobrar mucho dinero, pues la gente era pobre, y, además, estaban obligados a asistir a los muy pobres gratuitamente.

El médico les cobraba a los vecinos no pobres un precio estipulado. El médico también estaba obligado a acudir al reconocimiento médico de los mozos que iban a ser reclutados, por lo que cobraba del ayuntamiento. Cada muy poco tiempo quedaba la plaza vacante.

Reproduzco el acta de nombramiento del Médico Cirujano titular en 1875:
“El objeto de la sesión es para hacer el nombramiento del médico cirujano titular, para la asistencia de pobres enfermos y demás necesidades de la población y, enterados que han sido de lo expuesto por el Señor Presidente, por unanimidad, han acordado nombrar a D. Juan Bautista Martí Pons, residente en el pueblo de Benimasot, y estando éste presente, han convenido estipular las condiciones siguientes:1) El expresado D: Juan Bautista Martí Pons percibirá de los fondos municipales setenta y cinco pesetas cada año. 2) El indicado Martí, viene obligado a servir a los vecinos de gratis en dichas facultades siempre que sea necesario, y a las familias pobres (…). 3) El ayuntamiento viene obligado a entregarle a D. Ceferino Martí Martí (hijo del médico) doce cahíces de trigo, a la obligación de reformar el reparto cada año por dicho Ayuntamiento y para la recaudación le acompañarán al Martí dos individuos del Ayuntamiento, y casa suficiente gratis”

Al año siguiente, en 1876, destituyen a dicho médico “por las faltas cometidas en este pueblo”, y nombraron a D. Vicente Bou Sala, de Quatretondeta. Aparte de las faltas, aducen que no pueden pagarle los doce cahíces de trigo y las setenta y cinco pesetas anuales “en razón haberse marchado muchas personas a Argelia Francesa a buscar trabajo”. En 1877, volvieron a cambiar de médico, y se nombró a D. Joaquín Sancho Seguí, de Fageca. Al año siguiente, en 1878 se nombró al médico de Quatretondeta, pagándole únicamente 37,5 pesetas anuales.

Fueron cambiando los médicos frecuentemente. En 1899 se nombra a otro médico “con la obligación de asistir a unas diez familias pobres, según lista que al efecto se formará por el ayuntamiento, quedando éste en libertad de celebrar contratos con los demás vecinos pudientes de la población, sin que estos contratos o igualas puedan exceder en la cantidad de dos pesetas o media barchilla de trigo por cada vecino.”

Siguieron cambiando de médico con mucha frecuencia, y vemos que en 1914 cesan al médico de Gorga “por residir cerca de tres horas de esta localidad y los caminos son muy intransitables (..) y además presta un servicio muy irregular.”

Años más tarde, en 1919 se contrató a otro “con la obligación de practicar una visita semanal a los vecinos de este pueblo, aparte de las visitas de carácter oficial que puedan presentarse.”

En 1924, la Inspección Provincial de Sanidad ordena que no se anuncie la plaza de farmacéutico, encargando de este servicio al farmacéutico de Benilloba, y que sí se anuncie la plaza de veterinario titular.

En 1877 pasó un hecho curioso y vemos que el médico titular de Fageca y Famorca denunció al practicante del pueblo de Famorca: “por haber producido la muerte de José Antón y Font, vecino de Famorca, al haberle hecho cinco sangrías y haber empleado las frotaciones de aguardiente en las rodillas con baños astringentes, para curarle de viruelas.” Hay que pensar que muchos vecinos no llamaban al médico titular para no tener que pagarle, ya que la economía era escasa, y por eso intentan curarse con lo que les decía el practicante o con remedios caseros.

No se pasaba consulta en un lugar fijo como ahora, sino que el médico acudía a la casa del enfermo. Como cosa curiosa, contar que hasta hace unos años, cuando alguien quería tomarse la tensión, acudía al bar de la tía Pepa donde estaba el médico, y allí mismo en el bar, les iba tomando la tensión a los pacientes. Actualmente la consulta médica está situada en los bajos del edificio del ayuntamiento. 

ENFERMEDADES MÁS FRECUENTES

Las enfermedades eran muchas, porque las condiciones higiénicas eran pésimas. Recordemos que no había agua corriente, todos comían del mismo plato, había poca ventilación en las casas, los animales estaban dentro de la casa, la gente se lavaba poco y no se cambiaba mucho de ropa, además, se hacían las necesidades fisiológicas en el “ras” y la alimentación era escasa.

Cuando había enfermos en la casa, se les bajaba a una habitación de la planta baja. Sólo en casos graves se llamaba al médico de Fageca.

Las enfermedades más temidas eran la gripe, la peste y las viruelas. Había muchos enfermos de hígado, vesícula y riñón. Otras enfermedades comunes eran insolaciones, fracturas y había muchas picaduras de serpiente.

Es curioso leer como causa de bastantes muertes, la de “caída desde un árbol”, lo que me induce a pensar que sería una forma de encubrir muertes violentas.

Madoz, en 1845, decía que en todo el valle de Seta, “debido al clima helado y frío, había muchas pulmonías, dolores de costado, catarros e inflamaciones”. Cuando habla de Castell de Castells cita como enfermedad frecuente “calenturas pulmonares” y cuando habla de Quatretondeta cita “pulmonías y dolores reumáticos”.

En 1862, cuando solicitaban datos al ayuntamiento de Famorca y le preguntaban por las enfermedades más frecuentes, se respondía: “Pulmonía y catarros. Se producen en invierno y en verano, a causa de la intensidad de frío y de calor que tienen que sufrir los naturales, del país en sus faenas agrícolas”.

Hubo muchas epidemias a lo largo de la historia: de peste, en los años 1629-1631, 1647-1652 y en 1804; de viruela, en 1773; y de cólera, en 1833-1835. Hubo una terrible epidemia de gripe en 1918, que le llamaron de “la cucaracha” y que provocó la muerte de mucha gente.

Durante esta epidemia, los vecinos quemaban romero en la calle “para purificar el aire”. Algunos vecinos, mientras duró la epidemia, se subieron a la Noguer, y cuentan que desde arriba oían las campanadas que anunciaban los entierros.

Se creía mucho en curanderos y remedios caseros, ya que había pocas medicinas y poco dinero para pagar a médicos. A principios de siglo, hubo un curandero famoso, no sólo en Famorca sino en toda la comarca, que era el tío Batiste Alacant (Batiste Femenía Antón). Vivía en la calle Salamanca, al final, subiendo a la derecha. Era de Santa Pola, y tenía ganado en Alicante, y había aprendido a curar los huesos por habérselos curado al ganado. Sólo curaba las fracturas si no había herida abierta. Llegó a ser alcalde de Famorca (de 1920 a 1922 y de 1924 a 1930), y venía gente hasta desde Alcoy para que les viera. Una vez se rompió el brazo el médico de Fageca, el que venía al pueblo, y acudió al tío Batiste para que se lo curara. Curaba tobillos, brazos y piernas, y lo hacía apretando con los dedos poniendo los huesos en su sitio, y luego les vendaba los miembros y ponía unas cañas, un emplaste hecho con clara de huevo y vendas. También quitaba el “enfit” (empacho) dando masajes en el estómago con aceite, y luego cogía al empachado por la espalda y le pegaba dos o tres tirones fuertes hacia atrás. Nunca cobraba nada por sus curaciones.

Alguna mujer del pueblo también curaba el empacho, a esto le llamaban “trencar l´enfit”, y aunque a veces lo curaban con friegas en la barriga mientras recitaban oraciones, otras veces lo hacían con un pañuelo y lo hacían como sigue: se le hacía estar al enfermo tres días en ayunas y cada uno de los tres días se le hacía la ceremonia. Usaban un pañuelo grande, y el enfermo lo sujetaba por una punta, aguantándolo con los dedos sobre la barriga, y la curandera agarraba el pañuelo por la otra punta, estirándolo de forma que midiera exactamente tres veces la distancia entre su codo y la punta de los dedos; a continuación la curandera hacía un ritual, que, aunque podía ser diferente en algunos casos, consistía en hacer la señal de la cruz tres veces y luego tres crucecitas sobre la punta del pañuelo, y con cada cruz se iba recitando una oración o un encantamiento, y luego estiraba el pañuelo (“medía”) y volvía a repetir todo lo de las cruces dos veces más, midiendo el pañuelo al final de cada una de las series; si al estirar el pañuelo la tercera vez la punta llegaba justo a la barriga donde el enfermo tenía la otra punta del pañuelo, quería decir que la persona estaba curada; si al estirar el pañuelo la tercera vez, la punta se quedaba por encima de la barriga, pareciendo que el pañuelo se hubiera hecho más corto, quería decir que el enfermo estaba todavía “enfitado”, entonces la curandera se untaba con aceite el dedo y le hacía tres crucecitas en la barriga, y le daba unas friegas.

Había otras muchas creencias y remedios caseros. Había un “remedio” casero en caso de dolor de muelas, que era ponerse una almendra siamesa (“almel.la del quixalet”) en el bolsillo izquierdo si te dolía una muela del lado izquierdo, o en el derecho si era del otro lado, y así se aliviaba el dolor.

Para cada enfermedad o dolencia había una hierba del monte que curaba la enfermedad. Apenas había medicinas, y se empleaban sangrías incluso para cosas tan nimias como rebajar la fiebre. Se usaban bastante las cataplasmas, que eran una mezcla de harina, miga de pan, arroz, salvado, hierbas y algún otro ingrediente, todo cocido, y se calentaba y se aplicaba sobre la zona dolorida. Era muy frecuente la cataplasma de salvado y mostaza. Los piojos eran muy frecuentes, y también las pulgas y los chinches.

En Famorca, en los años veinte, se dieron seis casos de lepra, incluidos una madre y dos de sus hijas. En todos los casos, se los llevaron al sanatorio de Fontilles y allí se murieron.


En toda esta zona ha habido más leprosos que en otros sitios. A mediados y finales del siglo XIX, antes de que se abriera el sanatorio de Fontilles, a los leprosos de casi toda la provincia los llevaban a unas cuevas que hay en el Barranc de Malafí, cerca de Tollos, y allí malvivían sin apenas cuidados ni alimentos. Cuentan que, antiguamente, el pueblo de Tollos era el elegido para llevar allí a los leprosos de toda la zona. El sanatorio de Fontilles se abrió en 1909.

GUARDIA CIVIL

Hacía visitas frecuentes al pueblo, y era frecuente que se quedaran a dormir en alguna casa de las de allí. Antes de 1912 Famorca dependía del puesto de Balones, en 1912 vemos que dependía del de Benimantell, pero en 1923 ya estaban dependiendo del de Quatretondeta. Cuando hace pocos años desapareció el puesto de Quatretondeta, dependió del de Cocentaina.

TIENDAS

En el ayuntamiento se conserva un documento de 1844 en el que se refiere “la subasta del arriendo de la tienda de comestibles para el próximo año”. Esto nos hace pensar que la venta de comestibles estaba regulada por el ayuntamiento y que anualmente se subastaba, asignándose la autorización al que más dinero ofreciese.

En el interrogatorio periódico del Ayuntamiento, en el año 1860 se dice: “Tiendas de abacería: dos”. Esto nos indica que ya no se subastaba la tienda de comestibles, o que se subastaban las dos.


A principios de siglo, en la Replaceta, había una tienda que era “L´Estanc”, o “la casa de la tía Pepa”, y allí vendían tabaco y muchas más cosas, y también era bar y fonda. Abajo estaba la tienda, y el bar en la planta de arriba. En el bar se jugaba a las cartas y, a veces, se hacía incluso baile. La gente jugaba en mesas redondas, y muchas veces se sentaban en sacos llenos en vez de en sillas. En el bar se bebía mucho vino y como licor, mayoritariamente el aguardiente. También se bebía alguna vez ron, coñac y absenta. Lo normal era pedir un porrón de vino y unos cacahuetes o altramuces, y con frecuencia se jugaban la consumición a las cartas. La tienda duró hasta los años sesenta, y luego ya era solamente bar y estanco, hasta los años setenta en que cerró. En los años veinte, se vendía vino en casa de Pepe y Matilde, en lo que ahora es la casa de Etelvina. El vino procedía de Muro y de Cocentaina.

La tienda duró hasta los años sesenta, y luego ya era solamente bar y estanco, hasta los años setenta en que cerró.

Cerca de la iglesia, a principios de siglo, estaba la tienda de Lola, madre de María. Esta tienda estuvo funcionando pocos años y estaba como tienda al mismo tiempo que el estanco de la tía Pepa.

Frente a la iglesia, entre los años 1954 y 1957, aproximadamente, se abrió un bar que era el más concurrido del pueblo mientras funcionó.


En los años treinta se abrió el bar del tío Torret, en la parte de arriba de la calle del Forn. También era fonda. Este bar duró hasta los años ochenta. Cuentan que con frecuencia acudían a su bar personas pobres que estaban de paso y él les ponía un plato de comida delante, sin cobrarles nada, y les decía: “ja tens prou desgràcia amb no tindre diners”.

Dos casas más arriba también había una posada que funcionó en los años treinta. También era bar, casa de comidas y tienda. Los que se alojaban allí dejaban el mulo en la cuadra y, como no era suficientemente grande, el dueño de la posada alquiló el corral de la casa de abajo para ampliar la cuadra.

Sobre 1986 abrió el bar “Casa Pura”, que duró hasta alrededores de 2010

Cuando apareció la televisión, la pusieron en los dos bares, y siempre estaban llenos de gente que acudía allí a entretenerse viendo el nuevo invento.

Antes y después de la guerra, funcionaba una carnicería junto a la Replaceta. La llevaban el tío Peret y la tía Patrocinio, y era el mismo carnicero el que mataba los animales. Después se trasladó hasta casi enfrente del bar del tío Torret, donde estuvo hasta los años sesenta.

Hasta un poco más de mediados de siglo funcionaba una carpintería en la calle del Sol. Hacía puertas, ventanas y ataúdes, pero no hacía sillas ni mesas ni otras cosas. La madera la traía con un burrito desde Alicante.

En los años sesenta había una peluquería de caballeros encima del arco de la Volta. Antiguamente venía el barbero desde otros pueblos y se solía poner en casa de Etelvina.

Después, junto al Olmo, en la Plaza, había un local donde una o dos veces por semana venía el tío Poll de Castells a cortar el pelo o a afeitar.


De otros pueblos venían muchos vendedores a vender y a comprar las más variadas cosas. Siempre eran los mismos y venían en unas condiciones penosas. Cuando llegaban se instalaban en la Replaceta, extendían los productos en el suelo y hacían pregonar su mercancía. 

MÁS COMERCIO

En el siglo XIX el comercio que había en Famorca debía de ser importante, ya que entonces existían muchas leyes municipales reguladoras de impuestos sobre el comercio.

Había mucha miseria. En el siglo XIX se vendía el trigo que se producía y el pan que se comía estaba hecho de maíz. Hasta los años cincuenta, apenas se comían huevos, porque también se vendían para poder comprar otros alimentos.

De otros pueblos venían muchos vendedores a vender y a comprar las más variadas cosas. Siempre venían los mismos. Venían en unas condiciones penosas. Cuando venían, se ponían en la Replaceta y hacían pregonar su mercancía. 

Sobre los años treinta y cuarenta el comercio ambulante que había era más o menos como sigue:

Las “espardenyas” viejas de cáñamo, las compraba el tío Eusebi, de la Vall de la Gallinera, sobre los años veinte y treinta, y a cambio les daba altramuces. También compraba espardenyas viejas un señor de La Nucía. Las espardenyas, las venía a vender un tal Prim, de Orba.

La cera la venían a comprar varios. El más famoso era el tío Vicent d´Albaida, que vivía en Polop, y la llevaba a una fábrica de velas de Albaida.

Los huevos y las pieles de los conejos, también venían a comprarlas.

Las almendras y el aceite se vendían a gente de Benigembla, de Muro y otros sitios. En los años treinta casi todas las almendras las compraba Quico Marieta de Famorca, y algunas mujeres iban a su casa a partirlas y después él vendía las almendras peladas, sin cáscara.

Las patatas las compraban en Confrides, donde se producían muchísimas.
También venían a comprar la miel, la lana, los huevos y las pieles de los conejos.

También venía un señor de La Nucía a comprar espardenyas viejas. Con frecuencia venían a comprar la cera de las abejas, para llevarlas a una fábrica de velas de Albaida. El más famoso de los que venían a comprar cera el tío Vicent d´Albaida, que vivía en Polop.

También se vendía el carbón vegetal a gente de Cocentaina.

También venían tratantes de machos con reatas de 15 ó 20 mulos o burros, y era normal que compraran, cambiaran o vendieran alguno.

Los cerditos pequeños, los traían unos tratantes de Albatera, y cada familia compraba uno.

El pescado, lo subía un señor desde Denia, y lo traía en tres cajas, encima de una bicicleta. También lo traían desde Calpe o Altea, con un burro.

El pescado salado, lo vendía un señor de Fageca, que venía con un burro.

Las telas, y algún vestido, las traía una señora (la “robera”), desde Alcoy. En los años veinte al Estanc venía a vender ropa un matrimonio de Cocentaina

Azafrán, jabón y alguna otra cosa, en los años veinte o treinta, las traía un señor de Orxeta, al que llamaban Frasquito, e iba, de pueblo en pueblo y de casa en casa, con un burrito. También compraba cosas.

También venían a vender vajilla, y a vender pasas, y venían chatarreros y fotógrafos.

Para moler el trigo, iban a Quatretondeta, y llevaban los sacos en mulos. Alguna vez iban también al molino de Benimassot. En Castell de Castells había otro molino pero no iban casi nunca allí.

Para comprar las herramientas, caballerías y algunas cosas importantes, siempre se iba a Alcoy o a Cocentaina, especialmente a la Feria de Cocentaina, para “Todos los Santos”. Esta feria era muy visitada por la gente de todos los pueblos de la comarca, y se iba de visita allí aunque no hubiera nada que comprar. La feria se celebra en Cocentaina desde 1346.

El albardero estaba en Fageca y hacía todos los aparejos de las caballerías.

El herrero estaba en Castell de Castells y a él se acudía, aunque a veces subía y ponía herraduras a las caballerías de todo el pueblo.

Las puertas las traían en mulos. Cuentan que, a finales del siglo XIX, todos los años venía un hombre y un niño con varios mulos, a vender puertas.

041. PRODUCCIÓN AGRÍCOLA HISTÓRICA

PRODUCCIÓN AGRÍCOLA HISTÓRICA

Agricultura antigua:
“Resulta sugestivo comparar el poblamiento de la comarca en los siglos XI-XII con el modelo de hábitat ibérico. La ubicación de las alquerías junto a la vega del río para el cultivo irrigado de productos hortofrutícolas (viñas. olivares e higueras) puede tener su precedente remoto en los asentamientos en llano ibéricos, documentados cada vez con mayor certeza (Llobregat et al., 1992) mientras que los cereales parecen ser los auténticos dominadores del secano. Del mismo modo, la simpleza de la tecnología empleada (pequeños azudes para las aguas superficiales o acequias subterráneas de no más de 10 m y el aprovechamiento de los segmentos fluviales) (Torró, 1990) nos lleva a pensar en un sistema similar para época ibérica, aunque siempre en una escala más reducida probablemente”. (MORATALLA JÁVEGA, Jesús – La agricultura de L´Alcoià – Comtat en la época ibérica)

La agricultura ha sido prácticamente la única fuente de ingresos del pueblo a lo largo de toda la historia. Del resultado de las cosechas dependía casi todo en la vida del pueblo.

La tierra en Famorca siempre la han cultivado los propios dueños, y no había jornaleros.

En la antigüedad ya se cultivaban cereales, vid y olivo. Más tarde se cultivaron higueras y frutales.

Por los restos ibéricos encontrados, se sabe que había: cebada, trigo, leguminosas (habas, guijas, guisantes y lentejas), viña, higueras, granados, olivos, almendros, manzanos y perales.


En tiempo de los moriscos se cultivaba: trigo, cebada, olivos, viña, higueras, moreras, almendras y pequeñas huertas.


Si pensamos que los moriscos siempre aprovechaban el agua y sus campos eran huertas que se regaban con una balsa, deduciremos que las primeras zonas que se cultivaron fueron la del Barranco del Pueblo, la de la Font de L´Olivera, la del Clot, la de les Fontetes, la de la Balsa dels Pouets, la de la Venta, la Font dels Noguerets, el Barrancó y las riberas del río. En cada una de las fuentes hay un “alcavó” o galería subterránea y una balsa. Las balsas de les Fontetes y del Barrancó tienen una estructura típica árabe.

El olivo se extendió extraordinariamente a lo largo del s. XVII.

En el s. XVII los cultivos principales de la zona eran: viña, almendras, olivas, algarrobos, moreras e higueras.

Según se desprende de la Carta Puebla (año 1611), los cultivos principales eran: cereales, vid y olivos. Cuando habla de árboles frutales cita los higos, las nueces, las ciruelas y las cerezas. En ninguna parte de la Carta Puebla nombra las almendras ni las algarrobas, por lo que hay que suponer que el cultivo de éstas no existía. También dice que era normal que entre cosecha y cosecha se quemaran los rastrojos.

La producción agrícola en 1704 y 1787, en Famorca era la siguiente:

 1704      1787
Trigo (cafissos) 1024  1650
Cebada (cafissos)  277     420
Mixtura (cafissos)  301      630
Dacsa (Maíz) (cafissos)  285      850
Vino (canters)1155 15000
Garrofes (arrobas) 62045000
Almendras (arrobas)200016000


Cavanilles, a finales del s. XVIII daba unos datos más modestos y decía que entre los seis pueblos del valle: “la suma de frutos que recogen se reduce a 450 cahices de trigo, 360 de mixturas, 100 de maíz, 16000 cántaros de vino y 1200 arrobas de aceite cuando acierta la cosecha: seda y algarroba no se conocen allí”.

Vemos que hay algunos datos que no concuerdan entre sí.

Durante la presencia morisca y hasta finales del siglo XVIII, debido a la poca población que había, sólo se cultivaba la parte baja de Serrella. La extensión de los bancales hacia la parte alta de las montañas se fue haciendo conforme aumentaba la población ya que cuanta más necesidad de alimento había más terreno había que cultivar y alcanzó su máximo a mediados del siglo XIX. 

A finales del siglo XVIII “en los terrenos más altos se cultivaban viñas, y algo más abajo los olivos almendros y las higueras. En las faldas, algarrobos, alternando con trigo y otros cereales”.

Cavanilles escribía: “Los que reemplazaron a los moriscos y las generaciones que han ido siguiendo, especialmente en el siglo actual, han extendido el cultivo a eriales y montes, aprovechando las aguas de arroyos y fuentes, y descubierto otras ocultas”.

Durante el s. XIX en el valle se cultivaba: trigo, maíz, vino, aceite, higos y almendras.

Cultivos del siglo XIX citados por Madoz, en 1843. (Ojo, en Tollos no se citó la producción) (En Capaimona decía trigo, vino y cebada). Hablando del Valle de Seta dice: 450 cahices de trigo, 360 de misturas, 100 de maíz, 16.000 cántaros de vino y 1200 arrobas de aceite.

Madoz hablando de Famorca, decía: “El terreno es áspero, aunque no enteramente estéril, pues se crían en él viñedos, buenos sembrados y algunos olivos”. La producción era: trigo, escanda (trigo de paja corta), vino, aceite y legumbres. De Serrella decía: “está cultivada hasta sus dos tercios de altura y se halla cubierto de viñedos, sembrados y algunos olivos”

FamorcaFa
geca
TollosQuatre
tondeta
Beni
massot
BalonesVall
de Seta
Trigoxxxxxx
Cebadaxx
Avena
Maízxxxxx
Mixturasxx
Legumbresxxxx
Lentejasx
Habichuelasx
Habasx
Almortasx
Hortalizasxx
Olivas/Aceixxxxxx
Frutalesx
Vidxxxxx

En 1849, en la Memoria provincia de Roca de Togores, dice que en Famorca se obtenían los siguientes productos agrícolas: Trigo, mixturas, maíz, legumbres, aceite y vino


CULTIVOS DEL SIGLO XIX, Citados en 1860

Famorca
Trigo360 fanegas (30 Ha)
Cebada600 fanegas (50 Ha)
Avena   8 fanegas (0,7 Ha)
Maíz134 fanegas (11 Ha)
Lentejas 30 fanegas (2,5 Ha)
Garbanzos 25 fanegas (2 Ha)
Habas 25 fanegas (2 Ha)
Olivas/Aceite 100 arrobas
Almendras 10 fanegas (0,8 Ha)
Nuez   6 fanegas (0,5 Ha)
Vid1000 cántaros

En los datos anteriores (1704, 1787, 1794 y 1860) vemos contradicciones, pero debemos usarlos para comparar los porcentajes de producción de los diversos productos. Cuando se nombra “mixturas” quiere decir “cereales diversos”.

Cultivos del siglo XIX, citados por el propio ayuntamiento en el interrogatorio de 1862.

En 1862, en el Interrogatorio que le remiten al ayuntamiento, se contesta que hay una superficie cultivable en secano de 1180 hanegas y tres cuartos. En frutos que se cosechan principalmente señala: “almendras e higos y en poca cantidad”, “productos principales: trigo, cebada, maíz, lentejas, vino y aceite”.

Observemos que en el cuadro de 1860, sin contar la vid ni el olivo, la superficie cultivada es de 1198 fanegas. Si consideramos que una fanega equivale a 831 metros cuadrados, tenemos 99,5 Has. Si tenemos en cuenta los datos del interrogatorio de 1862, que es más fiable, haciendo la equivalencia obtenemos unos datos de superficie total cultivable de 98,12 Has., que sería el 10% de la superficie total del término, que parece un poco escasa.

Si juntamos los datos de 1860, en que no teníamos datos de superficie cultivada con olivos y vid, y los datos de 1885 y 1887, tendríamos una superficie total cultivada de 228 Ha.

Otro dato a tener en cuenta es que Pascual Orozco Sánchez, en 1878, en el Libro “Manual Geográfico Estadístico de la Provincia de Alicante”, hablando de Famorca dice que “el término comprende 142 hectáreas de tierra campa, que a pesar de ser áspera, debido al celo de sus moradores, produce trigo, aceite, legumbres y vino”

CULTIVOS DEL SIGLO XIX. Citados por Pascual Orozco en 1878. (“Manual Geográfico Estadístico de la Provincia de Alicante”, 1878) (Sin datos de Benimassot)

De Famorca se señalaban como cultivos: el trigo, el aceite, las legumbres y el vino.

Fa
morca
Fa
geca
To
llos   
Quatre
tondeta
Beni
ma
ssot
Ba
lones   
Valle   de SetaCastell de C.
TrigoXXXXX
CebadaXXXX
MaízXXXXX
LegumbresXXXX
LentejasXX
GarbanzosX
HabichuelasX
HabasXX
AlmortasXX
HortalizasXXX
Olivas/AceiteXXXXX
AlmendrasX
FrutalesX(3)
VidXXX
LinoX
HigosX
PasasX
CáñamoX

En 1880, de 683 fincas, en 578 había cereales, en 1 cereales y olivos, en 1 cereales e higueras, en 74 viña, en 25 olivos y en 4 almendros. (Todos los almendros estaban en la zona del Pla de la Cova)

Datos de 1885 para el vino y de 1887 para el olivo y de 1884 para cereales, patatas y legumbres:

Fa
morca
Fa
geca
TollosQuatre
tond.
Beni
mass
BalonesCastell de C
Ha de viñedo  120   390  220    300 300 194 100
Hl de vino/año   230  1408  800  1100 325 500 150
Hl vino/ 5 años  1000 6600 5000  550016000 9700 800
Ha de olivo  8,74 16,29 10,89    35  24,2   25  (2)
Hl de aceite  38,45   69,3  19,6     36,9(1)   57  (2)
Hl de trigo  150  500  190     200  200  400  250
Hl de cebada  30   40   —     —- —–  600  800
Hl de maíz  20  200   40      60  100  210   80
Hl de avena  — —   —     — ——    80  —-
Hl garbanzos   8   60  —      30 ——    15  —-
Hl de habas — —-   —      10  —— —– —–
Hl de patatas  2400  720 6000  14000  ——-——-——

(1)-En Benimassot hubo una plaga y no hubo cosecha de olivas.

(2)-La cosecha de olivas de 1887 fue muy mala en Castell de Castells.


La producción de aceite no concuerda mucho con otros datos.

En 1885 tanto Fageca como Balones como Benimassot declaraban que exportaban vino a Francia, a través del puerto de Alicante. Famorca, Quatretondeta y Tollos decían que no exportaban.

En 1887 en Famorca había 60 olivos por Ha.


DATOS DE 1884 PARA EL VINO Y EL ACEITE

Fa
morca
Fa
geca
TollosQua
treton
deta
Beni
massot
Ba
lones
Cas
tell de C.
Hl de vino      200  2500———-     600    400   800   1080
Hl. de aceite      140    300   120     100    290     25    900


Vemos que los datos de 1884 no se parecen mucho a los de 1885. ¿Qué datos son los reales?

HECTÁREAS DE CULTIVO, de 1908 a 1912

FamorcaFagecaTollosQuatre
tondeta
Beni
massot
Balones
Olivos1010156030150
Almendros15
Viñedo205020010050200
Frutales55510
Cereales20
Regadío2020


-Los datos de producción referidos a 1912 se quedan muy cortos.

Figueras Pacheco (“Geografía General del Reino de Valencia”, 1915), señalaba, entre 1908 y 1912, 200 Ha cultivadas en Famorca. Este dato no concuerda con las 50 Ha del cuadro anterior, ni con los datos anteriores.

En 1909 llegó la plaga de la filoxera a la vid de esta zona.

En la Geografía General del Reino de Valencia (1915) dice que la superficie cultivada es del 30,8% y la no cultivada es del 65,2%. Eso sería unas 307 Has. cultivadas.

En 1924, según el Espasa, en Famorca se cultivaba: trigo, aceite, legumbres y vino.

En el plano que sigue, la zona marcada con color más oscuro señala las zonas no boscosas, según el plano del Instituto Cartográfico Valenciano del año 2001, que son las que estaban cultivadas hasta hace cincuenta años.

En 1959, según el Diccionario Geográfico de España había:

Una Ha de terreno de regadío, que se riega con agua de pozos y produce patatas, tomates y hortalizas.

En secano se destinan 70 Has a olivos, 130 Has a almendros, 24 Has a trigo y 1 Ha a viña.

Los índices de producción por Ha son: olivas 5 Qm., almendras 5 Qm., trigo 10 Qm., vid 15 Qm.

Según la Gran Enciclopedia de la Región Valenciana (1973): “En Famorca, la superficie cultivada es del 40,8%, la no cultivada es del 55,2% y la improductiva es del 4%. En la superficie no cultivada hay pinares y monte bajo (romero, angilaga y salvia)”. Esto equivaldría a unas 400 Has. cultivadas, lo que parece un poco exagerado.

Según la GERV (1973): “Los cultivos son fundamentalmente de secano; almendro 130 Ha., olivo 70 Ha., cereal 24 Ha. y regadío 1 Ha. dedicada al cultivo propio. También hay cerezo y manzano. El cereal, en la actualidad no se produce”. Y continúa diciendo: “El número de explotaciones agrarias es de 73, de las cuales 47 son menores de 5 Ha. La casi totalidad de las tierras están cultivadas por sus propietarios directamente”.

Según la Gran Enciclopedia Catalana (1974):
“Los cultivos ocupan 270 Ha. de secano. El 73% del término está ocupado por pinos y matorral. Los cultivos son: 50% de cereales, 25% de almendros, 20% de olivos y viña”. Señala también que la ganadería tiene cierta importancia.

HECTÁREAS DE CULTIVO : (Debe de ser años ochenta o noventa.)

FamorcaFagecaTollosQuatre
tondeta
Beni massotBa
lones
Castell de C.
Total302 Ha618
Almend1701497717580305208
Olivas13124887496236272172
Viña    12113
Algarr61
Regadí44
Otros143319922

De almendros, en Famorca, en 1981 había 169 Has. y en 1991, 175 Has.
De olivos, tanto en 1981, como en 1991, 125 Has.
De cerezo, en 1991, 0,5 Has.
De vid, en 1981 y 1991, 1 Ha.

En 1982, la distribución de la tierra era la siguiente: superficie total 973 Ha, 209 Ha de cultivo, 171 Ha de forestal y 593 Ha de otras.

De las 209, 14 Ha son de frutales y el resto labradas.

En 1986 decían que había 302 Ha de cultivo, 176 de frutales (almendro), 125 de olivo y 1 Ha de vid.

En 1991, la distribución de la tierra era la siguiente: superficie total 997 Ha, 302 Ha de cultivo, 659 Ha de forestal y 36 Ha de otras.

También de 1991, pero en otra estadística dicen que la distribución de la tierra era la siguiente: superficie total de explotaciones 818 Has, 169 Has de cultivo, 14 Has para pastos y 213 Has de forestal.

HECTÁREAS DE CULTIVO. Año 1993:

FamorcaFagecaTollosQuatre
tondeta
Beni
massot
Balones
Total302 (3)406217709 (2)380602 (1)
Almendros1751497717585330
Olivos125247110476164232


(1) La superficie cultivada ha pasado de 322 gracias a la expansión del almendro, que ha pasado de 56 a 330 y de la olivera que ha pasado de 130 a 232.

(2) El almendro ha pasado de 188 Ha en 1980 a 175 en 1993. El olivo ha pasado de 240 Ha en 1960 a 476 en 1993.

(3) La diferencia de 302 a 300 es porque hay una hectárea de vid y otra de huerta.

CONCLUSIONES SOBRE LOS DATOS ANTERIORES:

-Hay que considerar los grandes aumentos de población, ya que durante el siglo XVIII se cuadruplicó y durante el siglo XIX, se dobló.

-Los datos, en general, hay que mirarlos con prevención. Vemos que hay datos contradictorios, los datos de 1704 y 1787 tal vez están equivocados. Por otra parte, las medidas empleadas, a veces son confusas (fanega es medida de superficie y de capacidad).

-Los datos de la Gran Enciclopedia Catalana referidos a los cultivos no parecen reales.

El Censo agrario de 1982 decía que había 65 explotaciones agrarias, con 546 parcelas en total. De las 65 explotaciones, 38 son menores de 1 Ha, 21 de 5 a 10 Has y 4 de 10 a 20 Has. De estas 65, la superficie agraria utilizada son 63 explotaciones y con las siguientes extensiones: 48 de menos de 5 Ha y 15 de más de 5 Has.

En 1982 en el Censo agrario decían que había 2 tractores y 27 motocultores.

En 1989, 2 tractores y 21 motocultores.

Nunca han existido cooperativas de agricultores en el pueblo. En los años cuarenta se creó la Hermandad de Agricultores que, aunque era de afiliación obligatoria, sirvió para canalizar ayudas diversas a la agricultura. Las ayudas económicas y bonificaciones, especialmente las provenientes de la Unión Europea para el cultivo del almendro y del olivo, han sido decisivas para que todavía se mantengan estos cultivos. A pesar de todo, con los precios actuales de la almendra y de la oliva, sólo pensando que hay un especial amor y apego a la tierra, se entiende que se siga trabajando tanto con tan poca rentabilidad.

NÚMERO DE PARCELAS:

En 1861 había 74 propietarios de fincas rústicas.

Según datos municipales: En 1880, había 97 propietarios de fincas rústicas (de los que 84 eran de Famorca, 7 de Fageca, 1 de Castell de Castells, 1 del Abdet, 1 de Pedreguer, 1 de Alicante y 2 de Argel). El número de fincas era de 683, de las que en 578 se cultivaban cereales, e 1 cereales y olivos, en otra cereales e higueras, en 74 viña (para vino y uva moscatel), en 25 olivos y sólo en 4 almendros (curiosamente las 4 estaban en la partida del Pla de la Cova).

En 1899, había 112 propietarios y el número de fincas había subido a 760.


En el Censo agrario de 1982 se citaban 65 explotaciones agrarias, con 546 parcelas en total. De las 65 explotaciones, 38 son menores de 1 Ha, 21 de 5 a 10 Has y 4 de 10 a 20 Has. De estas 65, la superficie agraria utilizada son 63 explotaciones y con las siguientes extensiones: 48 de menos de 5 Ha y 15 de más de 5 Has.

CONCLUSIONES:


-Hay que considerar los grandes aumentos de población, ya que durante el siglo XVIII se cuadruplicó y durante el siglo XIX, se dobló.

-Los datos, en general, hay que mirarlos con prevención. Vemos que hay datos contradictorios, los datos de 1704 y 1787 tal vez están equivocados. Por otra parte, las medidas empleadas, a veces son confusas.

-Observemos que el número máximo de fincas coincide con el final del siglo XIX que es cuando más población hay y cuando más habitantes emigran.

-Observemos, también, que en 1880 el 85% de las fincas se dedican a cereales y el resto eran viñas y olivos y casi no había almendros. Luego, hasta 1910, aumentó la superficie dedicada a viñedo. Después según iban desapareciendo los viñedos fue aumentando la superficie destinada a olivos. Hasta la expansión de las fábricas de turrón de Jijona, sobre los años treinta, nunca había habido mucha producción de almendras. Ahora el 60% de las fincas son almendros, el 40% de olivos, hay algún frutal y algunas hortalizas y apenas hay viñas. No hay cultivo de cereales.

En 1861 había 74 propietarios de fincas rústicas.

DISTRIBUCIÓN DE LA PROPIEDAD

En 1880, de 97 propietarios y 683 fincas: 10 tenían 1 y 6 tenían 2. Había 77 propietarios que tenían menos de 10 parcelas y 20 que tenían 10 o más. 1 tenía 20, 2 tenían 21, 1 tenía 24 y 1 tenía 27

En 1899, de 111 contribuyentes y 760 fincas: 14 tenían 1, 12 tenían 2……

Había 91 propietarios que tenían menos de 10 parcelas y 21 que tenían 10 o más. 2 tenían 21, 2 tenían 24, 1 tenía 34 y 1 tenía 35

ANTIGUOS PRECIOS AGRÍCOLAS

Precios en reales de vellónAño 1799Año 1840
Cántaro de vino5,56
Arroba de aceite47,544,5
Arroba de algarroba4,55
Arroba de almendra4770
Cahíz de maíz14787
Arroba de higos106,5
Cahíz de trigo243135
Cahíz de cebada14760
Arroba de uva75
Arroba de legumbres44,548
Cahíz de avena9553
Arroba de miel4545

Vemos que el vino era muy barato y que el precio de los cereales bajó en picado.

En 1881, en un interrogatorio preguntaban: “¿Qué capital de explotación se requiere por Hectárea, tahulla, hanegada o jornal para cada cultivo?”. Y el ayuntamiento respondía: “15 pesetas para la hanegada de cereal, 8 pesetas para la de olivar, 6 para la de almendro, 12 para la de vino y 24 para la de moscatel”. Esto nos sirve para comparar el esfuerzo económico necesario para unos cultivos u otros.

MEDIDAS ANTIGUAS DE SUPERFICIE

Una jovada = 6 jornales = 9973 m2 (dato que no coincide con los que continúan)Una jovada es el terreno que pueden arar dos animales durante un día.Otros datos dicen: una jovada = 6 cafissadas =36 fanegas =3 Ha.= 30.000 m2Un jornal o cahizada = 6 hanegas =4987 m2Una hanega, fanega o fanecada = 831 m2Una fanega = 6 tafullesUna tafulla = 4 quarts = 0´12 Ha.


(En la Memoria de 1849, de Roca de Togores:
-el jornal se divide en 4 tahullas (de 4260 a 4432 m2)
-la tahulla se divide en 8 ochavs (de 1065 a 1108 m2)
-la ochava se divide en 32 brazas
-la braza tiene de 81 a 95 palmos valencianos cuadrados

En Famorca lo usado siempre ha sido: un día de labrar, 4 fanecadas.
En un documento del ayuntamiento de 1871 se lee “128 Hectáreas 15 áreas 56 centiáreas equivalentes a 199 fanegas y un cuartillo, o sean, 257 jornales”, lo cual me desconcierta todavía más, ya que aunque me confirma que un jornal son 4987 m2, la fanega sale a 6457 m2 en vez de 831 m2 que es a lo que equivalía.

MEDIDAS ANTIGUAS DE CAPACIDAD

Un cafisso o cahíz = 12 barchillas o barcellas = 201 litros ó 179 l. ó 199´4 l.
Una barchilla o barcella o barsella = 4 celemines o almuts = 16´75 l. ó 16´62 l. ó 20´532 l.
Un almut = 4 cuartillos = 4´19 l. ó 5´133 l.
Una fanega = 33´5 l. ó 55 l.

Para aceite exclusivamente: 
1 carga = 12 arrobas
1 arroba = 30 lliures 10´77 l. ó 11´93 l. ó 18 l.
1 lliura = 12 onzes (unzes) = 0´6 l.

En otro documento de la zona leí una equivalencia de “una arroba de aceite medía 21,6 litros”.

Para vino exclusivamente: 
1 carga = 16 cántaros
1 cántaro = 4 quarts = 11´55 l. ó 16´133 l. ó 10´24 l.
1 quart = 2 mitges

Para áridos exclusivamente: 
1 cafís = 6 fanegas = 12 barcellas = 20´78 l.
1 barcella  = 4 almuts
1 almut = 4 quarterons
1 quarterón = 2 mitges
1 mitg = 2 cuartillos
1 cuartillo = 2 ochavos

La “barcella” era como un cajón de madera con un hierro en medio, que se enrasaba con un palo para dar la medida exacta. En Famorca se usaba para el trigo y la almendra. Para almendras equivalía a unos 9 kg. de almendras.

El aceite, en Famorca, se medía con unos recipientes metálicos cilíndricos, que se llamaban “arroba, mitja arroba y quart d´arroba”, depende de la capacidad que medían. En la parte superior tenían un saliente interior, como un palito, que le llamaban “la busca”, y eso es lo que tenía que estar enrasado con el aceite para dar la medida exacta. En Famorca, una arroba de aceite eran 11 kg. y 12 litros.

El vino, en Famorca, se medía por cántaros, un cántaro equivalía a 10 litros.

MEDIDAS ANTIGUAS DE PESO

Una carga = 10 ó 12 arrobas
Un quintal = 4 arrobas
Una arroba = 36 lliures o libras = 11´5 kg ó 12´06 kg ó 12´8 kg
Una libra = 12 onzas = 355 gr. ó 335 gr. ó 553 gr.
Una onza = 4 quarts
Un cuarto o quart = 4 adarmes
Un adarme = 36 gr.

(En la Memoria de 1849, una arroba se divide en 24 libras y la libra en 18 onzas y la onza en 16 adarmes)

MEDIDAS ANTIGUAS DE LONGITUD

Una legua = 4 milles = 5572 m.
Una milla = 1000 pasos = 1609 m
Una vara = 3 peus = 0´912 m. (0,907 m. en una Memoria de 1849)
Un peu = 12 polzadas = 0´304 m.

042. AGRICULTURA

AGRICULTURA

Como apenas hay terreno llano en el término, para cultivar el terreno ha sido preciso abancalar las laderas de los montes, con todo el esfuerzo que eso supone.

Debido a la gran pendiente de las zonas abancaladas, los bancales están protegidos en su parte exterior por márgenes de piedra, con objeto de que no se desmoronen las laderas.
 
Los bancales muy estrechos, donde sólo cabe una hilera de árboles se llamaban «cúes».

En la falda de Serrella, el suelo es extraordinariamente rico en calizas y muy fértil, debido a la gran humedad que hay, por su orientación al norte.

El suelo del monte de Alfaro es muy poco húmedo y hay muy poca tierra fértil y muchas rocas.

La agricultura ha sido prácticamente la única fuente de ingresos del pueblo a lo largo de toda la historia. De cómo fueran las cosechas dependía casi todo en la vida del pueblo.


Los campos tienen una importante carga de tradición secular, el mismo campo que ahora trabajan es el que trabajaron sus abuelos y el que les gustaría que trabajaran sus nietos. Las familias que se lo podían permitir compraban cada año un nuevo bancal.

Rafael Cebrián hace un análisis de lo penoso que ha sido el trabajo agrícola en esta zona: “La desnivelada topografía de los suelos ha condicionado históricamente la roturación de tierras de labor en terrazas de ladera: campos penosamente conquistados, piedra a piedra, elevando los ribazos y acarreando la tierra, en ocasiones desde grandes distancias” (…) “Conforme la creciente demografía poblaba los montes y reclamaba más recursos de subsistencia, las tablas abancaladas escalaban en graderío las vertientes hasta donde la pendiente impedía su sustentación” (…) “No se puede menos que admirar y rendir homenaje a estos pueblos de agricultores que han hecho nuestra historia fructificando un medio tan poco generoso en sus dádivas naturales”.

Los bancales son muy estrechos debido a la gran pendiente que hay en Serrella en toda la extensión del término, y a que el pueblo está encajonado entre Serrella y Alfaro. Son los bancales más estrechos de todo el valle y donde se han cultivado los bancales a más altura.

Los márgenes de piedra, entre bancal y bancal, estaban sólidamente construidos con piedras, y, en algún caso, por el gran desnivel, tenían más de dos metros de altura. Todavía podemos ver “escaleras” hechas con piedras salientes en los márgenes, justo el espacio para poner el pie en cada piedra, y que permitían pasar de unos bancales a otros. En algunos sitios todavía podemos ver cobijos, que eran agujeros en los márgenes, parecidos a las entradas de los pozos, que servían para resguardarse en caso de lluvia. Los márgenes se los hacían los propios agricultores, pero cuando eran muy complicados se llamaba a gente especializada en hacer márgenes (“margenadores”) de otros pueblos.

Para conseguir una tierra de cultivo de más calidad en los bancales, en especial en los bancales que se hacían pegados la sierra, se quemaban aliagas y las cenizas se mezclaban con tierra. (Se llamaba «fer formiguers»).

Las tierras que eran un poco mejor que las demás se dedicaban al cultivo de «ferratge» (forraje) y se conocían por ferraginal o freginal.

En Alfaro casi no se cultivaba nada porque había mucha roca, pero encima de Alfaro había planicies en las que se cultivaba trigo.

Era muy normal que gente de Famorca tuviera tierras en Fageca y viceversa.

La gente que ayudaba a trabajar en el campo siempre era del pueblo, no venía gente de otros sitios.

Las mujeres iban al campo a recoger almendras y aceitunas, y también a entrecavar (quitar las hierbas malas del trigo).

Los mulos, fieles compañeros del agricultor durante años y años, fueron sustituidos en los años sesenta por mulas mecánicas con un pequeño remolque y más adelante por tractores pequeños, aunque siguen las mulas mecánicas.

Con el tiempo, las tierras se fueron abandonando y sólo se cultivaban las más bajas y las más productivas. Los caminos, que apenas permitían el paso de una caballería, se fueron ensanchando de forma que pudiesen pasar las mulas mecánicas, pero los bancales que quedaron lejos de los caminos anchos, se dejaron de cultivar.

Al ingresar en la Unión Europea, las subvenciones al campo también llegaron aquí, y eso ha permitido que los campos de olivos y almendros se hayan seguido cultivando, e incluso se hayan plantado nuevos árboles.

Mª Rosario Martí Marco, en 1995, elaboró una interesante tesis titulada «Estrategias de desarrollo para la zona de montaña de la Comunidad Valenciana» donde trata exhaustivamente la agricultura de la zona.

http://rua.ua.es/dspace/handle/10045/7575


http://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/7575/1/Marti-Marco-Maria-Rosario-t-1.pdf


http://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/7575/1/Marti-Marco-Maria-Rosario-t-2.pdf

En su trabajo “El turismo rural: una alternativa para el desarrollo integrado de los municipios rurales de la Montaña alicantina” (1996), Enric Matarredona escribe:

“La actividad agrícola comarcal presenta limitadas posibilidades de desarrollo debido a una serie de condicionamientos: falta de motivación y envejecimiento de la población activa agraria, parcelas de pequeño tamaño, imposibilidad de ampliar la superficie regable. Por ello, este sector tiene una importancia relativa, tanto menor cuanto más próximos se encuentren los ejes industrial y turístico que flanquean la comarca. (…)

Los problemas que hoy en día afectan a la agricultura de la montaña alicantina, como se ha indicado, vienen a ser reflejo del panorama provincial: paulatina descapitalización del sector, poca atención a la calidad de los productos, regresión de la superficie cultivada, escasa operatividad del cooperativismo, estructuras agrarias anquilosadas, envejecimiento de la población agrícola, falta de créditos «blandos» y subvenciones para la modernización de las explotaciones, son algunas de las circunstancias que justifican el escaso interés por la agricultura y el abandono que se ha producido en los últimos años de las tierras abancaladas de La Montaña”.

CEREALES

Los cereales, especialmente el trigo, antiguamente, eran lo más cultivado. Se cultivaban en las zonas amplias y llanas, entre los olivos o almendros. Esto no siempre se hacía, ya que la producción de los árboles se resentía si había algo más sembrado en el bancal.

Hasta los años cincuenta o sesenta, los almendros se colocaban en los márgenes de los bancales y, en el resto, se sembraba el trigo.

Durante los siglos XVIII y XIX, los cereales fueron el principal cultivo. Hasta el s. XVIII incluido, se cultivaba más trigo que cebada, pero, a partir del s. XIX se cultivó más cebada que trigo.

También se cultivaba escanda (trigo de paja corta) y avena en poca cantidad.

En 1860 el cultivo de cereales y legumbres era importantísimo. Dentro de estos cultivos, las proporciones eran las siguientes: 31% de trigo, 51% de cebada, 0´5% de avena, 11% de maíz, 2% de habas, 2% de garbanzos y 2´5% de lentejas.

Según el Catastro Municipal, en 1880, los cereales eran el cultivo más importante y representaba el 85% del número de bancales (578 bancales). Según los datos estadísticos de 1860-1885, eran el segundo cultivo más importante, después de la vid, y representaba el 35% de la superficie cultivada (81 Has.).

Entre 1908 y 1912, se citaban 20 Has. de cereales (el 40% de la superficie cultivada), y todavía en los años setenta, se citaban 24 Has. de cereales (el 11% de la superficie cultivada).

En septiembre u octubre se labraba la tierra, y en el mes de noviembre se sembraba. Normalmente, habría que ir dejando descansar la tierra de año en año, un año de cultivo y un año de barbecho, pero como había poca tierra muy pocas veces se tenía tierra en barbecho.

Para sembrar el trigo, iba un hombre con un arado llevado por un mulo, y hacía un solo surco a la vez. Detrás iba otro hombre con una “barcha” (o “barchol” o “barcheta”), que era parecido a un capazo de palmito, alargado y con un asa en medio, y con esto se iba echando el trigo por el surco. A la vez, se echaba el abono, si había. El surco hecho, quedaba tapado al hacer el siguiente surco. Una vez hecha la siembra, se pasaba una tabla por encima del sembrado.

En cuanto empezaba a salir el trigo, en febrero o marzo, las mujeres quitaban las malas hierbas que salían entre el trigo (escardaban o entrecavaban). Para entrecavar se ponían en hilera, e iban cavando con azaditas pequeñas, y era normal que fueran cantando mientras trabajaban. Cuando el trigo se hacía un poco más alto, se volvía a entrar en el sembrado para quitar las malas hierbas.

La siega se hacía sobre el mes de julio, y cada familia segaba lo suyo. Nunca venían segadores de fuera. Las mujeres también colaboraban en la siega. Cuando los bancales estaban muy lejos (la Noguer), se iba toda la familia, y estaban fuera una semana, o más, mientras hacían los trabajos agrícolas. Durante aquellos días, vivían en cuevas o corrales.

La siega se hacía con la “falç” o con la “corbella”, que era un poco menor, y no se protegían la mano izquierda al segar.

Las espigas se ponían en gavillas, y luego con las gavillas se hacían fajos (“garbas”) que se ataban con otras gavillas menores que se entrelazaban. Las garbas se dejaban en el bancal hasta que correspondía el turno para llevarlas a la era, y se transportaban con mulos. Al transporte de garbas se le llamaba “garbejar”.

Después de segar, se iba al campo a recoger las espigas que se habían quedado (espigolar). Normalmente esta faena la hacían las mujeres y los niños.
Luego se trillaba en las varias eras que había cerca del pueblo.

MOLINOS


Croquis de Fernando Sendra, 1996:

MAÍZ

Desde que se introdujo en la Península, aquí siempre se ha cultivado bastante. Se le conocía con el nombre de dacsa, o panís. 

Se sembraba en primavera y se recogía a fines de septiembre o en octubre.

Se cultivaba entre los olivos, y se empleaba para prepararle la comida al cerdo o para hacer la harina de maíz necesaria para algunos platos. Incluso, a veces, hace muchísimos años, el pan se hacía principalmente con harina de maíz.

Una vez peladas las panochas, se colgaban de los clavos que tenían las vigas de la casa.

Para pelar el maíz se juntaban los chicos y las chicas, y solían jugar a que al que le salía una panocha roja, tenía que ir a besar al que tenía al lado del otro sexo o a varios.

OLIVA

En la Carta Puebla de 1611 ya vemos una especial preocupación por los olivos: cada casa tenía que plantar cada año seis olivos nuevos. Siendo tan citado en varios capítulos de dicha Carta nos obliga a pensar que, era el principal cultivo junto con los cereales.

Su cultivo no aparece citado en el s. XVIII, y Cavanilles, en 1794, cita una pequeña producción en todo el valle de Ceta. Incluso Madoz, en 1843, hablando de Serrella, cita como cultivos: “viñedos, sembrados y algunos olivos”. En 1908-1912 ya figura como uno de los principales cultivos (10 Ha, el 20% de la superficie cultivada). En los años 70 llegó a ocupar una extensión del 30%, e incluso del 40% ó 50% según otras fuentes. Últimamente se han ido sustituyendo olivos por almendros.

En superficie, el cultivo del olivo es mayoritario, en los censos de 1981, 1986 y 1991, al olivo se le asignan 125 Ha de cultivo.

En 1994, con datos de la Consellería de Agricultura, se tenían censadas 99,08 Ha de olivo y 6000 olivos cultivados.

En datos de la almazara, en la cosecha de 1983-1984, se molieron 47767 kg de oliva y se obtuvieron 11971 litros de aceite.

Tanto los olivos como los almendros hay que cuidarlos mucho, hay que labrar la tierra, podar los árboles (esporgar), abonarlos y tratarlos contra las plagas. Los olivos y los almendros son cultivados en pequeños bancales escalonados, en la falda norte de Serrella y en la parte baja del valle.

Por la temperatura y pluviometría, se produce una oliva de extraordinaria calidad.

La aceituna más cultivada es la de la variedad “mançanella”, aunque hay otras variedades como la “alfafarenca”, la “blanqueta”, la “negreta” y el “grossal”.

La poda se hace en enero o en febrero y se corta mucha madera, dejando que el aire corra entre las ramas grandes. A finales del verano, se allana el terreno bajo los árboles, para facilitar la recogida de las aceitunas. En noviembre o principios de diciembre se cogían las aceitunas para salar. Las destinadas a aceite se cogían para navidad o para enero. 

La oliva la recogía toda la familia y los allegados, y era una de las pocas ocasiones, fuera de fiestas, donde los jóvenes y las jóvenes estaban juntos, y alguna vez de una recogida de olivas salían nuevas parejas de novios.

Como hacía mucho frío, con calcetines viejos se hacían una especie de guantes, dejando los dedos al aire.

Primeramente se cogían las aceitunas del suelo, normalmente eran las mujeres y los niños los que hacían esto. Luego una vez recogidas las del suelo, se extendían las mantas y los hombres golpeaban las ramas para que cayeran las aceitunas, y luego las recogían con las mantas.

En los años sesenta apareció un aparato de recoger aceitunas del suelo, que tiene un rodillo pequeño y pinchos, y las olivas se van pinchando y se recogen. Últimamente ha aparecido una especie de aspirador con las que se recogen las olivas del suelo.

Una vez cogidas las olivas, se extendían en el suelo, en un sitio que les diera el sol y el aire, se oreaban durante un mes, y al cabo del mes se llevaban a la almazara. El tiempo de espera fue disminuyendo con los años y, últimamente, casi se va directamente del campo a la almazara.

EL ACEITE

La extracción del aceite se hacía en las almazaras (almàsseras). Ya he señalado que había tres almazaras. Desde los años setenta sólo queda la almazara de la Font, y, de toda la zona, es una de las pocas que aún prensa olivas.

De cada cuatro kilos de aceituna se extraía un litro de aceite.


Primeramente se molturaba la aceituna madura, en frío y por goteo natural. Se hacía con una muela cónica que se arrastraba por una caballería, de forma que girara sobre una piedra circular (rutló) y fuera chafando las olivas. Tras sacarse el aceite por este procedimiento, se empleaba agua caliente para extraer más aceite, y se repetía la operación del molturado con la caballería. Cuando ya no quedaba aceite, la pasta que quedaba recibía el nombre de morca. Con el tiempo se sustituyó la caballería y la mueva se movía mecánicamente.

Esta pasta se prensaba después con la prensa manual, y para ello se colocaba entre “esportins” (planchas circulares de esparto.) Se colocaban unos 15 ó 20 esportins, y se extraía todo el líquido (“la flor del oli”), y el orujo (pinyol) quedaba en la prensa. La prensa hidráulica no llegó hasta los años cincuenta.

Este pinyol todavía se deshacía con las manos, y se le añadía agua caliente y se volvía a prensar en otra prensa mayor. Con unos embudos de hierro se separaba el aceite de la mezcla líquida que salía. Después de esta última prensada, quedaban como unas planchas circulares a las que se les llamaba “gleba de pinyol”, y se usaban para comida de animales o para avivar el fuego en la chimenea.

A veces, venían de otros pueblos a comprar estas “glebas”, y de aquí aún sacaban aceite de bajísima calidad.

Al hombre que llevaba olivas, le ayudaban los almasserers. La mujer del dueño les hacía la comida a los almasserers. La explotación de las almazaras se solía subastar, pero otras veces se hacían turnos entre todos.

Las almazaras eran lugar de reunión de los hombres, que acudían de tertulia allí a todas horas.

El aceite se podía empezar a consumir en marzo.

A partir de los años 90, no se pudieron adaptar a la normativa exigida todas las instalaciones y maquinaria de la almazara , por lo que tuvo que cerrarse.

La Cooperativa San Cayetano, constituida alrededor de 1963, formada por unas treinta familias, sólo se ocupaba de la almazara y no de otros productos del campo.

ALMENDRA

La almendra siempre se ha cultivado poco. En el censo de 1993, sólo había 2,75 Ha. de almendras. En la Carta Puebla no se cita ni de pasada, incluso si aceptáramos los datos de 1704 y 1787 como ciertos, tampoco había mucha. Posteriormente, cuando se habla de cultivos, no se citan las almendras, o se dice que se cultivan en poca cantidad. En 1860 sólo había 8 Ha sembradas de almendros, apenas un 1´5% de la superficie cultivada. Ni en 1912 ni en 1924 se nombra a la almendra como cultivo, y fue a partir de estos años y de la decadencia de la vid, cuando se desarrolló el cultivo, y esto se debió también a que subieron los precios de la almendra al desarrollarse las fábricas de turrón de Jijona. En los años setenta la superficie cultivada de almendros llegó a ser un 60% de la totalidad de tierras cultivadas.

El cultivo de los almendros siempre ha sido muy arriesgado, debido a las fuertes heladas, que muchas veces arruinaban toda la cosecha, pero esto se compensaba con que los precios solían ser buenos y el cultivo del almendro era más cómodo que el del olivo. Quizá debido a que antes hacía más frío, era más difícil el cultivo de la almendra y por eso tardó en llegar su cultivo al pueblo. Los precios solían variar bastante de unos años a otros.

Además, los olivos podían vivir cientos de años, pero los almendros no suelen durar más de sesenta años.

La variedad más cultivada es (y ha sido) la “llargueta”, de forma alargada y piel gruesa, aunque también se cultivaba la “marcona”, que se pagaba mejor, pero tenía más riesgos. También se cultivaba la “planeta”, que era muy grande y se usaba para las peladillas. Otra variedad eran las “toueras”. También la «comuna».

A primeros de septiembre se comenzaban a coger las almendras. Toda la familia participaba en la recolección. Para coger las almendras, igual que para las olivas, se empleaban mantas hechas con sacos cosidos. Sobre 1955 se introdujeron las sábanas de lona y, a mediados de los años setenta, las mallas de plástico.


Las ramas se golpeaban con varas (varear), y las almendras caían a las mantas.

A la operación de pelar almendras se le llama “descorfar”. Normalmente eran las mujeres y los niños los que descorfaban. Se ponían las almendras encima de un cañizo o un tablón, que se ponía encima de unos caballetes o de unas sillas. Las almendras se echaban dentro de un capazo y las cáscaras se tiraban al suelo. Normalmente se juntaban varias personas para descorfar (familiares y vecinos), y estaban en animada tertulia mientras trabajaban. Desde hace bastantes años se pelan con unas máquinas eléctricas especiales para pelarlas.

Las cortezas se sacaban a la calle y a la mañana siguiente se la llevaban los pastores para alimentar al ganado. 

Una vez peladas, se extendían para que se secaran al sol y se removían para que se acabaran de secar bien . Luego se metían en sacos, y se intentaban vender cuanto antes y a buen precio. Normalmente había alguna persona del pueblo que hacía de intermediario en la venta, o bien venían de otros pueblos a comprarlas, muchas veces venían desde Benigembla. 

Como ejemplo de lo que varían los precios citaré que el kilo de almendras, en 1985 valía 170 pesetas, y luego bajó a 60 pesetas, y así estuvo mucho tiempo, hasta hace muy poco, en que el precio se ha situado sobre las 200 pesetas. 

HIGUERAS 

También tuvieron su importancia. Su cultivo se nombra expresamente en el interrogatorio del ayuntamiento de 1862. Se usaban para alimento de los animales, especialmente de los cerdos, aunque también se comían como fruta normal, o bien se escaldaban y se ponían a secar en “garbells”, para hacer los deliciosos higos secos. 

OTROS ÁRBOLES 

Josep Mª Espinàs en “A peu pel Comtat i la Marina” señala que en el siglo XIX, cuando había tantas viñas, no había árboles en los bancales. Entrevistando a un habitante le respode éste: “Abans no hi havien arbres, al camp, tot era vinya. Després, aquí, tots vam viure dels mancals d’ametllers i oliveres, i s’ha de dir que tenim una bona terra”

Si los datos del s. XVII son ciertos, la algarroba fue muy importante en Famorca. No obstante, Cavanilles decía en 1794 que la algarroba no se conocía en el valle.

En 1860 apenas había nogales, un uno por ciento de la superficie cultivada. Después hubo bastantes nogales, que se desarrollaron al tiempo que se desarrollaba el almendro.

Había pocos árboles frutales. Vemos que en la “Carta puebla” de 1611, se prohíbe plantar árboles frutales en los bancales.

La morera se cultivaba para alimento de ovejas y cabras, no para los gusanos de seda. A lo largo del s. XVII desaparece el cultivo de la morera.

Los frutales más comunes eran, y son, los cerezos y los manzanos, y a éstos les siguen los ciruelos. Los cerezos ocupaban una extensión de 0,5 Ha en el censo de 1991 y, el resto de frutales, ni siquiera se citaban.

La variedad de cereza que se cultiva en Famorca es la de «garrafal burlat». 

Generalmente los frutales no se plantaban como tales, sino que procedían de injertos de otros árboles. 

En la ribera del río y en los barrancos había muchos chopos, que solían ser particulares, y se usaban para aprovechar los troncos como maderos para la construcción, y también se utilizaban las hojas para alimento de las cabras y de los conejos. Para quitar las hojas del chopo se usaba el “falçó”, una especie de hoz pequeña, con un mango de hierro hueco, para poderlo meter en una caña y manejarlo. 

VID 

Siempre se habla de la vid como producto muy cultivado, se cita específicamente en la Carta Puebla de 1611, teniendo importancia tanto para la producción de vino como para la elaboración de pasas. Si los datos del s. XVIII no son falsos, se vendería bastante vino fuera del pueblo. Según el Catastro Municipal, en 1880, la viña era el segundo cultivo más importante, después de los cereales, y representaba el 11% del número de bancales (74 bancales). Según los datos estadísticos de 1860-1885, eran el cultivo más importante, y representaba el 53% de la superficie cultivada (120 Has.) 

Siempre se habla de la vid como producto muy cultivado, se cita específicamente en la Carta Puebla de 1611, teniendo importancia tanto para la producción de vino como para la elaboración de pasas. Si los datos del s. XVIII no son falsos, se vendería bastante vino fuera del pueblo. Sobre 1910 se estimaba que el 40% de la superficie estaba dedicada al cultivo de la vid. 

En 1909 llegó la plaga de la filoxera a la vid de esta zona. 

Debido a una epidemia mundial de filoxera de 1868, los cultivos de vid de Europa y Cataluña se hundieron, al tiempo que florecieron en el País Valenciano, donde no había llegado la plaga. 

De 1870 a 1914, la uva fue un buen negocio y había muchísimas tierras que fueron dedicadas al viñedo. A partir de 1882 se sustituyeron muchas plantaciones de cereales, olivos y algarrobos por la vid. 

No obstante siempre se había cultivado vid para el consumo propio de cada familia, y algo para vender.

El vino que se producía era insuficiente para el consumo propio y se solía comprar en Gorga. 

La uva que se cultivaba era la uva negra, para producir vino tinto («negre»). El vino que se producía era fuerte, aunque en 1885 el ayuntamiento decía en un interrogatorio que tenía 12º. Esto contrasta con el de Fageca, que en el mismo año decían que tenía 15º. También se cultivaba bastante uva de moscatel. 

Las vides estaban en los bancales, entre los olivos y los almendros, y también en bancales exclusivos para ellas. 

Los bancales de viñas antiguamente estaban en la parte más alta, luego conforme fue aumentando su cultivo, a mediados del siglo XIX, se fueron ocupando bancales más bajos, aunque también estaban en la parte alta de Serrella (sobre todo a la derecha yendo a la Noguer) y por Alfaro. Cuando decayó la viña, en los bancales se plantaron almendros. 

Las tareas de la viña eran: la poda en enero; después se labraba todo el bancal y se entrecavaba alrededor de las cepas haciendo un pequeño hoyo alrededor; más tarde se quitaban los sarmientos y pámpanos que no interesaban, y se sulfataban para eliminar plagas. 

La vendimia se hacía en septiembre. Los racimos se cortaban con unos cuchillos curvados (“falçonet”) y se ponían en cestas y se transportaban en caballerías. 

Había tres almazaras de vino: la que había junto a las escuelas, que le decían “del tío Jesús”; la del Cantó, al final de la calle de la Diputación a la derecha; y la de la Font, que es la actual. 

La almazara de la Font era antes más pequeña, y junto a ella, en la parte oeste, había adosada una casa de dos plantas. El tío Gonzalo, sobre 1940 o 1941, tiró la antigua almazara por dentro e hizo todo nuevo, y la amplió cogiendo la casa adosada y también la alargó hacia la font de Dalt, haciendo más larga la fachada también. Hasta la reforma, la prensa era de barra, y había que prensar a mano, y después se puso una prensa eléctrica. 

Las mismas almazaras de aceite se utilizaban para el vino. Realmente, era al revés, ya que cuando se construyeron era mucho mayor la producción de vino que de aceite. La más genuina de vino era la del tío Jesús. Todos los vecinos del pueblo eran socios de alguna de las almazaras. La del tío Jesús, originariamente era exclusiva de este señor, pero luego la vendió a varios del pueblo. 

Cada uno acudía a la almazara con sus uvas y se hacía el vino. De cada 100 kilos de uva, salían unos 70 litros de vino. 

Las uvas se ponían en la “trullola” (que solía ser una cuba redonda de piedra o de madera), que tenía un orificio para que saliera el líquido. Allí se chafaba el grano con los pies. Normalmente los pisadores de uva iban descalzos. Más tarde, se pisaron con alpargatas de esparto. Normalmente eran dos personas las que chafaban la uva, y se agarraban entre sí, o se sujetaban de una cuerda colgada del techo. Conforme se chafaba, se iba sacando todo lo pisado (“el pinyol”), y se añadía más uva, y se continuaba chafando. Después, el pinyol se pasaba por la prensa y se extraía el caldo. La prensa era la misma que la usada para el aceite, y se utilizaba el mismo sistema. (Años antes de introducirse la prensa, se utilizaba un artilugio hecho con unas cuerdas de esparto llamadas «briagues» y con una viga que pudiese girar se retorcían las briagues que aplastaban el pinyol). 

Debajo de las cubas de chafado estaban los “cups”, que tenían una profundidad de un metro o de metro y medio, y allí iba el líquido que salía del chafado y el que salía de prensar el “pinyol”. Los cups estaban tapados con tablas, encima de las tablas se ponían las uvas y al ir pisándolas, el caldo se colaba por entre las tablas hasta el “cup”. Allí fermentaba el vino, y al cabo de tres días, lo sacaban y lo metían en toneles grandes. En cada casa había una bodega o cuarto oscuro y fresco donde se guardaban los toneles de vino. 

Todo el vino que se hacía en Famorca era tinto. A veces, para darle más color al vino, se metía dentro del cup restos del “pinyol”. El vino se probaba por primera vez en Nochebuena. Ese día solían ir todos los hombres de casa en casa probando los vinos. Cada uno solía llevar un trozo de melva atado a una caña, y, al tiempo que iba bebiendo, cortaba un trocito de la melva y comía. 

Antiguamente también se producía mucha uva moscatel. Desde tiempos muy antiguos se hacían pasas y se citan en la Carta Puebla, y también se cita esta producción a finales del siglo XIX. Después se solían comprar hechas a los que venían a vender. 

ALFALFA 

En la huerta se sembraba alfalfa para que comieran los mulos. No se conocía la guadaña, se segaba con hoz. Cada mes y medio o dos meses, se hacía un corte de la hierba. 

HORTALIZAS Y LEGUMBRES 

Las huertas se hacían aprovechando los manantiales y las balsas de los barrancos. Había muchas huertas pequeñas donde se cultivaban hortalizas, legumbres y alfalfa para que comieran los mulos. 

No se conocía la guadaña y se segaba con hoz. 

Históricamente, las legumbres fueron muy cultivadas, por sus grandes cualidades alimenticias. En 1860 se citan: 25 fanegas de habas, 25 fanegas de garbanzos y 30 fanegas de lentejas. Se usaban para consumo doméstico, no se vendían al exterior. 

Las huertas estaban en: -el barranco del Pueblo, donde ahora está el polideportivo, donde antes de cubrir el barranco había una balsa a donde acudía el agua que salía del lavadero, y luego se aprovechaba para las huertas que había a continuación; -en el mismo barranco, por encima de la almazara también; -en les Fontetes; -en Els Pouets de Serrella; -en el Clot; -en la horta del Pou, que es el primer barranco que encontramos saliendo por la Creu; -en la balsa del tío Recordí; -en els Noguerets; -en la font de la Fita; -en la Font dels Olbits; -en la Font de l´Olivera; -en el Racó del Forat; y -en la Noguer. 

En la Noguer, aparte de la huerta, se sembraban garbanzos, maíz, trigo, y hasta tomates. 

Además de en las huertas, como las faldas de Serrella son tan húmedas, era muy corriente sembrar hortalizas en los bancales, y, sin apenas riego, crecían. 

OTRAS 

El azafrán se sembraba poco, sólo para uso propio. Se cogía a partir del mes de noviembre. 

Setas. Se cogían bastantes por las zonas donde había chopos. Los esclatasangs eran los más abundantes, y estaban en la umbría, en los alrededores de los pinos, por el Pla de la Cova y por Alfaro. Se cogían para octubre o noviembre. Cada uno conocía los sitios donde había, y los guardaba en secreto. También se cogían los “bolets” de chopo, las “girgoles”, los “esclatasangs” los “pebrassos”, que eran parecidos a los anteriores pero más gordos, y las “anyiules”, que eran setas que se criaban cerca de los chopos. Otras que eran peor de sabor eran les “puagres”. Otras de mal sabor, parecidas a los “esclatasangs” son “les peloses”. 

PLANTAS AROMÁTICAS 

Todo el monte está lleno de plantas con pinchos o aromáticas, que ambos son mecanismos de defensa contra los mamíferos herbívoros. 

Las hierbas aromáticas son las de toda la montaña de Alicante. La gente cogía sobre todo manzanilla y salvia, pero cogía otras muchas, ya que eran muy aficionados a curarse los malestares cotidianos con infusiones de hierbas. 

Hace unos pocos años, una persona de fuera del pueblo, trajo una caldera para extraer esencia de espliego por destilación, y la instaló en Els Noguerets, pero no la llegó a poner en funcionamiento, y abandonó la caldera y los tubos allí mismo. 

En 1794 Cavanilles decía que en Castell de Castells se producía “una cantidad enorme de espliego”, lo que nos hace pensar que por la proximidad aquí se recogería también y se llevaba a vender a Castell de Castells. 

Las plantas aromáticas, sobre todo el romero, se iban a coger a Alfaro, y se cogían dos o tres días después de que hubiera llovido. 

MIEL 

La producción de miel era importante y se menciona, expresamente, en la Carta Puebla. Eran muchos los que tenían colmenas. Antes se usaba la miel más que ahora, pues sustituía al azúcar, que era caro y poco corriente. 

La miel que se obtenía en el pueblo era muy buena porque había hierbas aromáticas. En 1878 en Castell de Castells se cita la miel como muy producido en su término. 

Las cajas de las abejas son un invento moderno, ya que hasta los años cuarenta se usaban los “bucs”, que consistían en un cilindro ancho de un metro de altura y con una anchura de cuarenta o sesenta centímetros, hecha con cañas tejidas, y en la parte superior se colocaba un cono o campana (“caputxa”) hecho con paja, y al que le sobresalían las alas por debajo. 

A veces, en vez de poner la caputxa como tapadera, se colocaba una tapa de esparto trenzado, o un trozo de chapa de hojalata o, simplemente, tejas. 

El cilindro tenía un agujerito pequeño por debajo por donde las abejas entraban y salían. Dentro del buc se formaba una cruz hecha con dos ramas de romero, y encima se ponía una tapa (“planeta”), hecha con margalló trenzado (o, a veces, con esparto), dejando el espacio de arriba libre. Las abejas hacían los panales enganchándose a estas cruces. En primavera se quitaba la planeta y se ponía otra cruz a más altura. 

La miel se extraía (“se cortaba”) normalmente dos veces al año. Cuando había que cortar la miel, para ahuyentar las abejas, en vez de llevar ahumador, llevaban en la mano algo encendido para que fuera haciendo humo. 

Las colmenas se situaban en sitios donde diera mucho el sol y, a poder ser, orientadas al este. Se colocaban muy juntas unas con otras. Debajo de las colmenas se ponían piedras grandes para aislarlas de la humedad del suelo. 

La miel y la cera se vendían fuera del pueblo. La miel se guardaba en recipientes metálicos grandes. 

ABONOS 

Para aumentar la producción de los campos, principalmente se utilizaba el estiércol que se sacaba de los corrales, pero también se prendía fuego a la hierba, y las cenizas servían de abono. También se utilizaba ceniza de la que se hacía en el hogar. En los olivos, antes de que se descubrieran los abonos actuales, ponían azufre, cal, e incluso petróleo rebajado con agua. 

Alrededor de 1950 aparecieron abonos comerciales (nitrato de Chile y otros) y hasta el año 60 no aparecieron los insecticidas. Desde entonces es corriente fumigar los árboles contra las plagas. 

ÚTILES DEL CAMPO 

Al estar los bancales en ladera siempre había que procurar quitar las piedras que salían de debajo. Se usaba el rastrillo (“rastrell” o “rastell” o “raspall”) que era una barra de hierro y con púas, que tenía mango de madera. También el “ganxo”, que era como una azada, pero en vez de tener la hoja tenía una especie de herradura, servía para picar el suelo duro y para extraer piedras. También se usaba “l´aixada” (azada). El arado (“forcat”) no podía usarse en todos sitios, donde no llegaba había que cavar la tierra con la azada. 

Para ir al campo, los hombres llevaban todos los útiles del campo en un capazo de esparto que tenía una cuerda atada en un asa. Luego pasaban la cuerda por la otra asa, y lo llevaban colgado al hombro, con la cuerda. A los capazos se les llama “bartxa”, “bartxol” o “bartxeta”. 

Foto en Guadalest

043. GANADERÍA HISTÓRICA

GANADERÍA HISTÓRICA

En la Carta Puebla de 1611, vemos que se permitía todo tipo de ganado lanar y cabrío sin límite. Como la tierra no daba mucho y estaba sometida a tantos impuestos, la ganadería sirvió como complemento y había muchísimos rebaños.
En 1845 Madoz, hablando de cada uno de los pueblos del valle de Seta, sólo hacía constar que había ganado lanar y cabrío, en Famorca y en Fageca y, además, decía que en Capaimona había ganado lanar.
Había más o menos igual de rebaños de cabras que de ovejas

En 1841 había 9 rebaños de ovejas.
En 1845 Madoz decía, hablando de Famorca, “sostiene poco ganado lanar y cabrío”.
En 1854 el ayuntamiento declara que hay 90 cabras y 150 ovejas en el término. (Parece muy poco).
El número mayor de rebaños (23) está censado en 1856. El mayor rebaño que había era de ochenta cabezas.
El número mayor de cabezas de ganado que hubo fue de 490 en 1921. El número de caballerías, entre mulos y asnos, siempre ha oscilado entre 40 y 55, de los que normalmente de 10 a 15 eran asnos.

GANADERÍA DE LA VALL DE SETA, en 1884:

Fa
morca
Fa
geca
TollosQuatre
tondeta
Beni
massot
BalonesC.d.Castells
Caballos———————————-—————————–     2————
Mulos      20     50   50      30       55   38   150
Asnos      30     20   20      10       20   25     60
Ovejas     200   500  100     200      110 180   300
Cabras     300   100   50     300      100   50   100


En 1912 había 139 ovejas y 220 cabras.
En 1912 había 31 mulas y 12 asnos.
Ganadería del Valle de Seta en 1913, (Figueras Pacheco):

Fa
morca
Fa
checa
TollosQuatre
tondeta
Beni
massot
Ba
lones
CastellsGorga
Caballos————-    10———–————–    10
Mulos     30    30    20     50     40    40     30    40
Asnos     20    20    10     20     20    40     50    20
Cabras    200   500   300    200    150   100    300    40
Ovejas    200   200   300    300    150   100    500    50
Cerdos     20     20    10      50     40    50    500    20
Aves de corral    200   200    50   150    200   200    400  600
Conejos    300   300   150   500    300   300  1000  700


-En 1920 había 236 ovejas y 110 cabras (unos cuatro o cinco rebaños)


-En 1920 había 33 mulas y 9 asnos. Tradicionalmente se llevaban las caballerías a herrar a Planes.


-En los años cincuenta, había 18 rebaños en Famorca.

Como curiosidad, citar que en 1924, el ayuntamiento hizo una ordenanza sobre el tránsito de animales domésticos por vías municipales, y decía “por cada perro se pagará al año cinco pesetas, por cada chapa de inscripción tres pesetas, por cada vaca y burra de leche doce pesetas, y por cada cabra de leche dos pesetas”. (Si hay ordenanzas sobre vacas es que alguna vaca habría, aunque nadie lo recuerda)


En 1925 se establecía que los ganaderos que no pertenecían a la Junta o los forasteros que quisieran abrevar sus ganados en la Font dels Olbits deberían pagar veintiuna pesetas anuales.


En el Diccionario Geográfico de España de 1959, se cita:
45 cabezas de ganado mular
1 de asnal 30 de cerda 200 de lanar 80 de cabrío 500 gallinas 400 conejos 10 colmenas


En el año 2000 sólo quedaba un rebaño de unas treinta ovejas, tenidas más por afición que por otra cosa, y Sento, el pastor, las lleva al monte todos los días. Las recogía en un corral que hay en la revuelta de la subida al cementerio. 


Actualmente hay ovejas en Serrella y en Alfaro, que fueron traídas en los años noventa, como explotación ganadera, a través de la Conselleria de Agricultura, y que al estar sueltas todo el día, vagan a lo largo de las dos sierras.

044. GANADERÍA

GANADERÍA

GANADERÍA EN ALFARO

Como había muchos rebaños, se pastaba por todo el término, pero se prefería Alfaro, ya que en Serrella siempre hacía más frío y, además permanecía la nieve durante más tiempo

En 1854, según vemos en unos documentos del ayuntamiento: “designaron el monte denominado el Faro para disfrute de pastos, leñas y demás aprovechamientos. Reservando para el disfrute de igual beneficio para el viniente año 1855 el otro monte que existe en este término denominado el Noguer de Serrella”.

Según unos documentos del ayuntamiento, en 1867, el Estado Español le vendió el monte de Alfaro del término municipal de Famorca a un vecino del pueblo, a Pascual Masanet Puchol.

Existe una escritura de venta, datada en 1871, por la que este vecino vende la parte de Alfaro del término a muchos otros vecinos de Famorca y Fageca. Transcribo el documento:

«Venta de una parte de un monte (Faro) por Pascual Masanet Puchol a Valeriano Seguí Sendra y otros muchos, ante el notario de Tárbena D. José Salvá el 15 de enero de 1871. (Callosa de Ensarriá. Colegio de Valencia. Notaría del licenciado D. Julio Nieto Carrión): Pascual Masanet Puchol, vecino de Famorca, casado, labrador, de 60 años, que es dueño de un monte denominado Faro, situado en el término municipal de Famorca, comprensivo de 128 Hectáreas 15 áreas 56 centiáreas equivalentes a 199 fanegas y un cuartillo, o sean, 257 jornales, linda por el norte con el mismo monte, perteneciente a los pueblos de Facheca y Tollos, al este con el mismo monte, término de Castell de Castells, al sur con barranco y al oeste con dicho monte, término municipal de Facheca, y cuyo monte le corresponde por título de compra que en fecha 20 de febrero de 1867 le hizo D. Mariano Diez Puerto, juez de primera instancia de la ciudad de Alicante en representación del Estado (…) cuya escritura no se ha inscrito aún en el registro de la propiedad. El expresado monte como pertenencia del Estado se adeuda en la actualidad, según dice, a la Nación, 18 plazos importantes con 23 escudos quinientas milésimas cada uno, o sean 58 pts. 75 céntimos, habiendo satisfecho según dice dos plazos, o sean 117 pesetas 50 céntimos, quedando hipotecada la finca a favor del estado por la cantidad de 1157 pesetas 75 céntimos».


“El monte deslindado se ha de pagar al Estado en veinte plazos iguales de los que hay satisfechos ya dos, siendo la cantidad recibida la de 117 pesetas 50 céntimos y, además, el 3 por ciento por gastos de recaudación y conducción de caudales» (los compradores fueron 93 vecinos de Fageca y 56 vecinos de Famorca, se nombró una Junta compuesta por 5 vecinos de cada pueblo)”.

«Conviene con los vecinos de Facheca y Famorca que vende a los antes citados el indicado monte reservándose una parte el que dice bajo las condiciones siguientes”.

«Efectúa la venta por el mismo precio de 1175 pesetas que él la adquiría, confiesa haber recibido 117 pesetas 50 céntimos correspondiente a dos plazos y cuya restante cantidad se le abonará en 18 plazos, en la forma que se expresará más adelante”.

«No se permiten otros aprovechamientos gratuitos del monte que leñas y brezas para el consumo de casa, necesarias para cada uno de los partícipes o comuneros del repetido monte, pastos para toda clase de ganado de su propiedad, y caza en los tiempos que no esté prohibido por la ley; y respecto a los aprovechamientos retribuidos sólo se permiten en cuanto a los pastos, por si algún forastero desea llevar sus ganados a veranear a dicho monte. La retribución que para este caso se señala es la de 25 céntimos de peseta por cada cabeza (…) dicha retribución será satisfecha precisamente por el dueño del corral o aprisco en que se encierren dichos ganados».

“Sin embargo la mayoría de los poseedores de la Junta en la que delegarán para sus funciones podrá autorizar el aprovechamiento de leñas que juzgue indispensable al abastecimiento de los hornos públicos para cocer que existen en ambos pueblos de Facheca y Famorca, y para la fabricación de cal, que a juicio de dicha junta sea necesario, para el consumo de ambos pueblos, sin retribución especial, o fijando la que proceda según los casos”.

“No podrán hacerse aprovechamientos gratuitos ni retribuidos en el citado monte, por los adquirentes o sus herederos, mientras permanezcan domiciliados en otros pueblos que los mencionados, excepto en cuanto a los pastos retribuidos de que trata la condición anterior, siendo el objeto de la presente el que los productos del Monte se consuman siempre en los pueblos de Facheca y Famorca. Por tanto los que no gozando de las ventajas de esta escritura se aprovecharan de los productos de dicho monte, o en cuanto a los pastos permitidos a los forasteros, dejasen de abonar la retribución acordada por cabeza, y los que destinen los productos a otros usos que los permitidos podrán ser perseguidos en la forma a que hubiera lugar en justicia».

“En recompensa de las ventajas concedidas por esta escritura, los comparecientes vecinos de Facheca, se obligan a satisfacer anualmente la mitad de los gastos que ocasione el pago del monte, y demás que puedan exigirse legalmente, haciéndolo los vecinos de Famorca y el cedente por la parte que se reserva respecto a la otra mitad».

«Los que durante la época señalada para la recaudación en cada año dejaran de abonar la cantidad que se les haya designado por la Junta indicada, previo requerimiento extrajudicial del cedente Pascual Masanet Puchol, para que lo verifiquen, dentro del tercer día, perderán el derecho a la posesión y disfrute del expresado Monte (…)»

Los cargos de la Junta se renovarían cada dos años.

En 1900, en el pueblo de Fageca se reunieron los componentes de la Junta del Monte Faro y Serrella «para proceder a la constitución en legal forma de las expresadas juntas». Se nombraron dos juntas, una de Fageca y otra de Famorca. (Obsérvese que la Junta se llamaba del Monte Faro y Serrella).

Hay una cosa extraña sobre estas fechas y es una citación a un vecino de Famorca en el que se le llama “dueño del monte Faro”, la cito:
«Pascual Masanet Camps como dueño del monte Faro debe hacerse la titulación para inscribir a su nombre el monte Faro de Famorca, poniéndose de acuerdo con el notario: El mismo tiene el derecho de establecer las condiciones que quiera al transferir el monte a los demás participes puesto que no hay ningún contrato que las marque y, en el caso de no prefijarse lo relativo al ganado forastero, quedará el punto siempre a voluntad de la mayoría. Respecto al monte de Facheca, como ya es condición de la venta el que puedan echar los ganados forasteros, no puede esta variarse sin el consentimiento de todos los condueños. El que no esté conforme continuar en la comunidad podrá pedir que se le señale una parte por haber transcurrido más de 10 años» (Señalo que Pascual Masanet Camps es hijo del vendedor de 1871, Pascual Masanet Puchol).

En la constitución de la Junta en 1900, en Fageca se estableció, además, lo siguiente:
«Que cuando algún forastero quiera traer su ganado a pastar en los montes de Serrella y Faro la retribución que en este caso se le señale será la de 25 céntimos de peseta por cada cabeza, bien sea mayor o menor, por un plazo de un día un año, empezando en el mes de mayo, y la retribución será satisfecha precisamente por el dueño del corral o aprisco en que se encierren dichos ganados a los tres días de permanecer en el término municipal». «Se prohíbe terminantemente que ningún ganado sea de la clase que fuese permanezca en el monte por la noche, debiendo estar encerrado desde las ocho y media hasta las tres de la madrugada bajo la multa de diez reales pudiendo aumentar esta según la falta hasta quince pesetas, autorizando a tal efecto a los guardas rurales de ambos pueblos para denunciar al que falte a esta prescripción». «Todo forastero que desee cazar en tiempo permitido por la ley deberá satisfacer cincuenta céntimos de peseta por cada día que permanezca en el término municipal de ambos pueblos».

A principios de siglo el monte Faro ya había dejado de ser de la Junta y era propiedad del Ayuntamiento, y no dejaba abancalarlo.

En enero de 1923 se hizo un acta de subasta de la leña y pinos del Monte Faro:
«En vista de que la leña del Monte Faro Pinar iba desapareciendo por los vecinos del pueblo escombrando pinos y demás y coincidiendo en que habiendo de efectuar obras en la Casa Capitular por encontrarse en mal estado, y necesitándose recursos para ello, de lo cual se carece; lo creía conveniente subastar la leña, o sean pinos que existen en dicho Monte bajo las condiciones siguientes: 1. Los pinos que se han de cortar son desde 20 centímetros de gruesos hacia arriba, tomando dicha medida desde un metro encima de tierra. 2. El rematante de dicha subasta, como mejor postor, satisfará el importe de la misma, hasta primeros de abril venidero”.

Se adjudicó a Simeón Vidal Poncell, por la cantidad de 255 pesetas.

En diciembre de 1923 se hizo un acta de renovación y constitución de la Junta del monte Faro y Serrella de Famorca.

Alfaro, hasta el siglo XIX, debió de tener bastantes árboles, y, debido a la sobreexplotación de la leña y al exceso de ganado que pastaba allí, poco a poco fue perdiendo árboles y cada cambio que había suponía más pérdida de árboles. Veamos lo que pasó con las subastas: hasta los años treinta, para evitar que todos fueran a coger leña, se subastó, pero el rematante de dicha subasta seguía permitiendo la explotación de la leña, y quería rentabilizar excesivamente el monte, ya que cobraba a los que la utilizaban, es decir, cuanta más leña se cortara, más dinero se ganaba, y nadie fue capaz de parar este abuso incontrolado.

En 1923, la Junta del Monte Faro cobraba 2 pesetas al año por cada mula y 1,5 pesetas por cada asno. Las cabezas de ganado forastero pagaban 0´75 pesetas al año.

OVEJAS Y CABRAS

Los rebaños nunca han sido grandes, cuarenta o cincuenta ovejas, o como mucho cien.
“La media de los ganados era de unas treinta o cuarenta cabezas por ganado, número muy reducido si se compara con los ganados castellanos, que tenían centenares de cabezas”. (SEGUÍ, Joan – La muntanya i els pastors: aspectes del pasturatge tradicional, 1999)

«En el Comtat ningún ganado era de más de 70 u 80 animales. La mayoría tenía menos de 60 cabezas y había muchos que estaban entre las 20 y las 40 cabezas, debido a que había poca disponibilidad de forraje cuando no se podía pastar (hojas de olivo, pieles de almendra, ramas de carrasca, etc)
Los rebaños de cabra valenciana solían ser mayores que los de ovejas, porque se podían llevar a pastar a terrenos más montañosos. Los rebaños de cabras negras eran pequeños.
A menudo, en los rebaños de ovejas había alguna cabra, para poder tener una fuente de leche extra para algún cordero.
En los rebaños de ovejas había un macho por cada 20 o 25 hembras. Las hembras duraban entre 7 y 9 años, un poco más que los machos. En los rebaños de cabras, había un macho por cada 10 hembras y las cabras duraban menos años que las ovejas. Además, en los ganados, estaban los corderos y los chotos, que se sacrificaban a los nueve meses o un poco más”. (SEGUÍ, Joan – El pasturatge tradicional de ovelles i cabres. El cas de la comarca valenciana del Comtat, 2018)

“El pastor de ovejas y cabras tradicional en el Comtat trabajaba con un número reducido de razas. Para las ovejas, el tipo más común era la oveja roja (oveja roja levantina, raza guirra, rotxa, roya o sudat), de origen norteafricano, que resiste bien las altas temperaturas y está bien adaptada a los terrenos quebrados.
En lo referenten a las cabras existían las cabras negras y la cabra valenciana, o cabra blanca. La cabra blanca es ideal para los terrenos montañosos. La cabra negra se usaba primordialmente para la producción lechera y rara vez pastaba lejos del pueblo ni por terrenos accidentados poco propicios para sus ubres. Las ovejas y las cabras blancas se explotaban fundamentalmente por su carne”
. (SEGUÍ, Joan – El pasturatge tradicional de ovelles i cabres. El cas de la comarca valenciana del Comtat, 2018)

TRANSHUMANCIA

En Famorca, hasta los años cincuenta, varios pastores bajaban con sus ganados hacia Jávea donde permanecían mientras duraban los fríos. También iban a Benitachell. (Iban desde primeros de noviembre hasta mediados de abril). Los trashumantes, pasaban penalidades, vivían en casetas sin electricidad y comían de mala manera, con excepción de las cenas, que siempre cenaban paella.
“La transhumancia, sólo se hacía en pocos casos, generalmente los rebaños más grandes, y era de corto recorrido, hacia las zonas costeras vecinas, donde pasaban los meses de invierno”. (SEGUÍ, Joan – La muntanya i els pastors: aspectes del pasturatge tradicional, 1999)

“En el caso del Comtat, había poca transhumancia. En invierno llegaban hasta Benitatxell, Xàbia o Xaló y duraban desde octubre hasta abril o mayo. En verano, en ocasiones, se subían los rebaños a las cimas de las montañas”. (SEGUÍ, Joan – La muntanya i els pastors: aspectes del pasturatge tradicional, 1999)



PASTOREO

En invierno, los rebaños pastaban mayoritariamente en el monte de Alfaro, ya que en Serrella hacía más frío. Las ovejas que pastaban en Alfaro se recogían en los corrales que hay junto al río y en les Rotes. Otra zona importante, cuando no hacía frío, era por la parte superior a Les Coves, en las Mallaes.

“Las zonas de pastoreo más usadas estaban por encima de los 900 metros (sierra de Alfaro) y preferentemente eran explotadas en los meses de otoño e invierno. Las zonas más usadas durante los meses más cálidos, eran las zonas umbrías y las alturas más elevas (de Serrella y Alfaro)”. (SEGUÍ, Joan – La muntanya i els pastors: aspectes del pasturatge tradicional, 1999)

“Mallá” o “mallada”en castellano significa “majadal”, que es un lugar de pasto para el ganado. Dentro de todo el término, es en les Mallaes donde más restos de corrales quedan.
En verano, frecuentemente, debido a las altas temperaturas, los que tenían rebaños de ovejas pasaban las noches en el monte, tanto en Serrella como en Alfaro. 
Los pastores entraban en los bancales, en verano, después de recogida la cosecha de cereales o legumbres y también entraban donde había árboles para comerse las hierbas malas que crecían entre los árboles.

“El forraje (“farratge”) que se le daba al ganado en invierno solía ser hoja de olivera, hoja de higuera, peladuras de almendra, las matas de lentejas y garbanzos, hojas de encina, olmo, álamo, chopo, fresno”. (SEGUÍ, Joan – La muntanya i els pastors: aspectes del pasturatge tradicional, 1999)

CORRALES

Los corrales grandes, tenían una parte alta donde se guardaba la paja. Dentro del corral, donde se les ponía la comida a las ovejas se le llamaba “mintjadora” y donde se les ponía a los corderos “olbit”. Siempre que se podía salir a pastar se les sacaba, y si no, se les daba hierba que se cogía del monte, algarrobas, la fruta caída, las cáscaras de almendra, las hojas del chopo y las ramas tiernas del almendro o del olivo, procedentes de la poda cuando se podaban.
Con frecuencia se aprovechaban como corrales los abrigos y cuevas, resguardados con muritos de piedra, se les llamaba “sesters” o “esbardals”, y aunque fueran utilizados muchas veces para pasar la noche, se solían emplear para tener allí el ganado en las horas más calurosas del día en verano. Había una veintena de corrales en todo el pueblo. 
Había algunos “sesters” que sólo se utilizaban para encerrar a cabras.

En 1910 estaban censados los siguientes corrales: Cuevas de la Cova, Corrales de les Foyetes, de la Mallá de los Lluises, de la Jová, de la Solaneta, de la Solana, del Noguer y de les Fontetes.

“Existen tres tipos de construcciones relacionadas con el cierrre del ganado: corrals, sesters i esbardals. Los sesters eran cercados de piedra seca que aprovechan la sombra de un cortado en la peña. Los esbardals eran cercados redondos de piedra seca, sin cubierta. Los sesters y los esbardals sólo se usaban durante los meses de calor, a partir de mayo”. (SEGUÍ, Joan – La muntanya i els pastors: aspectes del pasturatge tradicional, 1999)

Además de los corrales, en varias zonas y, especialmente entre el Barranc Fondo y el Barranc, existen grandes muros de piedra seca, bien para evitar que se cayesen las resas al barranco o bien para guardar a las ovejas.


ESTIERCOL

Muchas veces se le cedía el corral al pastor, sólo a cambio de que el dueño se quedara con el estiércol.

La mayoría de los corrales eran construidos por los labradores, aunque no tuviesen ganado de su propiedad, únicamente para poder aprovechar el estiércol del ganado como abono para los campos”. (SEGUÍ, Joan – El pasturatge tradicional de ovelles i cabres. El cas de la comarca valenciana del Comtat, 2018)

“La producción de “fem” es esencial para los labradores de la montaña, especialmente donde la pobreza de los terrenos de cultivo es bien patente”. (SEGUÍ, Joan – La muntanya i els pastors: aspectes del pasturatge tradicional, 1999)

“A menudo, tanto los “sesters”, como los “esbardals” y los “corrals” eran construidos con la intención de generar abono. Los pastores distinguían entre el “xerri” y el “fem”. El “xerri” está compuesto casi exclusivamente por los excrementos de los animales, mientras que el “fem” es el resultado de la mezcla continuada de los excrementos y una serie de aportaciones vegetales: margalló, botja blanca, argilaga, etc, que las extendían por dentro de los corrales, especialmente en el “ras”. (SEGUÍ, Joan – La muntanya i els pastors: aspectes del pasturatge tradicional, 1999)

Muchas de las fuentes del término tenían abrevadero para las ovejas. En Alfaro, podían beber agua de la que se sacaba del “aljub” (aljibe) con un cubo. También se usaban los otros dos aljibes (el de les Rotes, y otro que había subiendo hacia Les Rotes).
En Serrella, había más fuentes y, en general, más agua que en Alfaro. Además estaban los aljibes.


APROVECHAMIENTO DE LAS OVEJAS

“Se procuraba que los corderos y chotos naciesen entre septiembre y febrero. Durante ese periodo, se separaban a los machos del resto del ganado. Los corderos y los chotos se solían sacrificar un poco antes de Navidad”. (SEGUÍ, Joan – El pasturatge tradicional de ovelles i cabres. El cas de la comarca valenciana del Comtat, 2018)

“En todos los pueblos había pastores y ganados de cabras blancas y ovejas, explotadas para la carne, y la mayoría de las casas tenían una o dos cabras negras para la leche”. (SEGUÍ, Joan – La muntanya i els pastors: aspectes del pasturatge tradicional, 1999)

Gran parte del ganado se vendía cuando comenzaban los fríos, ante la perspectiva de falta de alimentos para los mismos. También se mataba alguna oveja o cordero, y se salaba la carne y se guardaba para todo el invierno. 


LECHE

La leche que se tomaba en las casas solía ser de cabra, aunque más antiguamente también era de vaca y de burra. Cada casa tenía una cabra o dos, que las ordeñaban por la noche para tener leche para toda la familia. Las cabras se entregaban por la mañana a un pastor, que las agregaba a su rebaño y las llevaba a pastar. Además, comían hierba y hojas de chopo. En cada ganado de ovejas había ocho o diez cabras. Los machos cabríos guiaban a todo el rebaño. Cada cabra, después de parir, daba dos litros de leche diarios. Al anochecer, el pastor iba pasando por la puerta de las casas e iba devolviendo las cabras. Muchas veces, el mismo pastor las dejaba a la entrada del pueblo junto a donde está el puente, y las cabras subían ellas solas e iban cada una a su casa. Por la noche dormían en el corral de cada casa, y les daban de comer algarrobas.


QUESO

“El queso se hacía en pocos pueblos, como Balones. En ocasiones, los pastores producían para consumo propio la “lleta”, que era una leche semicuajada parecida al yogurt”. (SEGUÍ, Joan – El pasturatge tradicional de ovelles i cabres. El cas de la comarca valenciana del Comtat, 2018)


LANA Y PIEL

“También se aprovechaba la lana, la piel y los cuernos. Un macho de oveja roja podía producir unos cuatro o cinco kilos de lana al año, mientras que una hembra producía unos dos o tres”. (SEGUÍ, Joan – El pasturatge tradicional de ovelles i cabres. El cas de la comarca valenciana del Comtat, 2018)

Los esquiladores eran de fuera, y casi siempre venían unos aragoneses que vivían en Orba. Venían sobre el mes de mayo, y también esquilaban a las caballerías. Los pastores después vendían la lana. 

Las pieles también se aprovechaban, fundamentalmente por los carniceros. En ocasiones, los pastores castraban a algún macho cabrío de cabra blanca para sacrificarlo a los dos o tres años y aprovechar la piel completa para hacer un cuero que sirviese como contenedor de líquido (aceite o vino)”. (SEGUÍ, Joan – El pasturatge tradicional de ovelles i cabres. El cas de la comarca valenciana del Comtat, 2018)


PASTORES

A principios de siglo, muchas veces los pastores eran niños, de alrededor de unos doce años. Se ganaba muy poco dinero, o nada, porque eran ganados familiares. La comida del día la llevaban en una bolsa hecha con piel de cabra, como una mochila, que se llamaba “sarró”. En los años cuarenta y cincuenta, los niños,  los 14 años, ya eran enviados a cuidar el ganado.
En verano, como durante el día había altas temperaturas, los rebaños pasaban la noche pastando en el monte. Los pastores cenaban temprano y, antes de hacerse de noche, salían hacia el monte.
El último pastor del pueblo era «Sento» (el marido de Etelvina), que hasta que fue muy mayor iba por el monte con una veintena de ovejas (hasta los años noventa).
En los años 90, a través de la Consellería de Agricultura, trajeron ganados desde Andalucía y todavía están pastando por las sierras de Alfaro y de Serrella. Su presencia en el monte ha traído alguna vez problemas con los agricultores por los daños que hacían las ovejas al arbolado de los bancales cercanos al monte.

En su trabajo “El turismo rural: una alternativa para el desarrollo integrado de los municipios rurales de la Montaña alicantina” (1996), Enric Matarredona escribe:
“La ganadería extensiva ofrece posibilidades de desarrollo en función de la disponibilidad de pastos, aunque este desarrollo tropieza con dos dificultades: en primer lugar, la saturación de mercado y falta de vías de comercialización que hacen que la rentabilidad sea escasa, y en segundo lugar, la falta de motivación de la juventud para dedicarse a esta actividad (que cuestiona a medio plazo su existencia)”

CONFLICTOS


Eran frecuentes los conflictos entre los pastores y los que tenían tierras, porque era corriente que los rebaños entraran en tierras ajenas y estropeasen lo que hubiera sembrado. En tiempos, hubo incluso quien ponía cristales rotos en la fruta caída para que muriera el ganado cuando entrara en el bancal y comiese aquél fruto.

MÁS INFORMACIÓN

Para saber la historia del ganado y de los corrales es imprescindible leer los estudios que al respecto hizo Juan Ramón Seguí:
-en 1997 “Recerques del Museu d´Alcoi. nº 6. El procés d´abandonament dels corrals al terme de Famorca”.
https://www.raco.cat/index.php/RecerquesMuseuAlcoi/article/view/183538/236257
-en 2018, Joan Seguí publicó un trabajo denominado “El pasturatge tradicional de ovelles i cabres. El cas de la comarca valenciana del Comtat”.

http://www.revistacaramella.cat/wp-content/uploads/2018/02/c22_segui.pdf

Imagen del libro «Els musulmans al Comtat», 2010

MULOS

Solía haber un mulo por casa. Normalmente, en las casas que tenían menos dinero, en vez de mulo, tenían un burro. Los mulos se compraban en la feria de Cocentaina, o bien a los tratantes de ganado, que se movían por los pueblos con reatas de quince o veinte mulos. Los tratantes muchas veces eran gitanos.

Los mulos, aparte de usarlos para el campo, se usaban para el desplazamiento entre pueblos. Los mulos vivían en la casa familiar, en la cuadra que estaba junto al corral. Comían paja mezclada con alfalfa, algarrobas, maíz, avena o cebada. Cuando iban a llevar los mulos a labrar o trillar, les daban mejor alimentación, con pienso y algarrobas, y cuando no, solía ser paja con alfalfa. La paja que les sobraba después de comer, ya no la querían después, y entonces se extendía por el suelo de la cuadra.
Para que no les acudieran muchas moscas y mosquitos, se les ponía por encima de la cabeza, un lazo hecho con plantas trepadoras con flores que se críaban junto a los caminos.


Las caballerías llevaban un serón (“sàrria”) para trasladar las cargas, aunque a veces llevaban otros aparejos. Estos aparejos, según la función, recibían varios nombres, como el “aiuader” para llevar cántaros de agua, o los “anganells”, que era parecido al aiuader, pero de madera, que servía para llevar cestos de uva o de manzanas o de otra fruta, y cabían dos capazos a cada lado del animal. También se usaban los “corvos”, que tenían tres espacios a cada lado, para llevar cestos. Había otro aparejo especial de esparto para llevar colmenas, con dos cups a cada lado. Entre el serón y el animal se ponía una manta gruesa que se le llamaba “parellá”.
Para abrevar se les llevaba un poco más arriba de la font de Baix, donde había un abrevadero (Abeurador)
Los asnos, mulas, machos y el ganado lanar y cabrío iban a abrevar al «abeurador», guiados por el pastor, antes de empezar la faena y al terminarla. 

Los mulos se solían herrar dos veces al año, y para herrarlos, normalmente se les llevaba a Castell de Castells, o venía el herrero de allí al pueblo. Alguna vez, en Benimassot, pero menos. A la caballería, al herrarla, se le ponía una mordaza llamada “torçon”, que consistía en dos palos con dos anillas en un extremo y en el otro una correa. Se quitaba la herradura vieja con un cortafríos y un martillo, y luego se recortaba el casco con el “ambroix”, que era una especie de pala de hierro con los bordes cortantes, y luego se le ponía la herradura nueva con clavos (normalmente la herradura se calentaba antes de ponerla, para que se acoplara mejor).

EL CERDO

La Carta Puebla prohibía, expresamente, que se tuviesen los cerdos sueltos por los campos, y sólo autorizaba el tenerlos si se tenían en casa, o atados en la propiedad de cada uno. Se permitía tener un máximo de cuatro cerdos por familia, lo que parece un poco exagerado.
En cada casa criaban un cerdo normalmente, o como mucho, dos. Aunque en los censos de animales ponga que había veinte o treinta cerdos, se trata de una ocultación, ya que siempre había muchos más. Con los embutidos que hiciesen al matar al cerdo, tendrían para comer casi todo el año.
El cerdo vivía siempre dentro de la “porquera” (pocilga), que era un cuartito pequeñito, con techo, y de poca altura, donde apenas cabía el animal. La “porquera” estaba en el corral, al fondo de la casa.

Hasta los años treinta, era muy corriente sacar al cerdo a la calle para comer. Se le ataba una cuerda a la pata y se anudaba la cuerda a la reja de alguna ventana o a alguna anilla que siempre había en la fachada de las casas. A veces, se llevaba al cerdo hasta el bancal, y allí estaba pastando mientras se hacían las faenas del campo.
En primavera, se compraban los cerdos, pequeñitos, y se engordaban a lo largo de todo el año, hasta que en diciembre o enero se mataban. Nunca se dejaba que criaran de un año para otro. Los cerditos pequeños, en los años treinta, los traían desde Extremadura, y los vendían unos señores que eran de Albatera. Otras veces los traían desde la Vall d´Ebo o desde Altea. A los cerditos los traían en piara, como si fueran un rebaño de ovejas, y llevaban esta piara por todos los pueblos y, cuando llegaban a cada pueblo, salían los vecinos a comprarlos, y elegía cada uno el que quería, y luego se iban a otro pueblo.

La alimentación de los cerdos era bastante buena, dentro de la penuria que había. Hasta que no acababa el verano tomaban poca cantidad de alimento y, después, se les cebaba, con objeto de que alcanzaran mucho peso en el invierno.
Con frecuencia comían una mezcla de “segó” (salvado), con harina y las sobras de la comida. También se le daban higos, salvado, patatas, maíz, legumbres, hortalizas, frutas caídas de los árboles, peladuras, etc. El maíz se usaba más cuanto menos tiempo faltaba para la matanza. Incluso, cuando hacía frío, se les hacía una cazuela grande de caldo con trigo y avena, y se les daba templado, para que tuvieran algo caliente en el cuerpo.
En los meses de julio y agosto, para que no estuviesen muy gordos, y con el calor enfermasen, se les daba una pasta hecha con “segó” y “pinyols” (huesos de oliva), que se habían puesto a remojo y se habían picado. Acabado el verano, la pasta se hacía con higos, “pinyols” y maíz.

Con frecuencia, para que el animal engordase más, se le castraba. Esta operación la hacía el sanador, que era un señor que iba de pueblo en pueblo haciendo esta operación. Cuando el sanador llegaba al pueblo, daba la vuelta por las calles tocando una especie de flauta o silbato hecho con tubos de latón, que se llamaba “sanaporc”.

Los cerdos enfermaban con frecuencia de una especie de sarna, y entonces, para curársela les frotaban con un “espigó” (espiga de maíz) untada con aceite y azufre.

MATANZA DEL CERDO

Como el frío duraba más tiempo que en otros sitios, y se quería tener avanzada la recogida de la oliva, siempre se esperaba a matar el cerdo a finales de año e incluso e enero.
El día de la matanza del cerdo era un día grande para la familia, y se celebraba como una fiesta importante. Aquel día acudían los familiares cercanos y los vecinos, chiquillos incluidos, y todos participaban en el trabajo. Toda la operación se llamaba “porquear”, y duraba desde dos días antes de matar el cerdo hasta casi una semana después.
El matarife siempre era el mismo, para todas las casas. Solía tener una bolsa de esparto donde llevaba varios cuchillos con los que hacía los diversos trabajos.
La matanza se iniciaba al amanecer. Entre tres o cuatro hombres intentaban sacar al animal de la “porquera”, y para conseguirlo se le ataba una cuerda a la pata y tiraban, o bien el matarife le clavaba un gancho en la papada y lo llevaba hasta la calle. Entre varios ponían al animal encima de un banco de madera, y allí el matarife le degollaba con un cuchillo de doble filo. El cerdo daba fuertes chillidos mientras agonizaba y se desangraba. La sangre se recogía en un “llibrell” (lebrillo) de barro o en un cubo grande de hierro. Mientras tanto, una señora removía la sangre con la mano para evitar que cuajase.
Una vez que ya había dejado de salirle sangre, se le quemaba el pelo con aliagas encendidas. Estas aliagas se habían ido a cortar días antes y se habían dejado a secar.

A continuación se le echaba agua hirviendo sobre la piel. El agua ésta se había calentado en calderos mientras se estaba matando al animal. Después se rascaba la piel con fuerza con una rasqueta o con unas cazoletas de bordes afilados, con un cuchillo afilado e incluso con una piedra rasposa, y mientras se le iba echando más agua caliente, y se seguía rascando hasta no dejar rastro de pelos, y luego se lavaba con agua. Una vez que estaba limpio, lo entraban dentro de la casa colocado sobre el banco de madera.
Después, se colgaba de un gancho que se cogía a una viga, y a veces en las casas había un agujero en el techo de la planta baja y por ahí se pasaba una cuerda gruesa de la que se colgaba.
Una vez colgado el animal, se despellejaba con un cuchillo fino, y se abría en canal. Se le extraían las vísceras y los intestinos, con especial cuidado de que no se rompiera ni la vejiga ni la vesícula biliar. Después se terminaba de abrir con un hacha pequeñita. Al final se descuartizaba separando las paletillas que son los cuartos delanteros y los jamones que son los cuartos traseros.
Después, los trozos de carne se colocaban sobre unos cañizos sobre los que se había puesto una sábana encima.

A mediodía se comía una “fritanga” de magro con tomate o bien se hacía una paella con carne de cerdo y garbanzos. La comida se hacía para todos los que estaban trabajando, y para la familia y los vecinos. Muchas veces, no se hacía comida al mediodía y se hacía una paella, con carne de cerdo y garbanzos, por la noche, y se continuaba la fiesta hasta tarde.
Como muchas veces siempre llamaban a la misma gente para ayudar a la matanza y a hacer los embutidos, y la matanza se hacía en días consecutivos, los ayudantes estaban durante un mes cenando todos los días paella

LOS EMBUTIDOS

Uno o dos días antes de la matanza, las mujeres de la casa habían hervido las cebollas y el arroz en calderas. Una vez hervidas las cebollas se metían en un saco, y se ponían encima de una tabla, con piedras encima, o también se ponían en una mesa inclinada, para que fueran soltando el agua. Con antelación también se preparaban las “salsas” (especias) para la sobrasada.

Mientras se iba descuartizando al cerdo, las mujeres se ponían alrededor de una mesa grande, y separaban la carne para los distintos usos, e iban poniendo los trozos en “llibrells” que, a veces, tapaban con cañizos y con una sábana blanca.
Las tripas del cerdo se lavaban bien en el Barrancó, o en las fuentes de la Creu o de Les Fontetes. Se limpiaban con limón y con naranja y con harina de cebada, y luego se volvían del revés. También se lavaban con agua, sal y vinagre. Estas tripas servirían después para los embutidos.
Para las morcillas se empleaban “budells” (tripas) de vaca que se compraban en madejas saladas, y las vendían en Cocentaina.

Desde el primer momento, se empezaba a picar la carne, y se iba removiendo contínuamente la sangre para que no cuajase, y se comenzaba a hacer los embutidos.
La “cansalada” (el tocino) se iba colocando en una “gerra” (tinaja) grande, con capas de sal en medio para que se conservase, y asarlo cuando conviniese.
El “fregit” (frito o adobo), se hacía friendo con mucho aceite el “llomello” (lomo) y las costillas, en general se empleaban las partes más sabrosas de la carne. Luego todos los trozos fritos se guardaban, cubiertos de aceite, en un “gerró” (tinaja pequeña), y se tapaba con un plato. Este aceite se empleaba después, a lo largo de todo el año, para cocinar y para guisar los garbanzos y las lentejas, y también para el arroz al horno.
Las orejas, la cola y el morro, también se freían y se guardaban en aceite, y después se utilizaban para hacer arroz con judías, nabos y pencas.

El “sagí” (manteca) era la grasa del cerdo y se guardaba para hacer pasteles mezclándolo con harina.
El “cuixot” (pernil), se lavaba y se secaba en un “llibrell”. Encima de un banco pequeñito se ponía sal y se ponía encima el pernil, y luego se cubría de sal, tapándolo bien y no dejando huecos. Los perniles se dejaban enterrados en sal unos quince días o un mes, (cuanto más tiempo más salado estará el jamón, pero también más curado), luego se le quitaba la sal y se le untaba pimentón con aceite (para que no acudieran las moscas), y luego se guardaban en “gerrons”, para que no se secara y estuviera tierno. El gerró se tapaba con una “gleba de pinyol”.

La “sobrassada” (sobrasada), era especialmente buena, probablemente porque los métodos habían pasado de padres a hijos desde los repobladores mallorquines del siglo XVII. La sobrasada se hacía con “magre” (magro), “cansalada” (tocino), corazón y pulmón, todo ello picado con “pebre roig” (pimentón), orégano, canela, pimienta,”clavell” (clavo) y sal. Luego se llenaban las tripas más anchas con esta pasta, y para ello se empleaba la máquina de picar. Las “sobrassadas” se colgaban en una habitación, de viga a viga, puestas horizontalmente, atándolas a clavos de las vigas. No comenzaban a comerse hasta el verano.
Las “llonganisses” (salchichas o longanizas), se hacían con la misma pasta que la “sobrassada”, pero se utilizaban las tripas más delgadas. Si se querían “llonganisses rotjas”, se añadía más pimentón a la pasta. También se colgaban horizontalmente como las “sobrassadas”. No se comenzaban a comer hasta Pascua.
Las “botifarres de ceba” (morcillas de cebolla) se hacían con “cansalada”, pimentón, pimienta, clavo y sangre, añadiéndoles la cebolla y un poco de arroz, y se amasaban bien en el “llibrell” y se llenaban las tripas con la máquina de picar, atándolas con hilo.
Las “botifarres de carn” (morcillas de carne) se hacían picando la “cansalada”, el magro, el corazón y el pulmón, y se amasaban con sangre y especias.
La “pasta bona” era una pasta parecida a la de las “botifarres de carn”, pero con más “freixura” (pulmones). Si se empleaba como envoltura el estómago se le llamaba “goset”, y si se usaba la vejiga, “bufeta”.

Las “botifarres”, el “goset” y la “bufeta”, una vez hechas, se escaldaban en una caldera muy grande y cuando estaban secas, se guardaban en una “gerreta” (tinaja).

GALLINAS Y CONEJOS

Hasta no hace mucho tiempo, comer gallina, pollo o conejo, era algo extraordinario. Los corrales de gallinas y conejos eran muy pequeños y estaban dentro de las casas. En el corral se echaba paja para hacer fiemo.
Los conejos comían hojas de chopo, sobras de hortalizas y hierba. Las gallinas comían trigo, maíz, sobras de hortalizas y “segó pastat”, que era una pasta con agua y salvado.
Algunas veces tenían patos y pavos. Además, había un par de palomares en todo el pueblo.
Los huevos apenas se consumían, y se vendían a comerciantes que venían. Los huevos se guardaban enrollados en papel de estraza para evitar roturas.

045. VIDA COTIDIANA (1)

VIDA COTIDIANA

Victor Navarro, en 1913, le dedica unas bonitas palabras a la Vall de Gallinera que podrían referirse igualmente a Famorca:
«La pau de la Vall.
El poblet era realment tranquil: com no cantara algun gall, bramara algun burro, plorara algun xiquet o riguera alguna fadrina, res no venia a rompre el silenci d´una naturalea en calma. El cel estaba quasi sempre blau, sense res mes que algun nuvolet blanc que pareixia un pedas volander de cotó-en-pél: l´aire, encara fresc, rara volta passava a ser vent; el sol resplendía sense abrasir; i les nits eren tan suaus i dolces, que donava llástima anarse´n al llit. Tot respirava pau i felicitat; tot pareixia succeir amb regla i compás, com si la vida funcionara per moviment d´una máquina sáviament muntada i perfectament dirigida…
Des del llit, tots los matins sentís jo les esquelles dels ramats que eixien a pasturar, i ja savia que eren les uit. Si per casualitat –prou rara- em despertava al ferse de dia, llavors era el tráfec dels llauradors que amb els animals anaven als bancals o a la serra. I a boqueta nit tota aquella gent tornaava portant un aire de satisfacció i amorós interés, que donaven la sensació d´una tranquilitat d´esperit filla de la consciencia del deure complit, i d´una dolça esperança de rebre, en arribar a casa, la justa i acostumada recompensa en el carinyo de la familia. Fins els animalets acaminaven més lleugers a l´olor de l´estable o del corral». (Victor Navarro i Reig)

Se vivía al ritmo de la luz del Sol, la hora era la solar. Nadie llevaba reloj, y se sabía la hora por los toques de las campanas o porque al mediodía, daba el Sol justamente sobre la Penya del Migdia, que es una roca característica, de color rojizo, que hay en Alfaro, dentro del término municipal de Fageca, pero pegando al de Famorca.
La gente se levantaba a las cinco o las seis de la mañana, para ir temprano al campo. La primera que se levantaba era la mujer, y se ponía a preparar el almuerzo que se tenían que llevar los hombres al campo. Normalmente se volvía a comer a casa y, en verano, se dormía una pequeña siesta. Después de acabar la faena, antes de cenar, los hombres se juntaban un rato en el bar y las mujeres se iban a la iglesia a rezar el rosario.
La cena era a las siete u ocho de la tarde, y en verano, un poco más tarde. Después de cenar, a lo mejor se rezaba el rosario, o se arreglaba alguna cosa, o se estaba hablando junto a la lumbre en invierno, o a la fresca, en verano, que salían a la calle y estaban sentados hablando con los vecinos y con algunos otros que se acercaban. Los mozos, después de cenar, salían un rato a hablar con otros mozos o a rondar.

La vida consistía en trabajar, buscar qué comer y rezar. Había que vivir sin gastar, sacar partido a todo, aprovechar las cosas del campo y del monte y procurar comprar lo menos posible. Apenas entraba dinero en casa, prácticamente sólo de vender las almendras, el aceite y los huevos, y la gente tenía que ahorrar para cuando fuera mal la cosecha o hubiera alguna desgracia.
Había muchos pobres. Los que tenían pocas tierras tenían que ponerse a trabajar para otros que tenían más tierras. Las tierras sólo daban fruto con muchísimo trabajo, ya que los bancales eran muy pequeños y en la ladera de la montaña. Los caminos eran malos y todo costaba mucho esfuerzo.


La vida allí era terriblemente dura. Los hombres trabajaban de sol a sol, y las mujeres también. Y los niños en cuanto podían ayudaban en el campo o en la casa, o iban a cuidar el ganado. Las mujeres, además de llevar la casa y de cuidar a los hijos, también ayudaban en el campo, y hay que acordarse de que no había ninguna comodidad de las que hay ahora.


Si había algún enfermo o lisiado se tenía que quedar en casa, lo que aumentaba los gastos. Cuando se hacían mayores, al no cobrar pensión, tenían que vivir de lo que les dieran los hijos y de la renta de las tierras.
La mortandad infantil era muy elevada, había muchas enfermedades, muchas mujeres morían de parto, y, en general, pocos llegaban a viejos.


EMBARAZO

No había métodos anticonceptivos y había muchos embarazos no deseados. Las mujeres no se cuidaban mucho durante el embarazo y había muchos abortos.

PARTO.

Los niños nacían en la propia casa. Morían muchos niños en el parto y también muchas madres, hasta el punto de que, por eso, había más viudos que viudas. Una mujer del pueblo hacía las funciones de comadrona. Después de nacer, la madre y  el chiquillo no salían de casa durante un mes. Cuando la madre acababa de dar a luz, mataban una gallina en la casa y hacían caldo, y la madre casi sólo se alimentaba de caldo de gallina durante muchos días. Durante cuarenta días se procuraba que la madre tuviera más higiene que la normal y no se le dejaba que tocara la basura.
Las mujeres cuando tenían el período no pastaban el pan ni preparaban la comida, y apenas salían de casa.

ADOPCIONES.

A fines del siglo XIX y a principios del siglo XX, era  frecuente que una familia sacara del Hospicio algún niño o niña, que se criaba como un miembro más de la familia, y no se hacía ninguna distinción con los legítimos.

MADRES DE LECHE

Generalmente por causas de enfermedad, o por otras causas, a veces la madre no podía amamantar a su hijo, y como no había los preparados lácteos que hay ahora, tenía que ser otra mujer la que amamantara al hijo. Como la amamantadora y el niño tenían que estar casi siempre juntos, el niño se criaba en casa de la amamantadora durante unos meses. También ocurría que, cuando la situación económica era muy mala, había madres que se iban a Argel para amamantar niños y ganar así algo de dinero, y tenían que dejar a sus hijos al cuidado de alguien.

AHIJADOS

Si algún matrimonio no tenía hijos, ocurría que algún pariente cercano, normalmente algún hermano, cedía temporalmente a algún hijo para que aquellos lo tuvieran como hijo propio y les pudiera ayudar en las faenas de la casa o del campo.

BAUTISMO.

A los ocho o quince días de nacer, se hacía el bautizo del niño. No siempre se hacía celebración por el bautizo. Otros hacían bizcochos, magdalenas, etc. y las ponían en mesas en casa, y la gente del pueblo iba pasando comiendo pastas y bebiendo vino moscatel. En la calle, el padrino lanzaba a los niños caramelos y moneditas.

INFANCIA.

Al niño recién nacido le ponían en un capazo, y colgaban el capazo de una cuerda anudada a un clavo en el techo. El capazo lo tenían junto a la puerta de entrada de la casa, y se iba moviendo el capazo para acunar al niño. A los bebés se les alimentaba con una papilla hecha de harina y leche.

COMUNIÓN

Se hacía por el Corpus, o días antes, y el día del Corpus los comulgantes salían en procesión los comulgantes. Todos los niños del pueblo comulgaban a la vez. A principios del siglo XX comulgaban entre los siete y los nueve años. El vestido de comunión de las niñas era una bata de diversos colores que les llegaba hasta las rodillas. Los niños llevaban un pantalón y una camisa. Después de la comunión, antes de comer se convidaba a los allegados a dulces, y algunos, muy pocos, los invitaban a comer. A partir de los años cincuenta, los que habían tomado la comunión iban de casa en casa todos juntos, pidiendo que les dieran alguna propina.
En los años treinta, comulgaban entre los 7 y los 9 años.

EDUCACIÓN

La asistencia a la escuela no era regular. Los niños comenzaban a trabajar a los siete o nueve años, e iban a ayudar en las faenas del campo o cuidaban ganado. Las niñas eran educadas para hacer las cosas de la casa y para prepararse para el matrimonio.

JUVENTUD

Mientras los chicos jóvenes salían por ahí y se divertían, las chicas jóvenes no podían salir ni divertirse y, además, tenían que llevar una vida más hogareña que los hombres.

NOVIAZGO

Se casaban entre los veinte y veinticuatro años. Cuando se casaban apenas se conocían, y con frecuencia casarse con uno o con otro dependía más de los arreglos de las respectivas familias que del amor que se tuvieran.
En el siglo XIX cuando los que habían sido novios abandonaban el noviazgo, el novio por despecho, apilaba alguna albarda vieja y otras cosas junto a la fachada de la casa de la novia y le prendía fuego, ensuciándole la fachada.

PEDIDA DE MANO

El novio y sus padres iban a ver a los padres de la novia, y les exponían los bienes que el novio aportaba al matrimonio, y los padres de la novia se obligaban a igualar con dinero o bienes lo que el novio aportaba. A este acto se le llamaba “l´encartament”.

LA CONVIDÁ.

El hombre que se iba a casar, días antes de la boda, invitaba a los que no se habían casado del pueblo todavía. Si el que se casaba con una chica del pueblo era forastero, hacía una convidada más importante, para compensar el llevarse a una chica del pueblo.

AJUAR (“aixouar”).

La novia iba a Alcoy a comprar la tela para las sábanas, y ella misma se las bordaba, poniendo sus iniciales y una cenefa. El bordado lo hacía a mano, aunque cuando aparecieron las máquinas de coser se utilizaron éstas. Otras, las que no sabían coser, los daban a otras para que se los bordaran. A las toallas también se les ponían las iniciales. Para el ajuar también se hacía la ropa interior. Las mantelerías las compraban hechas o se las bordaban ellas. Además, dentro del ajuar estaba la vajilla, la cristalería y todo lo de la cocina. El novio, normalmente, ponía el edificio de la casa, y también los muebles.

MATRIMONIO

Hasta que tenían casa, la mujer iba a vivir a casa de la familia del marido. Con muchísima frecuencia los varones se casaban con chicas de fuera y las chicas también. Hago observar que aunque se conservan prácticamente los apellidos de los repobladores del s. XVII, no es porque los del pueblo se casaran entre sí, sino porque los varones se quedaban en Famorca y se mantenía el apellido en el pueblo.
El día de la boda, los novios se ponían trajes bonitos. Las novias se casaban con un traje negro largo. A la salida de la boda se le tiraban a los niños caramelos y monedas. Muy pocos hacían comida con invitados para celebrar la boda. Lo normal era tomarse un aperitivo, todo basado en dulces, y no acudía mucha gente. Muchas veces, después de la boda se hacía una chocolatada en casa de la novia, y se ponían magdalenas, bizcochos, mantecados y otros dulces, acompañado de licores y aguardiente. Sólo a partir de 1945 alguno de los que se casaban empezaron a invitar a una paella a los familiares y amigos. Hasta los años veinte, o más tarde, no había costumbre de regalar nada a los novios. Lo del viaje de novios no llegó hasta bien entrado el siglo XX, y no en todos casos ni mucho menos. Se solía ir a Calpe, a Valencia, a Barcelona, etc.

MATRIMONIO ENTRE VIUDOS

Era muy corriente el casarse al enviudar, y casi siempre se tenían hijos con la nueva pareja. También era frecuente casarse con un hermano o hermana del que se hubiera muerto. Cuando se casaban dos viudos, los mozos del pueblo iban con cencerros (“picots”) y gritaban y cantaban y les gastaban bromas pesadas. A esto se le llamaba la “cencerrá” o “la picota” o “l´esquellada”, y se hacía o la noche de después de la boda o la noche de antes.

LA EXTREMAUCIÓN

Iba el sacerdote a casa del enfermo, y le hacía una cruz en los pies y otra en la frente. Cuando el sacerdote iba por la calle llevando el viático a los enfermos, un monaguillo iba a su lado haciendo sonar una campanilla.

HERENCIA

Normalmente heredaban todos los hijos a partes iguales, aunque los varones siempre heredaban más. No se heredaba hasta que no se morían los padres. Los hijos varones cultivaban las tierras y les daban a sus padres la mitad de la cosecha. Cuando se repartía la herencia, acudían varios testigos del pueblo y el sacerdote.

LAS CASAS

La casa se destinaba a satisfacer las tres necesidades básicas de la familia: residir (comer y dormir), cobijar a los animales domésticos y guardar los aperos y parte de la cosecha. En función de estas necesidades, se construían las casas. La estructura de las casas se ajustaba a las necesidades agrícolas y de subsistencia de la familia. La casa siempre era más larga que ancha, la fachada era estrecha, y casi todas tenían la planta baja con corral y una planta encima, aunque a partir de los años treinta aumentaron mucho las de dos pisos encima.

 Casa junto a la iglesia



 Veamos cómo eran las casas:
En la planta baja, entrando, a mano derecha o izquierda, había una habitación o dos. Una de ellas se empleaba como dormitorio (si había personas mayores o enfermas, dormían aquí), y la otra también como dormitorio o como cocina (guisador), que era donde se preparaban las comidas para ponerlas luego al fuego en el “llar”. Al lado solía haber un armario grande cerrado o un cuartito que hacía de despensa. Allí solía haber una pequeña “fresquera”, que era una caja hecha con madera y alambre, y allí se guardaba la carne. En un rincón, normalmente debajo de la escalera, estaba el “canterer”, donde se guardaba el agua en cántaros y en botijos, pero, a veces, debajo de la escalera estaba el “pastador”, para amasar el pan, y el canterer estaba a la entrada. El canterer se cubría con una cortina de tela para que no acudieran las moscas.

Junto a la puerta de entrada, a mediados del s. XIX, había un tragaluz, sin cristal, que se tapaba con la base de un cántaro, liado con un trapo. Luego, este tragaluz se fue haciendo ventana. Ninguna ventana tenía cristales.

La puerta era grande, pues tenía que pasar el mulo por allí,  tenía una sencilla decoración y solía ser de buena madera (mobila, que es un pino especial). Muchas veces se ponía una plancha de latón en la parte baja de la puerta de la calle, para evitar que la humedad dañase la madera. Al ser tan grande, facilitaba la ventilación de la casa. Solía ser de dos hojas, y en una de las hojas había una puertecita pequeña “porteta”, que más modernamente se acristalaba. Entre el marco de la puerta de entrada y la pared, junto al suelo, había un agujero (gatera) para que pudieran entrar y salir los gatos, para cazar ratones. El resto de puertas de la casa eran de pino corriente. Todas las puertas se barnizaban, en especial la de la calle, y como barniz se usaba el aceite que se había usado para freír el trigo. Más modernamente, también se les daba gasoil.

Antiguamente delante de la puerta de entrada se ponía una cortina hecha con cuatro sacos cosidos, más tarde se ponía una persiana hecha con medias cañas o cañas enteras. Por la noche esta persiana debía quitarse o subirse, ya que en el pueblo querían evitar que alguien se escondiera detrás o que les vigilaran. Para que no entraran moscas, a veces, en la puerta de entrada solía ponerse una cortina  hecha con trocitos de sarmientos ensartados en alambres o bien una cortinita hecha con una especie de cadenita metálica; estas cortinas tenían unas arandelitas de las que había que tirar para desplazar la cortina a la izquierda o a la derecha, o bien, también para evitar las moscas, se ponía una tela blanca enganchada en una barra de hierro, que cubría todo lo que era la entrada, ya que en verano las puertas de madera estaban siempre abiertas. Cuando llovía o nevaba se ponía un cañizo delante de la puerta.

Pasada la entrada de la casa había una sala grande donde estaba el “llar”, con la chimenea.  Aquello era el centro de la casa, allí estaba el fuego, se comía y  se pasaba la velada. En invierno, el fuego estaba encendido casi todo el día. Junto al llar, había un banco de piedra pegado a la pared, que normalmente se usaba para colocar allí el “cossi” (cuenco) de la colada. El cossi es parecido a una tinaja, pero más bajo y más ancho.(recipiente grande de barro cocido para conservar agua)
En esta sala solía haber unos armarios empotrados, para guardar la vajilla y algún alimento. Los únicos muebles que había eran una mesita pequeña para comer y una silla por persona, hecha de enea o encordada con soguilla de esparto.

El piso, a mediados del siglo XIX era de arcilla apisonada o de yeso, o bien empedrado. Depende del dinero que hubiera, se arreglaba el piso un poco mejor o peor. Era frecuente que el paso de la puerta al corral, por donde pasaban los animales, tuviera un piso más duro, para que no resbalaran. Luego se pusieron baldosines con mucho relieve, con la forma de tabletas de chocolate. Las paredes estaban encaladas, no se pintaban. Como siempre estaba encendido el fuego, las paredes se ennegrecían con frecuencia, y cada poco había que volver a encalar las paredes. Esto se hacía con brochas. Alguna vez, se coloreaba la cal con azulete o con color rosado. Las fachadas nunca se pintaban, y muchas veces, ni se enlucían, quedando con la piedra vista. A partir de finales del siglo XIX ya se enlucieron todas las fachadas, y luego, se fueron pintando casi todas. En todas las fachadas había una anilla incrustada en la pared, para atar al mulo.

Al fondo, enfrente de la puerta de entrada de la calle, estaba el corral, que era muy pequeño. Había una parte descubierta que se le decía el “ras”, y allí estaban las gallinas, conejos y la cabra de leche, y otra parte cubierta llamada “cobert”, donde estaba la cuadra con el mulo o el asno, y en un rincón “la porquera”, para el cerdo. Las casas siempre olían mal, porque el mulo tenía que pasar por dentro de casa para entrar y salir, y, además, el olor de la cuadra y del corral impregnaba toda la casa. A veces, para perfumar la casa se echaba una cucharada de azúcar sobre el carbón caliente, o, en unos jarrones, se ponían plantas aromáticas. Por la calle y por las casas había muchísimas moscas siempre.

Como no había retrete, las personas hacían sus necesidades en el ras. Cuando iban, se proveían de una caña para ir alejando a las gallinas mientras ellos estaban allí. En el suelo del ras se echaba hierba y los restos de limpiar los márgenes, y también se echaba “brossa”, que era la tierra que había pegada a las raíces del romero. También se echaba paja, pero poca, de la que le había sobrado al mulo. Allí iban a parar las sobras de la comida. No era infrecuente que se recogieran las boñigas de las caballerías, incluso de los caminos y las calles, y se llevaran al corral. Allí se iba mezclando todo y se convertía en “fem” (estiércol). El estiércol se sacaba para el mes de octubre, y se llevaba a los campos como abono.

La leña se guardaba, apilada, en el cobert.

Cerca de la entrada partía una escalera, sin barandilla, que llevaba al piso de arriba.
Todo el primer piso recibía el nombre de “cambra”. En el primer piso había varias habitaciones. En varias de ellas, las más oscuras, se guardaban las tinajas con aceite (“gerres”) y otras con grano y legumbres, otras con carne en adobo, y colgando de las vigas los embutidos, los pimientos, las panochas de maíz, etc. La fruta se solía poner extendida en el suelo de estas habitaciones. Si no había bodega, se guardaba aquí el vino, en toneles pequeños (“tonelets”). En una habitación dormía el matrimonio, y en otras los hijos. A mediados del siglo XIX, lo normal era que hubiera sólo dos habitaciones-dormitorio, una para los padres y otra para las hijas, y los hijos varones, se tenían que acomodar donde pudieran para dormir, bien sobre serones o aparejos, o bien en la pallisa (pajar).

En los dormitorios apenas había muebles. Sólo solía haber un par de baúles con ropa y una cama muy alta, hecha con dos banquillos y unas tablas, con una colchoneta encima. Muy pocos colchones eran de lana, lo normal es que fueran de borra, pero también había muchos rellenos de paja de trigo (“márfegas”) o rellenos con “pellorfa” de maíz (la corteza que cubría la panocha). Los colchones debían varearse una vez al año, y eso lo hacía la mujer de la casa. Las telas para los colchones se compraban en Alcoy.

En algunas casas se construyeron hornos, normalmente en la planta baja. Eran hornos de apenas un metro de largo, con forma de bóveda de cañón, y tenían una cámara para el fuego y otra para cocer.

Las ventanas eran muy pequeñas, y sin cristales, y era corriente que hubiera un balcón encima de la puerta de la entrada, que correspondería a la habitación donde dormía el matrimonio.
En el segundo piso estaba el “portxi”o “la pallisa”.


Si sólo había dos pisos, todo lo que describo a continuación estaba incluido en el primer piso.
En el portxi no solía haber tabiques. En una esquina se amontonaba la paja, y allí había un agujero que comunicaba con el pesebre del mulo, y por ese agujero se dejaba caer la paja para los animales. El portxi también se usaba como almacén. Allí se ponían herramientas, aperos del campo, tinajas vacías, esportines, etc. Aquí nunca se almacenaban los alimentos, pues era frecuente que hubiera ratas y ratones. Había un ventanal muy grande, que siempre estaba abierto, y por ahí se metían las cosas voluminosas, la “aixaviga” con la paja, etc. Como el portxi estaba oscuro y la ventana estaba abierta, era muy común tener murciélagos allí.
El tejado era bastante inclinado, pues llovía y nevaba mucho. Siempre era de teja, con canales. Las tejas se ponían sobre cañizos, obrados con yeso. Hasta hace muy poco, a nadie se le había ocurrido poner terraza. La chimenea se solía tapar con una plancha de hierro puesta sobre cuatro hierros, para que no entrara agua de la lluvia.
Muchas veces, debido al desnivel del terreno, se aprovechaba esto y se hacía una bodega que, además de para guardar el vino, servía para guardar muchas otras cosas. Las pocas bodegas que existen tienen paredes muy gruesas y pilares robustos.

Bodega de la casa de María Jesús Vidal


Las casas se hacían siempre con piedras, y estas piedras se unían con mortero hecho con cal y arena. La cal la sacaban de los hornos de cal y la arena la sacaban del río o de zonas donde se había depositado arena en otro tiempo.









046. VIDA COTIDIANA (2)

LIMPIEZA

La ropa se lavaba en el lavadero, pero también en “Els Noguerets”,  en el río o en las balsas de cerca del pueblo (Fontetes, Clot, etc.). Se utilizaba un jabón casero hecho con aceite y sosa. Cuando la ropa estaba muy sucia, se hacía la colada. El lavado de ropa era muy penoso, y era normal que en invierno hubiera que romper el hielo de la superficie para poder lavar en el lavadero.

El cuenco de la colada (“cossi”) se colocaba en un banco de piedra al lado del llar. El cuenco era como una tinaja grande y ancha, con un agujero en el lateral en la parte de abajo. A mitad del s. XIX se hacía la colada de la siguiente forma: Se ponía la ropa dentro del cossi y, de ahí, partía una caña hueca, a modo de cañería, que atravesaba la chimenea y vertía el líquido sobre la caldera que estaba puesta al fuego; en la caldera se estaba calentando el agua con la lejía, y con un cazo se iba vertiendo líquido sobre la ropa. Al principio, se añadía sólo agua hirviendo y luego, agua con “lejía”, y se repetía la operación varias veces. La colada se hacía dos veces al mes. La lejía se fabricaba en casa. Para ello se quemaban cáscaras de almendras y las cenizas se disolvían en agua.

A veces, se tintaba alguna prenda, normalmente cuando había que llevar luto, y entonces se diluía el tinte en un recipiente con agua caliente, sin que llegase a hervir, y se iban introduciendo las prendas dentro.

Para planchar, se utilizaba una plancha que era toda de hierro, con agujeros por los dos lados. Dentro se ponían las brasas del fuego y, además, carbón, y había que tener cuidado de que no se acabara el carbón. Con frecuencia salían llamas, y a veces, caía ceniza o saltaban chispas, y se quemaba la ropa. Se planchaba encima de una mesa, con una manta y una sábana encima.

La vajilla se limpiaba con jabón lagarto y esparto, aclarándola en un “llibrell” y cambiando el agua cuando estaba sucia. Antiguamente se usaba tierra de fregar, que era una tierra que tenía arcilla y cal, y la traían a vender los vendedores ambulantes. Con la estepa se quitaba la grasa de las ollas grandes y la de las paellas.

La limpieza de la casa también era muy trabajosa. La casa siempre estaba sucia por los animales y por las faenas del campo. El piso se barría con una escoba de palma, y donde había suelo con piso, se fregaba con un trapo, arrodillándose en el suelo, y con un cubo de metal (esto se hizo hasta no hace mucho tiempo, pensemos que la fregona no se inventó hasta los años cincuenta, y aquí aún tardó más en llegar). Primero se mojaba todo el suelo con agua y jabón y luego, con el trapo escurrido, se recogía el agua.

Donde se hacía fuego, se limpiaba con “tap” (una arcilla especial).

En la casa había muchas moscas. Se espantaban con un “vental”, que era un palo corto con tiras de tela en un extremo, y cuando había muchas, entre todos los de casa, las iban echando hacia la calle con trapos y toallas, y cuando estaban junto a la puerta, se retiraba el toldo y salían todas.

Los piojos eran muy comunes. Se quitaban los piojos con un peine especial que tenía las púas muy juntas (“pinta”). Los niños se ponían de rodillas en el suelo, con la cabeza sobre las rodillas de la madre y ésta les pasaba el peine y les buscaba los piojos de la cabeza, a esta operación se le llamaba “espluar” o “espulgar”.

Dentro de los armarios, para ahuyentar los insectos se ponía espliego.

FABRICACIÓN DE JABÓN

Para fabricar el jabón se aprovechaba el aceite rancio. El proceso se hacía en crudo. En un gran recipiente de hojalata se ponía media arroba de aceite del de limpiar las tinajas, o aceite rancio, y luego se le añadía un kilo de sosa cáustica, que se había puesto a remojo la noche anterior. Luego se ponía media arroba de agua y se añadía harina (un puñado con las dos manos). Después se removía todo y se hacía una pasta, que ya era el jabón. A veces, la mezcla “se cortaba”. Si se cortaba, se ponía al fuego y se removía hasta que se hacía una masa compacta. Cuando la pasta se había endurecido, se cortaba en cuadrados y cada cuadrado era una pastilla de jabón. Aparte de esto, desde principios de siglo ya existía el famoso jabón “lagarto”, que se compraba a vendedores ambulantes y se empleaba para casos especiales.

FUEGO

Las cerillas no aparecieron en España hasta 1844, y a los pueblos llegaron mucho más tarde. Todavía recuerdan los mayores del pueblo la primera vez que en Famorca se vio una caja de cerillas (mixtos), que fue un domingo, en los años veinte, que mientras se estaba jugando a la pelota, un señor de Beniarrés que había venido a ver la partida, se encendió su cigarrillo con una cerilla, y todos quedaron maravillados.
El fuego se conseguía produciendo una chispa con un eslabón sobre el pedernal, y luego se prendía una mecha.

La leña que se usaba para el fuego siempre era de los propios bancales, de podar o de arrancar algún árbol. Se llevaba a casa en el mulo. Para hacer fuego se empleaban “glebas de pinyol”, que eran restos de las olivas prensadas para la extracción de aceite que, una vez secas, se guardaban. La vida en invierno se desarrollaba en torno al fuego. Por las noches, uno se calentaba antes de dormir y con el cuerpo caliente se iba a dormir sin que hubiera más calor en ninguna habitación. Los braseros apenas se usaban.
Si se estaba mucho tiempo junto al fuego salían manchas en las piernas, que se llamaban cabras, “cabretes” o vacas.

VESTUARIO MASCULINO


Madoz, en 1845, al hablar del traje que se usaba en la provincia, detallaba muy bien el traje que, hasta principios del siglo XX, se llevaba los días de fiesta en Famorca. Madoz lo describía así: “..camisa blanquísima prendida al cuello, con un pañuelo de color, cerrado con una ancha sortija, chaleco de terciopelo negro, o de color, con botonadura de plata o de otro metal blanco, saragüelles tan blancos como el armiño, sujetos con una faja de seda o estambre, media blanca de estribera, alpargatas liadas a la canilla de la pierna como el coturno de los romanos, manta lisada de hermosos lugares en lugar de capa, y pañuelo en la cabeza liado a modo de turbante..”

Hay que recordar que hasta el siglo XVIII, no introdujeron los franceses el pantalón en España. Era más normal usar unos calzones (“camalets”) de tela gruesa, que los “saragüells”. Los “saragüells” se usaron hasta finales del siglo XIX.
La faja se llevaba tanto en invierno como en verano, siempre era de color negro, y le daban varias vueltas alrededor de la cintura, y llevaba flecos en los extremos, que se recogían dentro de la faja.
En Famorca, en el siglo XIX, sí que llevaban el chaleco (“petí”), pero la camisa que usaban era de color oscuro, y hasta los años treinta no empezaron a ponerse camisa blanca.
Como ropa interior se usaban unos calzones de tela gruesa, que en invierno llegaban hasta los tobillos, y una especie de camiseta.
El pañuelo de la cabeza, se lo ponían con el nudo delante y el pico detrás. Cuando hacía mucho frío utilizaban la bufanda. A veces se utilizaba una gorra hecha con piel de conejo.
Antiguamente los hombres sólo se hacían un traje para toda la vida, el de la boda, y ése era el que llevaban para las fiestas, y con frecuencia eran enterrados con ese mismo traje.
Para el campo normalmente llevaban blusa, y siempre utilizaban ropa vieja, muy cosida.
Las ropas, tanto en hombres como en mujeres, eran casi siempre negras, ya que era frecuente estar de luto por unos u otros de la familia.

VESTUARIO FEMENINO

Las mujeres solían llevar una blusa negra, una falda larga y, en la cabeza, un pañuelo negro grande (mocador), y lo llevaban anudado debajo de la barbilla. A principios del siglo XX, ya dejó de llevarse el pañuelo. La falda era fruncida y llevaba dos cintas anudadas detrás, que se cruzaban primero por delante.  La falda llegaba hasta los tobillos, y era de color negro, o bien negra y blanca. Todavía en los años veinte, cuando hacía más frío, se utilizaba un chal de lana negra, y también una “toqueta”, que era una prenda de punto que se llevaba encima de los hombros y cubría el pecho y la espalda. Usaban un delantal (“devantal”).

En los años veinte, interiormente, se llevaba el refajo, la camisa y el sac. El refajo solía ser de tela de lino, era como una falda con dos cintas para atárselas a la cintura. La camisa iba debajo de la blusa, y también solía ser de lino, era muy ancha, tenía dos tirantes anchos y era de manga corta, y era muy larga, tanto como el refajo. A veces también se usaba el “sac”, que era como una blusa ancha con manga, fruncida en la espalda. El corsé no se utilizó hasta los años treinta. Tenía unas varillas metálicas (ballenas) y dos cintas que salían de la parte de arriba y se iban entrelazando en la espalda hasta llegar a la cintura, y luego se llevaban hacia delante, cruzándose y volviendo hacia atrás para atarlas. Debajo del refajo se usaban las enaguas y los “pantalons”. La enagua era como una falda interior. Los pantalons eran de tela normal, con abertura debajo y a los lados, para poder ponérselo, llevaban dos cintas que salían de delante y se anudaban detrás, y otras dos cintas que salían de detrás y se anudaban delante. Llegaban hasta la rodilla y en la rodilla llevaban una goma por dentro. Lo normal era llevar solamente alguna de las prendas interiores.

A partir de los años treinta se usaban el brial y las bragas. El brial era una enagua con puntillas en el bajo y en la parte de arriba. Las bragas tenían forma de pantalones cortos, y en la cintura llevaban una goma interior.
Siempre se usaron medias. Hasta los años treinta eran de algodón, y de color negro. Se las hacían las propias mujeres, y se usaban ligas.

Para fiestas y otros acontecimientos, las mujeres iban a Alcoy a hacerse la ropa. En los años veinte, venía un matrimonio de Cocentaina a vender ropa al pueblo, que se ponía en casa de la tía Pepa. Siempre había alguna mujer que arreglaba la ropa. En los años veinte, había dos hermanas, que iban con muletas ambas, y se llamaban Joaquina y Remedios, y cosían camisas, pantalones y algún vestido.

ROPA DE NIÑO

Los niños llevaban pantalones hasta la rodilla. Los bebés, llevaban una faja enrollada a lo largo de todo el cuerpo.

CALZADO

Los hombres sólo compraban zapatos para su boda. Las mujeres alguna vez más, pero no muchas. Los zapatos de mujer eran negros, cerrados completamente, con botones que se abrochaban a un lado. Los zapatos se compraban en Alcoy.
Se usaban normalmente las espardenyas, de fabricación casera. En los años veinte aparecieron las abarcas (“avarques”), y aquello supuso un gran adelanto. Como las abarcas tenían clavos y remaches y eran muy bastas, pues se hacían con cuero sin adobar, causaban muchas heridas en los pies. Casi nunca se usaban calcetines. No era infrecuente que en el bancal se trabajara descalzo, bien por no estropear el calzado o bien por no hacerse rozaduras.
Antiguamente siempre eran de esparto. Años después se fue utilizando el cáñamo y entonces se usaban las espardenyas de cáñamo los días festivos y los de esparto para uso diario. Hasta los años sesenta no aparecieron las alpargatas de suelo de goma, que se empezaron a usar, pero sin olvidarse de las espardenyas.

COSER

A las mujeres, el poco tiempo que les quedaba libre lo empleaban en coser, y se juntaban entre ellas para coser.
Mucha de la ropa se hacía en casa, y, además, siempre había cosas que coser porque había poca ropa y se estropeaba mucho, y había que aprovecharla y hacerle remiendos. Además, se hacían labores, encaje de bolillos, punto de media, punto de cruz, ganchillo, etc., y las mujeres querían tener los cubrecamas y manteles más bonitos. Aparte de eso, preparaban los ajuares de las hijas.
Antiguamente se hilaba con una hiladora, y con ese hilo se hacía una tela gorda a la que se le llamaba “tela” (sólo este tejido recibía el nombre de “tela”), y con esta tela hilada se hacían las prendas de vestir.

PEINADO FEMENINO (años veinte)

Las niñas solían llevar una raya en medio, y el pelo hasta un poco más arriba de los hombros. A veces se hacían dos trenzas, una a cada lado.
Las mujeres se hacían una especie de moño que se llamaba “figó”, primero se hacía una trenza y se enrollaba en la parte de detrás haciéndose el moño y sujetándoselo con horquillas. El moño podía quedar bajo o a mitad de la cabeza. Algunas mujeres usaban peineta. A veces se untaban aceite en el pelo para hacérselo más reluciente. Apenas se lavaban el pelo, pero sí se lo solían cepillar todos los días. A veces se untaban vinagre para suavizar el pelo.
Para peinarse se ponían una telita sobre los hombros (“pentinador”), y al comenzar a peinarse lo primero se pasaban la “pinta”, que era un peine corto con púas muy juntas a ambos lados. Este peine servía para quitarse los piojos y las liendres. Después se peinaban con un peine normal (“batidor”).
Las jóvenes usaban tenacillas para hacerse las ondas, y lo hacían calentando las tenacillas en el fuego.
El pelo se lo cortaban una vez al año, y solían aprovechar un viaje a Alcoy para cortárselo.
Las mujeres no se pintaban los labios, pero sí se daban polvos en la cara. El jabón de tocador que usaban era Heno de Pravia, que ya existía en los años veinte.

EL BARBERO

Los hombres siempre llevaban el pelo muy corto. Se afeitaban una vez a la semana, normalmente los domingos. Les solía cortar el pelo y afeitar el barbero, y si no, se afeitaban ellos mismos. El barbero solía ser de otro pueblo, y venía andando. Todas las herramientas necesarias las llevaba en una cesta de mimbre: una jabonera, un “escalfador” para calentar el agua, las tijeras, el peine, una bacía y el setmanari (que era un juego de siete navajas de diferente tamaño). Para afilar las navajas lo hacía con la propia correa de cuero que llevaba en el pantalón. Antes de afeitarles les lavaba la barba con agua caliente y luego les enjabonaba. En los años veinte, el barbero se instalaba en casa de Etelvina. Luego el barbero dejó de ser ambulante, y fue uno del propio pueblo, que tenía la barbería en la Volta.

ALIMENTOS

Apenas se compraba ningún alimento que no se produjera en casa. Se comía de lo que había, y si no había, no se comía. Comían lo que producía el campo, lo que se sacaba de los animales de casa, y poco más. Lo único que se compraba de fuera, y, en poca cantidad, era el arroz, el pescado salado (sardinas de cubo, melva, bacalao, caballeta, bull, etc.), y también algo de pescado fresco.
A veces se intercambiaban unos alimentos por otros, o por otras cosas. 

El desayuno consistía en un trozo de pan y poco más, sólo los niños tomaban leche, y no siempre. A veces simplemente era un trago de aguardiente, paloma o cazalla.
El almuerzo, tampoco era muy fuerte, era un trozo grande de pan, con aceite y algo del cerdo o embutido. Para almorzar, si no estaban muy lejos, acudían a casa, a menos que estuvieran segando o cogiendo la oliva.

El “recapte” era el conjunto de viandas que se llevaba el hombre cuando iba a trabajar al campo, y no iba a acudir a comer a casa. Solía consistir en conejo o lomo (“llomello”) con tomate, o también “mullador” (para mojar) de bull, tonyina y otro tipo de salazones. A veces, tortilla de patatas, butifarra o sobrasada. El recapte iba dentro de una “capsa de llauna” (caja de hojalata), llamada fiambrera (“recaptera” o “carmanyola”) que se metía dentro del “cabasset de recapte”, donde también se solía poner una botella de vino.
Era muy corriente que fuera la mujer la que le llevaba el almuerzo o la comida al marido y a los hijos que estaban trabajando en el bancal, y solía llevar comida para todos los que estaban trabajando. En invierno era corriente almorzar antes de salir de casa. A veces, para la siega o para la recogida de la oliva, se llevaba la comida medio preparada, y se hacía una hoguera en el bancal y se acababan de preparar los platos allí.

La comida se hacía a las doce del mediodía, que entonces coincidía con la hora solar. Se colocaban todos alrededor de la mesa, normalmente sin platos, y se ponía una olla o una fuente grande en medio, y cada uno tenía una cuchara e iba comiendo, normalmente poniendo un gran trozo de pan bajo la cuchara para que no escurriese. La comida consistía en verdura, o sopa, o cocido, o butifarra asada (“torrá”), o tocino. Se comía muy poca fruta.
Sólo merendaban los niños, y la merienda consistía en un trozo grande de pan untado con aceite sólo, o con aceite y azúcar, o con aceite y pimentón. Alguna vez se tomaba pan con vino y azúcar (“pa i sanglol”), poniendo el pan a remojo en vino.
La cena era a las siete o las ocho, antes de anochecer. Consistía en un hervido de verduras o patatas, o patatas fritas, y algún embutido.
Muchos días las mujeres, cuando iban al campo a quitar las hierbas, o a recoger las aceitunas, cogían hierbas y verduras silvestres de los bancales y, a la noche, las hervían y luego las freían, y eso era la comida del día siguiente.

El consumo de proteínas (carne y huevos) era escaso, y se comían muchas verduras y legumbres. La carne se consumía los días de fiesta, algún domingo, y muy poco más. Entre la carne, había mucho cerdo, algo de cordero, conejo si se había cazado, algún pajarito, y poco más. La gallina y el pollo eran mucho más caros que ahora, y casi no se consumían. Los huevos, como se podían vender, preferían no comerlos y obtener dinero.
El queso no se fabricaba ni se compraba. Se bebía poquísima leche.
Se comía mucho pan, y todo se acompañaba con pan. Aparte de que no había muchas más cosas, es que se consideraba que comer mucho pan era la mejor alimentación.
La gente era muy aficionada al pescado salado, que compraban a los comerciantes que venían. Y la principal razón de tal afición, es que hacía comer mucho pan. Dentro de los pocos huevos que se comían, casi no se comían tortillas, ya que con la tortilla no se comía mucho pan, y preferían comer el huevo de otra forma.

El pan se hacía en las casas, y se hacía para siete u ocho días, y después se llevaba a cocer al horno del pueblo. Cuando el horno cerró, sobre 1937, en cada casa se hicieron un hornito, si es que ya no lo tenían, y cada casa se cocía su pan.  Se ponía la masa para varios panes en el librillo (llibrell), y, al cabo de una hora o así, cuando “hace sonido de calabaza al tocarlo”, se sacaba del librillo y se hacían los panes. Del librillo se sacaba un trozo y se ponía en un “perol”, y, al cabo de tres o cuatro días, este pedazo se volvía agrio, y, esto era lo que se aprovechaba como levadura para el siguiente amasado. Cuando se añadía la levadura, se diluía en agua antes de mezclarla con la harina. A veces se añadía un poco de aceite a la hora de amasar y así quedaban mejor los panes. El pan una vez cocido, se guardaba en tinajas. Los panes eran grandes, más morenos que los actuales, redondeados, pero un poco alargados. Más tarde se hicieron barras con la raya en medio.

Se hacía mucha salmuera (“salmorra”). Se hacía con agua, sal y vinagre, y dentro se ponían no sólo olivas, sino también tomates, zanahorias, pencas, pimientos, nueces verdes y raimet de pastor. Las olivas se solían partir con una piedra, luego se ponían en agua, y luego se les ponía “pebrella” (ajedrea) u otras plantas aromáticas. A los pimientos y tomates se les hacía un corte con un cuchillo. Las pencas, las nueces y el raimet de pastor se hervían primero. También se hacían “pebreretes”, que era como una salmuera de pisto de tomate y pimiento con atún o “sangatxo”. Se hacían botes de conservas también, sobre todo de tomate. Como muestra de lo bien que hacían el aderezo de las olivas aquí, valgan las palabras del escritor Bernat Capó, conocedor de todas estas tierras, que afirma “la salmuera de Famorca es la mejor de todas cuantas he probado”.

Para hacer tomates secos y pimientos secos, se partían por la mitad para que se secaran, aunque, a veces no los partían, y luego se les pasaba una cuerda formando una ristra (“rastre”), y se ponían al sol aireándose. Después, se colgaban de las vigas del techo.

PLATOS

Francisco G. Seijo, en su libro “La cocina alicantina”, hablando de Famorca cita como típicos los platos de “arrós amb creilles i bacallà y la moca”.

Independientemente de que las recetas son muy variadas, voy a citar algunos platos típicos de aquí:
Arrós amb creilles i bacallà. Para seis personas había que usar medio kilo de patatas, 125 gramos de bacalao, aceite, azafrán y sal. Se ponía una sartén al fuego con aceite, y se freían las patatas cortadas en pequeños trozos. Seguidamente en una paella se freía el arroz, y cuando estaba sofrito, se le añadía agua, y cuando hervía, se le añadían las patatas fritas y el bacalao cortado en trozos, la sal y el azafrán; y se dejaba hervir todo hasta que se quedara sin caldo.
Borra o borreta. Es un plato de invierno. Se cocían, lentamente, melva o bacalao, patatas, espinacas, aceite, pimientos secos, tomates secos, ajos, sal, y, a veces, pimentón, y cuando estaban cocidos se les añadía un huevo por comensal y se seguía cociendo. Se podía hacer como hervido o como sofrito. Sólo llevaba espinacas si se hacía como hervido.
Pericana. También era un plato de invierno. La pericana servía de almuerzo, comida, merienda o cena. Podía prepararse escaldada, hervida o cruda. Se tostaban pimientos secos, tomate, bacalao, melva (a veces, capellá) y una cabeza de ajos. A veces, se le añadía un poco de cebolla. Esto se vertía luego en agua hirviendo con un poco de aceite. Algunas veces se ponían judías verdes ya hechas, y muchas veces se le añadía un huevo duro.
Olleta. Se hacía cociendo judías, oreja de cerdo, costilla de cerdo, pencas, nabo, chirivía, y luego se le añadía el arroz.
Trigo, “olla de blat” o “blat picat”, era un guisado que se hacía con trigo picado, patas y oreja de cerdo, y costilla de cerdo, hueso de jamón, cebolla, pencas y garbanzos.
Pilotes de dacsa. Se elaboraban con harina de maíz, un poco de pimentón, huevos, pan duro remojado, sangre, y tocino blanco. Se freían en la sartén con aceite, y se freía un trocito de sobrasada, y luego se sofreía la harina. Luego con caldo del cocido (cociendo patas de cerdo, oreja, pencas y garbanzos) se regaba la harina y se ponía sal y se amasaba y se hacían las pelotas. Después se cubrían con una hoja de col muy verde. Luego se cocían en una cazuela normal durante veinte minutos, y después se cocían en otra cazuela con el caldo del cocido. Otros conocen a estas pelotas por “fasseures de panís” o “fassedures de panís”.
Puchero o cocido, se hacía con garbanzos, patatas, pencas, nabo, chirivía, apio, zanahoria, gallina, hueso de jamón, y “pilotas de dacsa” envueltas en hojas de col, y al final, fideos. En Famorca, además, se le añadían judías verdes y cordero.  Cuando había cocido, si habían sobrado patatas, se ponían en la parrilla a rodajas. Si había sobrado carne, la aprovechaban y la freían junto con los garbanzos y las pencas. Con frecuencia se tomaba el puchero con “pilotes”. El día de Navidad siempre se tomaba cocido con pelotas. Era frecuente hacer el mismo puchero, pero sólo con costillas de cerdo como carne.
Bajoques fassides (pimientos rellenos). Eran pimientos rellenos de arroz y de magro sofrito con ajos y tomate, y luego se asaban en el horno. El arroz también se sofreía. Esto era plato de verano, ya que sólo en verano había pimientos.
Arrós amb fesols. También se hacía con nabos (naps), y con nabos y pencas (fesols, naps i penques). Era un plato muy usado, se hacía con arroz, judías y pencas, y, muy pocas veces, con algo de carne de cerdo.
Arrós amb guixes. Las “guixes” (guijas) son como unos guisantes, pero más planos. Se hacía con conejo. Muchas veces se hacía “arrós amb guises i cigrons tendres” (garbanzos tiernos).
Arrós amb bajocas. Guiso de arroz con bajocas (judías largas encarnadas) y con conejo.
Miques (migas). Aprovechando el pan seco.
Paella. Se sofreía conejo, pollo, judías, pimiento, ajo y tomate. También se le podían añadir habas, garbanzos, alcachofas y setas o esclatasangs. Siempre se sofreía primero el arroz y luego se le añadía el agua hirviendo. Muchas veces la paella se hacía sin carne.
Faves sacsades. Se sofreía la cebolla, luego las habas y las longanizas blancas en trozos. Después se le añadía un poco de agua, y luego se le añadía algún huevo.
Farinetas. Se hacían sofriendo tomate o bacalao (a veces en vez de bacalao se ponía pasta bona), y después se hervía. Luego, por cada persona, se ponía una cucharada de harina en agua fría, y se deshacía en una taza. Luego, al sofrito se le añadía esta harina deshecha, y se dejaba hervir a fuego lento durante diez minutos.
Sang amb ceba (sangre con cebolla). Se sofreía la cebolla y el tomate, y luego se le añadía la sangre de cerdo. Luego se servía con ajitos y perejil picados.
Mandonguilles de carn (albóndigas de carne). Eran albóndigas de carne picada, normalmente de cerdo, con piñones y canela, y luego se pasaban por harina y se freían.
Mandonguilles de bacallà i creilla (albóndigas de bacalao y patata). Se hacían especialmente para Viernes Santo. Se hacían con bacalao, patatas, rodajas de pan mojado con leche y huevo batido.
Coca amb pebrera i tomaca. (Pimiento y tomate). También se le podían poner sardinas de cubo.
Coquetes fregides. Era comida de invierno. Eran como las cocas, pero se hacían fritas, y eran redondas con un agujero en medio y planas. Se elaboraban con agua y harina y se freían en aceite muy caliente. La pasta quedaba muy dura.
Pasta bona. Era la masa hecha con agua, harina, levadura y aceite, y era la base para hacer luego las coquetes de verdura. También se podía hacer sin levadura.
Coquetes de verdura o cocotets. Eran parecidas a las empanadillas. La pasta se hacía con agua y harina y se freía en aceite. El relleno (farçit) se hacía con espinacas o “bledas” fritas con ajos, pero también se hacía con hierbas silvestres. Modernamente se empezó a meter atún y otros rellenos dentro de las coquetes.
Mintxos. La pasta se hacía hirviendo agua y aceite, y añadiéndole poco a poco la harina (de trigo o de maíz), y quedaba como una torta plana, (una vez sacados, algunos ponían un poco de harina por encima). Hace mucho tiempo se comían solos, como si fuera pan, con un poco de allioli. Después, la costumbre fue ponerles encima verdura, o atún en aceite, o anchoas, y luego se cerraba y se comía. Había que comerlos recién hechos. También se hacían con las tapaderas de las ollas, para darles la forma. También se hacían en el horno, alguna vez.
Espencat. Es un asado de berenjenas, pimiento colorado, cebolla y tomate, que se sirve en frío, con mucho aceite crudo. A veces, al final, se le añadían migas de bacalao y ajitos secos.
Esgarrat. Se hacía con tiras de bacalao, tomate, ajos, sal y aceite de oliva. También se hacía esgarrat de melva o de caballa. Se preparaba en frío.
Bull. Era tripa de atún, en saladura. Se ponía a remojo y se troceaba, y se le añadía una salsa de tomate con cebolla. Luego se le añadía agua y se cocinaba. A veces se le añadían patatas. El bull también se come asado sólo, a la brasa, masticándolo.
Capellans. Se hacían asados, y se ponían con mucho aceite.
Amanidas (ensaladas). Se hacían con mucho aceite, y eran de tomate sólo o de “ginsons”, una especie de hierbas silvestres.
Berenjenas al horno. Se abrían por la mitad y se les ponía ajo y perejil.
Caragols (caracoles). Se tenían sin comer un par de días, para que purgasen, y luego se limpiaban bien, después se ponían en una caldera con agua fresca, poniendo sal en los bordes, y al poner la caldera al fuego y hervir el agua, se morían, con la molla fuera. Después se preparaba el “mullador” (mojador), que era lo que acompañaba a los caracoles. Se hacía con cebolla, tomate, ajos y pimiento rojo. Luego se cocían juntos los caracoles y el mullador, poniéndoles hinojo u otras hierbas.
Tostons. Eran granos de maíz fritos.
Sémola de blat.
Arrós amb penques.
Arrós amb costra.
Arrós amb conill.
Arroz con caracoles.
Sopa d´all (de ajo).
Conejo.

DULCES

Cuando se acercaban las fiestas, los santos de los de la casa, Pascua o Navidad, en las casas hacían pastas. Lo que más se hacía era magdalenas, mantecados y cocas bobas.
Moca. (Antes se hacía de otra manera, pero la receta moderna es la que cito). Un trozo grande de mantequilla, 250 gr. de azúcar, dos huevos, dos cucharadas de café, un cuarto de kilo de galletas maría y chocolate rallado. Se pone la mantequilla dentro de un plato deshaciéndola con un tenedor. Las claras de huevo se hacen a punto de nieve y se añaden a la mantequilla, y se bate todo junto. Luego se le añaden las dos cucharadas de café. Mientras, se mojan las galletas en café y se colocan en una fuente alargada, y sobre ellas se vierte la pasta hecha, luego se van poniendo capas y capas, añadiéndole la pasta cada vez, y, al final, se cubre todo con chocolate rallado.
Coca boba. Se hacía mucho para fiestas y para Pascua. Se hacía con harina, agua, azúcar y aceite. Cuando la coca boba se hacía dura, los chiquillos iban a mojarla a la fuente para que se pusiera blanda, y luego se la comían.
Almojávenes, se hacían con harina, huevos y azúcar.
Ronyoses (almendras garrapiñadas), se hacían poniendo a cocer las almendras y el azúcar en una caldereta mientras se iba removiendo.
Carquinyols. Se hacían con harina, azúcar y almendras enteras.
Pastissets de moniato con almendra, (pastissets de glòria).
Pastissets de carabassa.
Almendrats i rosegons, que eran pasteles de almendra.
Rotllets d´anís i d´aiguardent.
Buñols (buñuelos). Se hacían para San José, se hacían con una buñolera y una sartén. Se amasaba la harina con levadura, se hervía la calabaza y se deshacía, y luego se añadía la calabaza a la masa y quedaba como un puré. Luego se freían, y se volteaban con una caña.
Monas de Pascua. Para Pascua. Había de dos tipos, alargadas y redondas. Arriba tenían un huevo duro, cruzado con pasta. La pasta se hacía con huevo, harina, azúcar, aceite y agua.
Arrop i tallaetes. Se hervían los paneles de donde se había extraído la miel y salía un agua negra y dulce. Luego en este caldo se hervían rodajas de calabaza (“tallaetes”). Si había nieve, se comía este arrop i tallaetes con un poco de nieve.
-También se hacía un refresco con nieve, miel y canela.
-Además, se hacían coques, brazos de gitano, orelletes y otros.
-Los postres para el día de Navidad eran nueces, almendras, higos secos, pastissets de boniato y rollitos de anís.
Moragas. Eran garbanzos tiernos tostados. Se hacían cuando se cogían los garbanzos, y se hacían en la calle, o en los bancales, tanto los niños como los mayores. Se ponían en una hoguera los garbanzos tiernos, con funda, y luego se sacaban del fuego y se esparcían con una vara por el suelo y se comían.
Mazorcas de maíz asadas.
Xofes, eran las palomitas de maíz.
Mermelada. La que más se hacía era la de tomate, preparada con azúcar y tomates maduros. También se hacían de pera, melocotón, etc. Se ponían al fuego de una olla grande, con agua, y dentro, los botes bien tapados, horizontales y bien cubiertos de agua.
-Como sucedáneo del café se empleaban los garrofines (granos de algarroba) tostados y, más tarde, cebada tostada.

ESPARTO

Muchos utensilios del campo y de la casa se fabricaban con esparto. En Famorca lo cogían en el monte, para el mes de agosto, y luego se dejaba secar al sol unos veinte días, y luego se ponía a remojo otra vez durante unos cuarenta días, y luego se secaba a la sombra, y entonces ya se picaba con el mortero, para ablandarlo. Para picar el esparto se solían aprovechar los días de lluvia, en que no se podía salir al campo, y se utilizaba una maza muy grande, toda ella de madera. Una vez picado, se extendía en el suelo y se iba trenzando, retorciéndolo entre las palmas de la mano, haciendo unos hilos que luego se trenzaban entre sí, formando un cordelillo fino. Esta cuerda se iba liando en una silla. Con estas cuerdas se fabricaban las cuerdas que se usaban en el campo, los serones y otros útiles, y también se hacían las “espardenyas”. Las espardenyas se comenzaban a hacer por la suela, apretando la cuerda fuertemente y luego se iba trenzando la parte de arriba. Otras veces se hacía sólo la suela, y en la parte de arriba se cosía una tela fuerte, éstas últimas son las que llevaban las mujeres.
Muchas veces se usaba cáñamo en vez de esparto, ya que era más fácil prepararlo, pero lo trabajaban de la misma manera. El cáñamo se compraba a vendedores ambulantes que venían por el pueblo, que lo traían de Callosa de Segura.

JUEGOS DE NIÑOS

Los niños siempre han jugado en la calle, y solían acompañar los juegos con canciones. Se jugaba a muchos juegos. Citaré algunos.

-El corro (“rotgle”). Mientras se giraba, se cantaba:
“Roda la mola roda el molíuna coca fina i un barral de vi”O bien:“Roda la mola de la xirimbolatronxo madur que caiga de cul”

Otra forma de jugar al rotgle era dar vueltas, y una niña se quedaba en el centro, y mientras cantaban, se nombraba a una, y ésta se volvía de espaldas, y la del centro le daba un pañuelo. Luego todas empezaban a correr y la del pañuelo les tenía que pegar con el pañuelo. Después esa misma niña se ponía en el centro, y se volvía a jugar.

Otra forma era cantar:“Roda roda San Miqueltots els angels van al celcarregats en un baúlqu´es gire (fulanita) de cul”
Y entonces, la que era nombrada se giraba de espaldas, y se seguía así hasta que todas se quedaban de espaldas.

Salvá citaba otra canción de corro:
“Roda la mola roda el molí una coca fina i un barral de vi, roda la mola Peret s´en va a escola culo maüro que caiga de culo”

Y se tiraban hacia atrás y caían de culo.

Otra canción de corro:
“A la xúmbala cataca xúmbala a la xúmbala del polisó a la xúmbala les xiques guapes i les lletjes al racó”

Se cantaba girando cada vez más deprisa.

-El escondite. Se jugaba mucho y recibía varios nombres. Le cantaban al que tenía que ir a coger a los demás:“Conillons a amagarque la llebre va a caçarde nit i de díafent-li foc a l´abadíatin ton, pega foc al torn”
y le daban un golpe y se iban, y al que le tocaba tenía que correr detrás de ellos y coger a alguno.
Otra versión era decir lo mismo suprimiendo lo de “fent-li foc al torn”. A veces se cantaban otras canciones, pero todas eran con la letra parecida.
Otro juego de escondite era el “amagatall”.

-El juego de “pissi pissi ganya” era un juego de niñas. Se sentaban en el suelo, haciendo un corro, con las piernas estiradas y abiertas, y cada una juntaba un pie con el pie de la de al lado. También se hacía cruzando cada una las piernas, y juntando las plantas con las plantas de las de los lados. Comenzaban a cantar y una empezaba por la derecha a tocar pies y cuando llegaba a “amagues eixe peu”, esa niña quitaba el pie y así hasta que quedaba una sola niña.
La canción decía:“Pissi pissi ganyaoli de la ganyaxica mondongueraagranam´esta casano te la puc agranarque tinc les mans cordaes (nugaes)qui te les ha encordat (anugat)el rei y la reina.Tinc un gatque fa flautesni son llarguesni son curtes,gallineta de repeu,que amagues eixe peu”


Para el mismo juego se cantaba también:
“Pomereta si fas pomes
m´en darás un cabàs,
per al día Sant Tomás
pim pam fora”

-El “moñigo”, donde había que adivinar los dedos que se habían sacado:
“Trico trico tras
cuántos dedos hay detrás
punxonet, tisoreta,
ull de bou i teuladeta.
¿Qué es?”

-Otro juego, en que se ponían en un círculo y golpeaban en el suelo con una piedra y decían:
“Les claus del cel, Sant Pere i Sant Joan”

-Botar. Era saltar a la cuerda, dos niñas daban a la cuerda, y las demás iban pasando una detrás de otra, saltando. Primero daban un bote todas, luego dos, luego tres, y así.

-Gallina ciega. Uno se ponía un pañuelo tapándole los ojos y tenía que agarrar a los otros.

-“Lladres”. También policías y ladrones. Los que jugaban se distribuían en dos bandos, y unos se escondían por los bancales y las calles, y los otros tenían que cogerles.

-“Saltacabretes”. Llamado también  “bota i para” o “cavall bernat”, que consistía en que los niños doblaban el cuerpo por la cintura poniendo las manos en las rodillas y los demás saltaban por encima de ellos.

-“Fava, munta i calla”, era como el “churro va”, los de un bando se ponían con el cuerpo doblado y enganchados, con la cabeza entre las piernas del anterior, y los del otro bando saltaban encima intentando derribarles a los de abajo. Los que saltaban gritaban: “Fava, munta i calla, quan la burra parava jo li muntava”.

-Les “esgolades”. Era lanzarse por los terraplenes como si fueran toboganes, se jugaba mucho cuando había nevado.

-Otro juego muy común era bajar corriendo y saltando de bancal en bancal.

-Los cartones. Se jugaba con las tapas de las cajas de cerillas. Se lanzaba un cartón al suelo y había que conseguir poner uno de los cartones encima del que se había tirado.

-“Muntonets”. Se colocaban en el suelo montones de cuatro almendras, tres de ellas juntas y una sobre ellas. Después se lanzaba una almendra grande contra los montones, y si caía algún montón, el que había lanzado la almendra grande se quedaba con todas las almendras que había en el círculo.

Para ver el turno, se hacía una raya en el suelo a lo lejos y se tiraban las almendras intentando acercarse a la raya y el que más se acercaba por delante o por detrás de la raya, era el primero que tiraba.

-“Xamelles”. Eran unas antorchas que hacían los niños con ramitas de espliego, y las agitaban en la oscuridad de la noche y las hacían girar dibujando circunferencias luminosas, a la vez que se iban soltando chispas. El olor del humo era muy agradable. Las xamelles se hacían en noviembre o diciembre, y mientras se quemaban se solían cantar algunos villancicos o coplas.

-“Melons”. Se cogían melones y, a veces, calabazas, y se les hacían agujeros artísticos, o caras, y se ponía una vela dentro, y los llevaban como si fueran faroles.

-“Moretes”. A este juego jugaban sobre todo las niñas, cogían con una mano unos trocitos de platos rotos y recitaban:  “moreta a la una, moreta a las dos, moreta a las tres” y lanzaban al aire los trocitos, intentando recogerlos sobre el dorso de la misma mano. Con esa misma mano había que recoger los trozos que se habían caido sin que se cayeran los que habían quedado sobre el dorso de la mano, y esos trozos se tenían que poner en la palma de la otra mano.

-“Casetes”. Jugar a casetes era hacer figuritas con barro. Se modelaban vasos y cazuelitas y se secaban al sol.

-“Bartinou”. Al juego de “bartinou qui em paga l´ou” o “bardinous”se jugaba también con barro, y se hacía como una torta de barro y se ponía en la palma de la mano y se lanzaba con fuerza hacia el suelo gritando: “Bardinou, si fas figa pagues l´ou” o bien “Bartinou qui em paga l´ou”.

-Otros juegos a los que se jugaba eran:
-enfarinats;
-coger a niños con la “xaviga” de la paja;
-las cartas;
-la lotería;
-la aduana;
-el tiquitac;
-els cartons;
-la rulla;
-l´escampilla;
-l´all;
-la fava;            
-amaga esquena;
-la corretja;
-tocar portes;
-saltar corda;
-tirar corda;
-treseta en ratlla;
-el dau;
-les telles;
-fer basssetes;
-terrenys;
-burro calent porta carrega i no la sent;
-endevina qui t´ha pegat cara de gat;
-les boles;
-la malla;
-marro;
-les trompes, etc.

JUEGO DE LA PELOTA

Se jugaba en la calle del Forn. Sólo se jugaba los sábados, los días de fiesta y los domingos. Se colocaban unos delante de casa del tío Hermenegildo y los del otro equipo en la parte más alta de la calle. Delante de casa del tío Hermenegildo había un cuadro de cemento en el suelo (“botador”), donde debía botar la pelota, y también había un hierro delante de la reja de una de las ventanas y la pelota tenía que pasar por encima de aquel hierro.

A veces, un poco más abajo del ayuntamiento, se ponía una cuerda a un metro de altura.
Era frecuente jugar a la modalidad de la “galotxa”.
Normalmente se jugaba a la modalidad de “a llargues”, pero también se jugaba a la modalidad del “raspall”, en la que la pelota podía dar varios botes en el suelo.
La pelota era maciza, de piel de vaqueta. Algunos jugaban con unos guantes de piel especiales que dejaban los dedos fuera.
Siempre que había partida de pelota había mucho público viendo cómo se jugaba, y se hacían bastantes apuestas.

TRINQUET

Estaba detrás del lavadero, pegado a él. Estaba descubierto, llegaba hasta la cuesta que sube hacia la calle del Sol y desde esa cuesta se miraban las partidas. Tenía dos entradas, una al principio de la cuesta, bajando unas escaleritas y otra entre el lavadero y la almàssera. Acudía mucha gente a ver cómo se jugaba. Allí se jugaba también a la pelota, con la modalidad del “raspall”. Normalmente, el ayuntamiento alquilaba el trinquet para que se celebrasen las partidas.

FÚTBOL

En el siglo XX ha sido tan popular como en otros sitios y, en cuanto se juntaban unos cuantos chicos, espontáneamente se ponían a jugar al fútbol. Sobre los años noventa se organizó un equipo de fútbol, con el nombre del pueblo, y ha llegado a jugar en la liga comarcal de Alcoy y, en los últimos años, en la de Denia. Además, ha participado con bastantes buenos resultados en los campeonatos de fútbol que se celebran en los pueblos de los alrededores. En Famorca, en los años noventa y principios de este siglo, a principios de verano, se organizaba un campeonato de fútbol de 24 horas de duración al que venían equipos de los pueblos de alrededor.

JUEGOS DE CARTAS

Siempre se ha jugado muchísimo a las cartas y se ha apostado mucho dinero. El juego más jugado era la brisca “descartá” o descubierta, aunque también se jugaba a la brisca tapada, al tute arrastrado, al guiñote, al tresillo y al subastado. Anteriormente otros juegos populares eran  la manilla, el mediator, el golfo y el monte (los dos últimos estaban prohibidos).

La manilla era un juego que se jugaba por parejas y con 32 cartas. El mediator era como el tresillo, eran tres jugadores, con 9 cartas cada uno, y se elegía el palo del triunfo.
Las mujeres también jugaban a las cartas, aunque jugaban en casa. El juego más jugado por las mujeres era el burro, pero también se jugaba al “amor cuatro cartas de un color”, al siete y medio y al cinquillo.
En el siglo XIX había un juego muy popular, el “pipante”. Era un juego donde las figuras eran diferentes entre sí. Una de las figuras era un hombre que fumaba en pipa, y de ahí el nombre de “pipante”.  A los que jugaban mucho a las cartas se les llamaba “pipanteros”.

Había mucha afición al juego del monte, se jugaban cantidades importantes de dinero, y campos, y hasta casas o habitaciones sueltas de las casas. Hubo peleas y grandes discusiones, y crímenes, incluso, por culpa del juego. En 1910 un vecino de Famorca mató a uno de otro pueblo por el juego. En 1923, con la llegada de la Dictadura, se prohibió terminantemente el juego.

Las reglas del juego del “monte” eran: el banquero barajaba las cartas, y sacaba dos cartas de debajo del montón y dos de encima, y colocaba las cuatro cartas en la mesa, boca arriba. Los demás jugadores colocaban sus apuestas sobre estas cartas. A continuación, el banquero iba levantando una a una las cartas restantes hasta que aparecía una de igual valor a alguna de las cartas expuestas. El que había apostado por la carta coincidente, ganaba la apuesta, y el resto perdía.

Para que veamos la gran afición al juego que había, cito que en agosto de 1905, en el juzgado de paz, se abrió un sumario sobre juegos prohibidos en una casa de la calle del Forn, propiedad de Tomás Vidal. La guardia civil descubrió nada menos que a 17 personas, a la una de la mañana, jugando al monte. De los 17, 7 eran de Famorca, 4 de Fageca, 2 de Confrides, 1 de Teulada, 1 de Llíber, 1 de Benimassot y 1 de Quatretondeta. En su defensa alegaron que estaban de paso o que estaban jugando a la brisca.

OTROS JUEGOS

-Se jugaba al dominó, generalmente por parejas, y a esto se le llamaba “xamel.lo”.
 También se jugaba a “les xapes”, o las chapas. Se tiraban al aire dos monedas de diez céntimos y había que apostar para que salieran las dos caras o las dos cruces. Sobre 1870 había unas monedas grandes a las que se les llamaba “xapes”.

-Para jugar a la “ratlleta”, se marcaba una raya en el suelo, a unos cinco o seis metros de la pared. Desde esa raya había que lanzar una “xapa” hacia la pared intentando acercarse lo más posible al muro, y el que más se acercaba se llevaba el resto de las monedas. A este juego se jugaba con otras variantes, como la de que el ganador se llevaba las monedas en que habían salido cara, y el segundo las que habían salido cruz. Otra modalidad era hacer que rebotaran obligatoriamente en la pared.

-El “canut” era muy popular. Se ponía un canuto de caña en el suelo, de unos 10 ó 12 cm. de alto, y encima se ponían las monedas. Se tiraba con una moneda desde lejos, y el que tirara el canuto se quedaba con todas las monedas.

-Una variedad de este juego era el “calig”. Al calig se jugaba sin apostarse dinero. Se colocaba encima del canuto un trozo de teja, y se tiraba con trozos de tejas (“telles”). Más tarde se tiraba con “xapes”, que eran grandes monedas que ya estaban fuera de uso. Otra variedad era el juego en que se hacía un círculo en el suelo, y en el centro se ponía el canuto, y encima todas las monedas. Había que tirar hacia el canuto con una “tella”, y había que darle al canuto y conseguir que las monedas cayeran fuera del círculo. El que lo conseguía, se llevaba las monedas que había conseguido sacar del círculo.

-Otros juegos a los que se jugaba eran el “anca”, el “bolillo” y “la carteta”, y también se jugaba a la lotería, con bombo y tarjetas.

-Había un juego de puntería que era “tirar a la gallina o al conill”. Se solía jugar a él en Pascua. Entre un grupo de hombres compraban una gallina o un conejo, y cobraban a los demás por tirar. Ponían al animal en lo alto de un palo clavado en el suelo, colgado de las patas, y había que dispararle con una escopeta de cartuchos. El palo lo colocaban en la parte donde bebían los machos en la Font de Dalt, y le disparaban desde la calle del Sol. El que le daba al animal, aunque no lo matara, se quedaba con él. Esto también se hacía lanzándole piedras al animal, y en este caso se hacía en el río. (La gallina o el conejo, lo compraban entre varios hombres y cobraban a los demás por cada tiro o por cada piedra que lanzaban)

-La «plantaeta»

LA CAZA

Hasta mediados del siglo XX había muchísima caza en el monte. Cuando se salía con la escopeta era normal traerse dos o tres conejos y seis o siete perdices. Salía muchísima gente a cazar, especialmente por Serrella, y luego se hacían una paella en el campo, y pasaban el día. Históricamente siempre ha habido mucha caza por esta zona.

Madoz en 1843, en la producción de Famorca y Fageca hacía constar la caza de perdices, y en Quatretondeta, tordos y perdices. Además había conejos, zorras,  palomas torcaces, gatos monteses y algún lobo. Había nidos de águilas en Alfaro, en el barranco de Malafí. Los jabalíes desaparecieron hace muchísimos años y fueron reintroducidos hace unos cuarenta años.

Un diccionario geográfico de 1959 hablando del término municipal de Famorca decía que había “zorros y caza menor”. Antes, cuando alguien mataba algún animal salvaje, pasaba de casa en casa mostrando la pieza, y la gente le daba huevos, o torta, o dinero, como una gratificación. Las autoridades recompensaban el cazar animales dañinos. Como ejemplo citaré que en 1827, el ayuntamiento pagó 60 reales por haber cazado tres zorras en el término, y que, en 1906, en el presupuesto municipal se dedicaban “25 pesetas para los matadores de animales dañinos”.

Los últimos lobos que había en la provincia de Alicante, estaban en la sierra de Serrella, donde en los años cincuenta fue abatido el último. Cuentas que en el siglo XIX, había varios lobos en el monte de Alfaro, y atacaron varias veces a los ganados. Los lobos se escondían en las inmediaciones de los corrales de les Rotes.

A los perros pastores les ponían collares con gruesas púas, para que, en un posible enfrentamiento con los lobos, no pudieran ser degollados.
A principios del siglo XX debía de haber algunos ejemplares de gato montés, ya que en 1912, en una infracción a la ley de caza se alega como defensa “que se había salido con escopeta y hurón para dar muerte a un gato montés en la partida dels Forans.”
A principios del siglo XX hubo varios juicios en el Juzgado de Paz por infracción a la ley de caza y por cazar con hurón y una red. En los años veinte se subastaba la caza. En 1927 se subastó el aprovechamiento y arriendo de la caza del monte de este término por cuatro años por 47 pesetas.
En los años cincuenta, en las faldas de Serrella, el tío Cayetano capturaba zorras, ginetas y otros mamíferos apreciados por su piel, utilizando lazos y trampas.

Hasta hace pocos años era costumbre ir a los nidos de águilas de Alfaro,en la Penya Blanca, en el barranco de Malafí, para quitarles los conejos que habían cazado. Se utilizaban unos palos largos para tirar los conejos desde el nido para que cayeran hasta el suelo, y luego se recogían. Hoy apenas se ven águilas. En Fageca, subiendo al Pla de la Casa, en el farallón que hay a la derecha, se descubrió un nido de águilas perdiceras en el año 1999.

Los jabalíes estaban extinguidos pero reaparecieron con fuerza en los años ochenta. En los años noventa se escaparon varios arruís (cabras del norte de África) de diversos cotos de caza de Tibi, y ya han llegado a Serrella, reproduciéndose a gran velocidad.
Los conejos se cogían con lazo o con cepo. El lazo era el método más usado, se cogía un camino transitado por los conejos, y allí se ponía una cuerda con un nudo corredizo. Lo del cepo era similar, pero se aprovechaba el que los conejos hacen sus necesidades fisiológicas casi en los mismos sitios. Donde se veían excrementos, se hacía un pequeño agujero y se ponía el cepo. Se ponía un plato, y encima se tapaba con tierra y se ponían los excrementos del conejo, y cuando él volvía, al colocarse sobre el plato, hacía bajar un pestillo y se cerraban de golpe dos semicírculos con dientes que le agarraban la pata. Los cepos tenían una cadena y un clavo para que el conejo no se lo llevara una vez que había caído en la trampa.
Los pájaros se cazaban con diversos procedimientos: l´envisc, el rastre, la red, l´encesa, la ratera, la joca, etc.
-El envisc consistía en emplear esparto untado con un ungüento pegajoso (“envisc”), y se colocaba donde había agua corriente. El envisc se preparaba calentando la planta de la “lletrera”, de la que salía un líquido lechoso que al calentarse se volvía como un engrudo pegajoso. El esparto que se usaba era en crudo, sin picar con maza. Se tapaba parte del agua con ramas, para que los pájaros no pudieran beber y se vieran forzados a ir a la zona de trampas, que era donde se había colocado el esparto y el envisc, y allí se quedaban los pájaros.
-El rastre consistía en seguir las huellas del animal cuando había nevado.
-La red o el “enfilat” se hacía poniendo una red sujeta con cañas o en ramas de los árboles, en alguna zona donde iban a comer o beber los pájaros, y donde se les había puesto algo de comida, y cuando había muchos, se dejaba caer la red, y los pájaros quedaban atrapados.
-La «encesa» consistía en ir con una luz por la noche, con un candil principalmente, e ir cogiendo los pájaros que estaban dormidos en los tejados o en los árboles. Se iba a cazar con este método a los corrales y también al cementerio. Cuentan que, a mediados del siglo XX, cazando en el cementerio, como había llovido, cedió el terreno y uno de los cazadores cayó dentro de la tumba de un enterrado recientemente.
-Los cepos, “cepet” o “ratera” eran bastante usados. Se ponía como cebo una oliva madura o un gusano. Para tener gusanos se utilizaba un procedimiento curioso, que era meter unos escarabajos en tinajas donde se había puesto harina, paja y azúcar. Al cabo de un tiempo salían las larvas de los escarabajos, y esos eran los gusanos que se ponían en los cepos.
-La “joca” consistía en buscar dónde iban a comer los pájaros, ponerles comida y hacer al lado una caseta con ramas o una barraca de piedra con aberturas para disparar y sin techo, y cuando los pájaros estaban comiendo se disparaba contra ellos con la escopeta.
-La “llosa” consistía en poner horizontalmente una losa de piedra, sujeta por un palo vertical al que se le ataba un hilo. Debajo de la losa se ponía comida para perdices y cuando ésta iba a comer, se tiraba del hilo y la losa caía sobre la perdiz.

Hasta no hace muchos años, cuando había muchos grajos en los campos, se tiraba un cohete para ahuyentarlos y que no dañaran las cosechas.
A principios del siglo XX hubo varios juicios en el Juzgado de Paz por infracción a la ley de caza y por cazar con hurón y una red.
En 1927 se subastó el aprovechamiento y arriendo de la caza del monte de este término por cuatro años. Se le concedió por 47 pesetas a Vicente Masanet Mas.
   En los años noventa se escaparon varios arruís (cabras del norte de África) de diversos cotos de caza de Tibi, y ya han llegado a Serrella, reproduciéndose a gran velocidad.

SAN HUBERTO

Desde hace pocos años, a mediados de noviembre se hace una romería hasta la Caseta de los Cazadores del Pla de la Cova, donde los cazadores llevan una imagen pequeñita de San Huberto. Coincide con un fin de semana, y se hace una misa al aire libre, y se hace una gran fiesta allí, con banda de música incluida, y se junta mucha gente.
La sociedad de Cazadores la forman una treintena de famorquinos, aunque son pocos los que realmente salen a cazar. La Sociedad de Cazadores se llama “SEYFA” (Serrella y Faro). Sobre el año 1990 hicieron una caseta en el Pla de la Cova. Controlan que no haya exceso de caza y velan porque se respeten las vedas. Todo el término municipal está acotado. Suelen hacer tiros al plato y tiro a la codorniz con máquina lanzadora. Los cazadores hacen también  excursiones de caza a la Mancha. 

EMIGRACIÓN

Con las penalidades económicas que se pasaban en el pueblo, la idea de emigrar siempre ha estado presente en sus habitantes. Por lo general, les fue mejor emigrando que permaneciendo en el pueblo, y algunos hicieron mucho dinero.
A principios del siglo XIX se emigraba a Castilla, pero era para estar dos o tres años y volver. Cuanto peores eran las cosechas, mayor era la emigración. A partir de 1830 comenzó la gente a emigrar a Argelia, que ya era posesión francesa.  Durante todo el siglo XIX era corriente emigrar a Castilla temporalmente.
Durante los años 1848 y 1849, no cayó ni una gota de lluvia. Estos años se conocen como “els anys de la seca”. Martí Gadea escribiendo sobre los pueblos del valle de Seta escribe: “se secaron muchas fuentes, casi todos los árboles, y los pocos que se atrevieron a sembrar, no cogieron nada, porque los trigos no llegaron a espigar (….) y por eso se fue casi toda la gente a los pueblos de Castilla, a trabajar en las carreteras y ferrocarriles, no quedando en ellos más que el retor, el alcalde, el secretario, el doctor, el barbero y alguno de los más pudientes, que pasaron muchas estrecheces en ese tiempo”.

A partir de 1875 la emigración fue masiva hacia Argelia. En el interrogatorio municipal de 1862 se decía que la emigración era mayoritariamente a Francia  (consideraban a Argelia parte de Francia). En 1876, desde el ayuntamiento se señalaba que había emigrado mucha gente a la Argelia Francesa. A partir de 1880, los de los pueblos de alrededor no iban tanto a Argelia, pero en Famorca siguieron emigrando allí. En Argelia se les facilitaban tierras y se les daba la posibilidad de nacionalizarse franceses. La emigración a Argelia también era de pocos años de duración. Allí los hombres trabajaban en la agricultura, especialmente en la vid, y las mujeres de empleadas de hogar. Otras veces el hombre se quedaba en el pueblo y emigraba sólo la mujer y, a veces, iba como ama de cría, para amamantar a otros niños, mientras dejaba al suyo en el pueblo, con pocos meses de vida. En 1909 y 1910 la emigración fue en aumento. A partir de 1912 algunos del valle fueron a Argentina o a Estados Unidos, pero en Famorca fueron pocos los que cruzaron el océano. También se emigró a la zona norte de Marruecos. En los años sesenta algunos se fueron a Francia, al tiempo que otros volvían de Argelia.

La emigración más importante fue a otros sitios de España o de la provincia. Esta emigración sí que era definitiva, ya que los que salieron, ya no volverían al pueblo, salvo en contados casos. Mucha gente se fue a la costa y a Alicante Capital, y a Alcoy y Cocentaina, y a Muro y a Gandía, a Alquería de Aznar, a Benisa, etc. También a Valencia, Algeciras o Barcelona.
Además de la emigración, estaban los desplazamientos temporales para ir con el ganado o de jornalero. Con el ganado bajaban a Javea, y de jornaleros iban a la vendimia francesa o a trabajar el arroz en Valencia, o las pasas de Denia o a los campos de Alcoy.

SERVICIO MILITAR

El Servicio Militar empezó a ser obligatorio a finales del siglo XVIII.  suponía un corte grande en la vida de los jóvenes, pues antes duraba entre dos y tres años. Normalmente era un gran fastidio, especialmente si tocaba en el sorteo ir a África donde había frecuentes guerras, pero los jóvenes lo aceptaban como algo normal y también consideraban lo positivo de salir del pueblo y ver otras gentes.
Siempre había muchos jóvenes que estaban haciendo el Servicio Militar. Veamos un ejemplo, en 1843, según escribe Madoz, de 204 habitantes y 40 vecinos que había en el pueblo, había 12 en la mili: 1 de 18 años, 2 de 19, 3 de 20, 2 de 21, 2 de 22, 1 de 23 y 1 de 24. Eso era un 6% de la población.

En el siglo XIX, una vez hecho el sorteo del servicio militar, existía la posibilidad de no ir si se pagaba a otro joven para que fuera como sustituto. Los que eran pobres aceptaban el trato, y había quien hacía dos o tres milis. En el siglo XX, hasta la Guerra Civil, cabía la posibilidad de librarse a cambio de dinero, pero pagándoselo directamente al Estado, sin que hubiera sustituto.

047. HISTORIAS DE FAMORCA (1)

HISTORIAS DE FAMORCA

1. HISTORIAS DE LAS CUEVAS DE ALFARO

Rafael Pla Salvador cuenta diversas anécdotas sobre las cuevas de Alfaro: “En la localidad de Famorca existe una boca de sima de la que sale o entra una fuerte corriente de aire, hasta el extremo de tragarse una gran aliaga encendida o expulsarla a más de 10 metros de distancia. En sus alrededores se observan varios agujeros por los que sale, así mismo, aire y fuerte humedad. Creemos que este sitio encierra una conexión con alguna gruta de gran capacidad”.
Del Avenc del Coscollet cuenta: “Se dice que algún pastor pertrechado de sogas ha descendido hasta la primera planta para rescatar alguna oveja despeñada en la sima, pero no se sabe de nadie que alcanzara el fondo”. Cuenta también la leyenda de que: “se cuenta en el pueblo de Famorca que en una ocasión tiraron un perro vivo que fue a salir a la cueva de la Bota del término de Castell de Castells”, situada a más de 20 kilómetros de distancia, en otro macizo montañoso. La fuerte “respiración” de la sima, por la que en ocasiones se observa una columna de vapor, ha llevado a la creencia de que existe un gran río subterráneo a gran profundidad, idea no del todo descabellada, pues no es el único punto por la que el macizo “respira” tan intensamente”
Del Avenc de Barrina dice: “Se cuenta que en tiempos pasados algunos pastores alcanzaron los cien metros de profundidad, en donde existía un gran río subterráneo. Cuentan también que con el fin de saber por donde salía esta corriente subterránea, echaron varios kilos de paja, saliendo al cabo de unos días en las surgencias de Els Fontanars, de Callosa de Ensarriá, situados a más de 40 kilómetros en otro macizo montañoso”.


2. A BAILAR A OTROS PUEBLOS

Cuando se celebraban fiestas en los pueblos de alrededor, todos los jóvenes del pueblo iban allí a bailar. Lo mismo ocurría cuando era las fiestas de Famorca, que venían los jóvenes de los pueblos de alrededor. Siempre había conflictos con los forasteros, pues no veían con agrado que las chicas del pueblo bailaran con gente de otros pueblos. Esto, unido al abuso de alcohol, generaba frecuentes peleas colectivas. Los de Famorca, con los que más discusiones tenían eran con los de Fageca y los de Tollos, que, por otra parte, eran los pueblos más cercanos y con los que más trato tenían.
Desde siempre, los jóvenes de Famorca con los que mejor se han llevado ha sido con los jóvenes de la Vall d´Ebo, de la Vall de Laguart y de l´Abdet.


3. GITANOS

A pesar de que casi no había caminos, llegaban muchos gitanos al pueblo. Venían familias enteras, de hasta cuatro generaciones, y siempre venían con un montón de chiquillos y llevaban varios burros muy cargados. Cuando hubo carretera ya venían en carros.
Eran extremadamente pobres y siempre olían a humo, porque siempre tenían las hogueras encendidas.
Como anécdota de lo pobres que eran, cuentan que, a principios de siglo, al llegar al pueblo se enteraron de que a un señor del pueblo se le había muerto un cerdo y lo había enterrado, y entonces fueron ellos a desenterrarlo, y se lo comieron.
Solían permanecer todo el verano en las inmediaciones del pueblo, y estaban acampados junto al río, cerca del pueblo, o en els Noguerets, o bajo algún nogal de les Fontetes o en el corral de Pepetón.
Con frecuencia cometían pequeños robos en los campos. Cuando llegaban, llenaban todo de cacharros y cestos, y siempre montaban un extenso campamento, aunque no fueran muchas personas. Se dedicaban a hacer cestos, los hombres cortaban los mimbres y las mujeres hacían los cestos. Vendían estos cestos por los pueblos, y vendían también molinillos de papel, y arreglaban tinajas y paraguas, estañaban ollas y pucheros, afilaban cuchillos, ponían asientos de enea o esparto a las sillas viejas, y también compraban pieles de conejo. Aparte de pagarles, se les daba algo de comida. No trabajaban nunca para nadie, ni en el campo ni en las casas.
Una vez, durante la guerra, en el primer corral que hay en el río, había unos gitanos viviendo, y durante la noche nació un chiquillo. Se corrió la voz y acudieron muchas personas del pueblo a ayudarles, y todos le regalaban algo a la parturienta. Cuentan que hasta mataron una gallina y se la bajaron para que le hicieran caldo a la parturienta.
Otra anécdota que cuentan es que, pasaban unos cuantos gitanos por el barranco de Malafí, o estaban acampados allí, y una persona de Famorca, como “gracia”, les tiró una gran piedra, que bajó rodando y al caer donde estaban ellos, le golpeó a un burro y lo mató. Subieron los gitanos con navajas para atacar al de Famorca y éste se echó a correr por el monte Alfaro, y tuvo la suerte de que conocía un “avenc” y se metió dentro del pozo, tapando la entrada con una aliaga, y consiguió que no le encontrasen, pues si no la “gracia” le hubiera costado cara.


4. LEPROSOS

En toda esta zona ha habido más leprosos que en otros sitios. A mediados y finales del siglo pasado, antes de que se abriera el sanatorio de Fontilles, a los leprosos de casi toda la provincia los llevaban a unas cuevas que hay en el Barranc de Malafí, cerca de Tollos, y allí malvivían sin apenas cuidados ni alimentos. Hay gente que afirma que antiguamente el pueblo de Tollos era el elegido para llevar allí a los leprosos de toda la zona.

En Famorca, en los años veinte, se dieron seis casos de lepra, incluidos una madre y dos de sus hijas. En todos los casos, se los llevaron al sanatorio de Fontilles y allí se murieron.


5. TEATRO

En los años veinte y treinta, los niños hacían un pequeño teatrito dentro de la iglesia. A veces participaba algún adulto (El tío Ismael y Pepica Masanet.) Los niños hacían los ensayos con la maestra en la escuela, y luego hacían la representación. Una obra que era muy representada era la de “La Pilar y el Miquelet” y también otra que hablaba de la infancia de Santa Teresa y de su hermano.
A veces venía gente ambulante, titiriteros o “volantiners”, que contaban chistes, cantaban y bailaban, y hacían juegos malabares, equilibrios, saltimbanquis, trucos de magia y piezas cortas de teatro. Antes de la función daban una vuelta por el pueblo tocando el tambor y anunciaban: “En casa Pepa es fa teatre, els majors a quincet i la morralla a cuatre perres”. En los años veinte y treinta, venían mucho unos de Alicante que eran: el tío Pupo, la señorita Mercedes y el niño Julio.


6. EL TABACO

Antes se fumaba muchísimo más que ahora. Hasta los años setenta todo el tabaco que se fumaba era tabaco de liar, y también había unos puritos muy fuertes que les llamaban mataquintos. Muchos cultivaban tabaco en la huerta, y luego lo secaban y lo fumaban, pero después de la Guerra se prohibió su cultivo y estaba vigilado rigurosamente.


7. UN MENDIGO ABRASADO. 1912

“Un incendio. Mendigo abrasado. En el pueblo de Famorca, un mendigo, aterido de frío, entró a dormir en un establo. Sin que se sepa cómo, al poco rato ardía la paja del establo, envolviendo las llamas al infeliz, que pereció abrasado. El Juzgado instruye diligencias”
Noticia aparecida en «La correspondencia» el 3 de febrero de 1912

http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0000643693

(Los hechos ocurrieron en los corrales que hay junto al cementerio)

8. UNA ESPOSA DESAPARECIDA

“Esposa desaparecida. De Famorca desapareció hace días del domicilio conyugal Julia Manzanat (Masanet), sin dejar huellas, y llevándose 1000 pesetas. El marido denunció el hecho a la autoridad y ésta trabaja para descubrir el paradero de la fugada. La desaparecida es de muy buenos antecedentes y tiene muchas simpatías entre sus vecinos, a los que ha producido gran extrañeza esta determinación, suponiendo muchos que se trate de un hecho criminal”
Periódico «La libertad» de 29 de octubre de 1927:http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0002890648


9. ASALTO AL CARTERO DE FAMORCA


En 1874, una partida carlista compuesta por unos 30 hombres, asaltó al cartero que iba desde Famorca a Callosa mientras atravesaba la sierra de Serrella.

Periódico «El imparcial» de 10 de agosto de 1874:

Periódico «El imparcial» de 10 de agosto de 1874:

“A la vista de Castell se halla una partida carlista de 30 hombres y que la facción Salas ha quitado la correspondencia oficial al peatón que iba de Callosa a Famorca y Facheca”.





Periódico «La Época» de 10 de agosto de 1874:



10.  MULTA AL ALCALDE POR NO PONER EL SELLO CON EL ESCUDO DE LA REPÚBLICA. 1933


Periódico «El Sol», 7 de septiembre de 1933: “El gobernador ha impuesto una multa al alcalde de Famorca porque usaba todavía el sello de aquel ayuntamiento con el escudo del régimen anterior”


11. LOS DOS BURROS Y LA RIADA

A principios del siglo XX, cerca de la Cova de Santa Maira, en el término municipal de Castell de Castells, en el mismo barranco de Famorca, estaba el tío Blanc de Famorca, cogiendo leña, y empezó a llover fuertemente. Metió a los dos burros en una cueva, a la altura del río, y el se refugió en un abrigo de un poco más arriba. El agua del río comenzó a subir de repente y arrastró a los dos burros río abajo, y los encontraron, muertos, más allá de Castell de Castells.

12. EL CIEGO DE PARCENT

En los años veinte había un señor ciego, que era de Parcent, y tocaba el armonio de la iglesia, y sin ver nada, iba y venía de Famorca a Parcent, por sendas, solamente guiado por un perrito.


13. RAYOS

Poco antes de la guerra, durante una tormenta, cerca del “Pouet de Cantalar”, en la parte de arriba de Alfaro, en el término municipal de Fageca, un pastor metió en una cueva a su rebaño de cabras, y él se metió dentro también. Estando allí, se dio cuenta que faltaba una, y la vio que estaba cerca de allí, herida en una pata. Acudió a donde estaba la cabra, y en aquel momento cayó un rayo en la cueva donde había estado y mató siete cabras.

A principios de siglo, cayó un rayo cerca de la Penya Rotja, un poco más arriba, y hacia el este, y deshizo unas grandes rocas, y cayeron piedras rodando por la montaña. Todavía hoy se aprecia la roca descarnada.


14. AHUYENTANDO LAS TORMENTAS

Había verdadero miedo a las tormentas, especialmente a las de granizo. (Una señora, la tía Amparados, se llegó a morir del susto, ante la inminencia de una gran tormenta). Había muchos métodos para intentar evitar que cayera granizo.

Cuando aparecían nubes negras, algunas veces, delante de la casa, se quemaban los ramos de olivos bendecidos el Domingo de Ramos, con la creencia de que el humo al llegar a las nubes evitaría que cayera el granizo. Otro método era encender la candela que les habían dado el día de la Candelaria. También había la costumbre de poner boca arriba los trípodes que se utilizaban para poner los cazos a la lumbre.

Otro método era sacar la cruz de Caravaca, a la que todavía las señoras mayores le tienen gran devoción. Esto viene de que, a principios del siglo XX, una vez que vinieron unos pobres de Caravaca a pedir limosna, para agradecerle una limosna a la tía Francisca María (abuela de Delfina) le dieron una cruz de Caravaca para que la sacara cada vez que hubiera una tormenta. El ritual era salir por las calles con la cruz y, con el crucifijo, hacer tres cruces en el aire diciendo cada vez: “Padre, Hijo y Espíritu Santo”. Como esto le dio resultado a la tía Francisca María, la devoción se extendió y se fueron adquiriendo más cruces de Caravaca. Después la sacaba la tía Asunción.

Hasta no hace mucho tiempo, para ahuyentar las tormentas se sacaba en procesión el estandarte de la Purísima, y se iba cantando: 

“Santa Bárbara va pel camp
buscant a l´Esperit Sant,
L´Esperit Sant no pot eixir
perque tres núvols veu venir:
ú de foc
ú de pedra
ú de mala ventura,
que no em pegue a mi
ni a ninguna criatura”.

15. LA MANO DE FUEGO

Un hecho insólito que alarmó a la gente del pueblo en los años veinte fue “la mano de fuego”.
En los años veinte, Pascual Vidal de Colau estaba una noche en el dormitorio iluminándose con el candil, y apareció una mano de fuego que le apagó el candil. El se asustó mucho pero pensó que lo habría soñado, y cuál no sería su sorpresa cuando descubrió que en la pared estaba la sombra de aquella mano. Cada pocos días encalaba la pared para tapar aquella sombra, pero cada vez reaparecía la mano. A partir de entonces, ésta persona se hizo muy religiosa.


16. EL CONEJO Y EL CAZADOR

Sobre los años treinta, un Viernes Santo, salió a cazar el tío Baltasar, y le salió un conejo, le apuntó, le disparó, y el conejo no se murió. Entonces, cargó otra vez la escopeta, y el conejo en vez de irse se quedó allí de pie. El tío Baltasar le apuntó, le disparó, y el conejo seguía allí, y así tres o cuatro veces, hasta que ya se dio por vencido y se volvió a casa, con unos fuertes dolores de tripa. Todo el pueblo pensó que aquello le había ocurrido por salir a cazar en Viernes Santo.


17. HISTORIAS DE LA NIEVE

Antes nevaba muchísimo más que ahora, y no era extraño ver nevadas de más de un metro de espesor. Cuando nevaba no había escuela y la gente no iba al campo. Con palas se hacían caminos entre unas casas y otras, como si fueran trincheras, y, a veces, había que salir por los balcones. Cuentan que en los años diez, una vez nevó tanto que no pudieron llevar a enterrar a un señor que se había muerto, y tuvieron que tener el cadáver en casa tres días hasta que lo pudieron enterrar. También se cuenta que, a principios del siglo XX (o finales del S. XIX), nevó mucho y hacía mucho frío. Y, como había fallecido un señor, al llevarlo al cementerio, no podían cavar en el suelo, para hacer la fosa, porque estaba helado. Así pues, taparon el cadáver con nieve, lo dejaron toda la noche allí, y volvieron al día siguiente con mejores herramientas para poder excavar la fosa y enterrarlo.


18. UN INCENDIO EN UNA CASA

Siempre había temor a un incendio. Ya he contado que antiguamente no existía el arco de la Volta, y lo hicieron, entre otras cosas, para poder acudir rápidamente a la fuente a coger agua en caso de incendio de alguna casa de aquella parte. No se recuerda ningún incendio antiguamente, pero en los años sesenta se incendió la casa de Etelvina, y allí acudió todo el pueblo con cubos de agua para sofocar el incendio y, a pesar de los esfuerzos, se quemó todo el tejado. Posteriormente, y en gesto ejemplar de solidaridad, todo el pueblo colaboró para reconstruirles el tejado sin que los dueños de la casa tuvieran que pagar nada de toda la obra.


19. UN BRAZO EN EL RÍO

En 1919, una persona de Benimantell había venido a Famorca a cobrar un ganado que había vendido. Uno de los que le pagaron, que era de Famorca, lo entretuvo bebiendo, y cuando se iba a hacer de noche, se le ofreció para acompañarle, ya que llevaba mucho dinero, y a mitad de camino entre Famorca y Castell de Castells, lo mató y enterró el cadáver en el río. Al parecer un pastor vio cómo lo mataba y se lo hizo saber al párroco de Castell de Castells, el cual avisó a la Guardia Civil y detuvieron al asesino sin que confesase a pesar de los brutales interrogatorios a que le sometieron. Al cabo de unos días, en el lugar donde había enterrado al asesinado, un pastor descubrió un brazo que sobresalía de las piedras, y avisó a la gente de Famorca que fueron a desenterrarlo, y descubrieron que se trataba del desaparecido, y entonces el asesino confesó.

Se publicó la historia, muchos años después, en el periódico “La Verdad” de 7 de enero de 2004:

El crimen ocurrió en noviembre de 1919. A la víctima le llamaban el “Polinari”. Se llamaba Vicente Ponsoda. Vivía en Castell de Guadalest. Tenía 30 años, estaba casado y tenía un hijo de corta edad. Era un jugador empedernido y había acudido a Famorca a jugar a “juegos prohibidos”
El “Polinari” apareció en un barranco situado entre Famorca y Castell de Castells, muerto por dos disparos de escopeta, (según el periódico, Barranc de “El Villó”)
Un pastor de Castell de Castells encontró el cadáver cubierto de piedras.
Fueron detenidas cuatro personas, entre ellos Tomás Vidal Masanet, de Famorca, alias Tomaset, que estaba intentado irse Suramérica. 
 

Dice el Diario de Valencia del 28 de noviembre de 2019:

“Descubrimiento de un crimen. Se ha descubierto un nuevo crimen, cometido en la región de la Marina, que ha conmovido al vecindario, aún indignado por no haber sido descubierto el del jugador de Alfaz del Pi, cometido hace meses.
El actual crimen aparece misterioso.
Se señala la coincidencia de que la víctima era aficcionada al juego y que también ganaba importantes cantidades.
El hecho ha ocurrido en el pueblo de Guadalest.
Se dice que el vecino, Vicente Ponsoda, alias Polinari, recibió cierta cita de un amigo del pueblo de Famorca, Tomás Vidal, conocido por Tomaset.
Polinari comunicó la invitación a su familia y acudió al requerimiento.
Pasaron quince días , y la familia, sorprendida por la tardanza en regresas, temió que hubiera sido víctima de algún crimen y denunció el hecho al juzgado de Callosa de Ensarriá.
Este, auxiliado de algunos vecinos, salió con armas y perro por las sierras próximas, las que reconocieron infructuosamente.
Unos días después fue hallado el cadáver de Polinari en una hondonada del barranco, entre Famorca y Castell de Castells.
El cadáver estaba descompuesto y casi cubierto de piedras y leños.
Los médicos dicen que el cadáver tiene 15 días.
Se ignora la forma en que fue asesinado Polinari.
Sospéchase que el móvil del crimen fue el robo.
Hay cuatro sospechosos encarcelados.
Los cargos son abrumadores para Tomaset.
Se dice que éste hace días marchó a Valencia para gestionar un pasaje para América y que pagó a un agente mil pesetas.
La comarca se halla muy impresionada por este crimen.
La víctima tenía 30 años, era casado y tiene un hijo”


20. EL TIO CAYETANO

El tío Cayetano era una persona peculiar, tenía casa en Famorca, pero frecuentemente se iba a vivir a una cueva cerca del Barranc, en el camino a la Font dels Olbits. Murió sobre 1960. Era muy listo, había vivido en muchos sitios, entre ellos América del Norte y Argelia, y dicen que sabía siete idiomas. Fue alcalde durante una parte de la Guerra Civil, y luego estuvo un tiempo encarcelado.

Cuando volvió a Famorca, después de sus viajes por el mundo, se dedicaba a cazar conejos, zorras y ginetas, y utilizaba para ello trampas y lazos, y dicen que le pagaban dos mil pesetas de aquellos tiempos por cada piel de gineta. Se alimentaba de lo que cazaba y de higos, y dicen que comía hasta serpientes.Tenía una zorra amaestrada como animal de compañía, y la tenía como si fuera un perro. Vivía en el pueblo cuando hacía mucho frío, y era de carácter oscuro y no hablaba con casi nadie. Cuando estaba en el campo vivía en una cueva que había debajo de la Coveta l´Empelt, o en una barraca que había cerca de la Font dels Olbits. También vivía en Alfaro, en una cueva que había en el Morro Negre. A veces, estaba quince días en el Barranc de Malafí cazando. Por el campo iba desnudo del todo, excepto el calzado.

En tiempos de la Guerra había dos radios en el pueblo y las requisaron y se las llevaron al ayuntamiento, y dentro de lo raro que era, permitía que los chiquillos fueran al ayuntamiento a escuchar la radio, y es que le hacían gracia los niños. Está enterrado en el cementerio de Famorca.
Con él se murió el último Cayetano del pueblo, pues no pusieron a nadie más ese nombre, lo que es extraño ya que es el patrón.


21. EL TÍO LUCERO

A principios de siglo había un señor muy raro, al que le decían el tío Lucero, que también le daba por irse a vivir a una cueva a pesar de tener casa en Famorca, y se iba a Alfaro, a la cueva del Lucero. Este señor estaba un poco loco. Cuentan de él, que varias veces robó cabras de los ganados, aprovechando un descuido de los pastores, y las mataba, y les sacaba el hígado y se lo comía asado, y el resto de la cabra no lo tocaba. No siempre robaba ovejas, pero siempre iba detrás de quien mataba ovejas o cabras para que le dieran o le vendieran el higado.


22. EL TÍO SILVERIO

Este señor vivió a principios de siglo y también era muy raro, y muchas noches de invierno se iba a dormir al cementerio, y se metía dentro de un ataúd que guardaban allí, y decía que allí estaba más “calentito” que en casa. Este ataúd del cementerio era el que se empleaba para enterrar a las personas muy pobres.


23. UN CURA CONFLICTIVO

Al acabar la guerra hubo un sacerdote, que se distinguió por imponer una religión muy retrógrada y muy peculiar, hacía ponerse cilicios a las mujeres durante la noche, desbarató noviazgos que estaban a punto de ser matrimonios, les decía a las mujeres que no se acostasen con sus maridos, etc. Tuvo que irse del pueblo ante el malestar que generó, y menos mal que no pasó nada más. Los de Fageca también estaban hartos de él.
En los años diez hubo otro sacerdote peculiar del que cuentan, entre otras cosas, que pidió a los que tuvieran libros que no fueran religiosos que se los llevaran, y después hizo una hoguera con todos ellos.


24. CAÍDA DE LA IMAGEN DE SAN CAYETANO EN LA PROCESIÓN

Poco antes de la guerra, en las fiestas, durante la procesión de San cayetano, en la esquina entre la calle Salamanca y la calle de arriba («la Carretera»), al girar, cayó la imagen del santo al suelo.


25. PAJAREROS

Antiguamente, los de Castell de Castells, y de otros pueblos, llamaban a los habitantes de Famorca con el apodo de “pajareros” y, aunque desconozco la causa, tal vez puede darnos una pista la definición de “pajarero” que se puede leer en el diccionario: “Dícese de la persona excesivamente bromista”.
Las personas de Castell de Castells, cuando se refieren a los famorquinos llamándoles así, quieren decir «que son agarrados».

Curiosamente, en Famorca había varias personas que actuaban como prestamistas de dinero a gente de los pueblos de alrededor,  pudiera ser que por eso considerasen que eran usureros y «agarrados».

Además, la forma de decirlo era aspirando la “j”, decían algo parecido a “pacarero”.


26. UN TALLER EN LA ALMAZARA

En los años sesenta, muchas mujeres hacían bolsos de palma en sus casas, en las pocas horas libres que les quedaban. Luego se usó la almazara como taller y allí iban a trabajar para hacer los mismos bolsos de palma. La almazara también se usó en un tiempo para seleccionar retales de tela que traían de las fábricas de Alcoy.


27. ROBO EN EL AYUNTAMIENTO

En los años noventa, dos delincuentes llegaron al pueblo y entraron en el ayuntamiento buscando algo que robar. Fueron descubiertos, y al azuzar a un perro para que subiera hacia ellos, que estaban en la parte de arriba, saltaron por el balcón a la calle y desaparecieron. Abandonaron el coche donde habían llegado al pueblo junto a la Plaça de la Font, y aún tuvieron la cara dura de denunciar que se lo habían robado. Creo que los detuvieron pero no les hicieron nada.


28. TRES DÍAS EN EL PLA DE LA NOGUER

Después de fiestas iban a comer paellas, a veces, hasta la Noguer. Aparte de estas veces, iban con frecuencia los chicos jóvenes, bien para cazar, o para hacerse una paella o para pasar el día.
Una vez, en los años cincuenta, como los jóvenes de Famorca estaban enfadados con los de Fageca, decidieron no ir a las fiestas de Fageca, y fueron a la Noguer a pasar los tres días, y allí estuvieron durmiendo a la intemperie, comiendo pollos y divirtiéndose jugando, haciendo gamberradas, carreras de mulos, etc.

29. EL TÍO TORRET


Una anécdota del tío Torret, que tenía un bar en Famorca. Con frecuencia acudían a su bar personas pobres que estaban de paso, y él les ponía un plato de comida delante, sin cobrarles nada, y les decía: “ja tens prou desgràcia amb no tindre diners”. 

30. UN NIÑO QUE CAYÓ A UN TRUJAL


En los años treinta, antes de la guerra, en la almazara de arriba (frente al Ayuntamiento), un niño estaba jugando sobre las vigas del cup y una de ellas giró y cayó en el trujal  y falleció en el acto.

31. EL JABALÍ PERICO

En los años setenta, el tío Miquel o Miquelet (o Michel), que había vivido en Argel y Francia y regresó a Famorca, amaestró un jabalí pequeño como si fuera un animal doméstico y le llamaba «Perico» y el jabalí respondía a ese nombre.. El jabalí le seguía por la calle, como si fuera un perrito.

Una vez, en Parcent, se le escapó y corrió hacia el monte al olor de otros jabalíes. El tío Miquel comenzó a llamarlo y, al cabo de dos horas apareció.


El tío Miquelet, cazaba jabalíes con mucha frecuencia y, luego, los llevaba a su casa para cocinarlos. 
Una vez, al disparar a un jabalí, lo dejó malherido y el jabalí le atacó y lo derribó y le mordió en la pierna varias veces y, como pudo, desde el suelo, volvió a coger la escopeta y le disparó a bocajarro matándolo.

32. EL VENDEDOR DE PUERTAS Y LA SERPIENTE

Los que vendían puertas las traían en mulos. Cuentan que, a finales del siglo XIX, todos los años venía un hombre y un niño con varios mulos, a vender puertas, y un año el hombre vino sólo y les contó que, en el bosque, mientras estaban cortando madera para hacer las puertas, vieron a una serpiente grandísima enrollada en un árbol y se lanzó hacia ellos, y cogió al niño y se lo llevó a una sima donde tenía su nido y allí devoró al chiquillo.

33. UNA ZORRITA VISITA EL PUEBLO

Desde 2012, una zorrita visita casi todas las noches el pueblo en busca de comida, e incluso por el día. Curiosamente, cuando se muere una, al poco tiempo acude otra zorrita diferente al pueblo en busca de comida.




34. UN BELÉN EN LA MALLÁ DEL LLOP

Desde hace varios años, en Navidad, los montañeros ponen un belén junto al vértice geodésico de la Mallá del Llop.


35. LOS RICOS DEL PUEBLO 

Había grandes diferencias económicas entre unas familias y otras. Con el tiempo las diferencias se fueron acortando. A mitad del siglo XIX nos encontramos con que el más rico del pueblo, con bastante diferencia, era Pedro Masanet. Luego le seguían José Masanet Moll y Francisco Masanet de Teresa. Estos tres eran mucho más ricos que los demás. 
Sobre 1906, según cuenta Martí Gadea (“Burrimaquia alicantina”) los más ricos eran: – José Masanet, el Recordí, que tenía un hijo al que le llamaban también el Recordí y su nombre era José Masanet Gil. El padre tenía dos hermanos llamados Vicente y Francisco; -José Masanet, el Forriel y – Joaquín el Blanco, conocido por el Baratero. 

Además de estos nombres, revisando las listas del Catastro vemos que los que más tierras tenían en 1880 eran: 

– Francisco Masanet Puchol – Pascual Masanet Puchol – Vicente Masanet Masanet 
– Vicente Masanet Femenía 
– Vicente Masanet Lucas 
– Francisco Masanet Masanet de José 
– Vicente Masanet Masanet de Francisco 

En 1899, los que más tierras tenían eran: 
– Vicente Masanet Masanet de Francisco – Francisco Masanet Masanet de José – José Masanet Masanet, de Francisco  – Vicente Masanet Masanet, de José  – Vicente Masanet Lucas  – Pascual Masanet Camps 
La tierra estaba muy mal repartida, en 1899, entre los seis más ricos tenían lo mismo que entre los 60 más pobres.


36. CRONISTA DE FAMORCA


En 1955 se nombró Cronista de Famorca a D. Francisco de Paula Carchano Carretero, y también era cronista de todos los pueblos de la Vall de Seta y Gorga excepto de Quatretondeta. El Cronista de Quatretondeta era el escritor Rafael Pérez y Pérez.
El Sr.Carchano, era Juez y pertenecía a la Sección de «Cronistas del Reino de Valencia».

049. CITAS DE FAMORCA (01)

1. Grabado de Gastón Castelló, publicado en el Diario Información de 9 de marzo de 1958

2. El Imparcial. 7 de diciembre de 1930. (Sarthou) 

La foto está tomada en 1930 en La Volta, el arco que hay en medio del pueblo.

3. Descripción actual de Famorca

“Es el pueblo más oriental del valle ya en la salida de éste hacia la Marina Alta. Se encuentra encajonada entre las sierras Alfaro y Serrella, en cuya zona de sombra se encuentra enclavado el pueblo. En tiempos antiguos era productora de hielo que se producía en las zonas frías de la Serrella. La Iglesia de San Cayetano, patrón de la localidad, se construyó a finales del siglo XVII y fue reconstruida en 1912. El primer fin de semana de agosto se celebran las Fiestas Mayores en honor a San Cayetano. El viernes anterior a la Semana Santa se celebra fiestas en honor a Ntra. Sra. de los Dolores. Se puede ascender por la Sierra Serrella, por la Mallá del Llop, hasta el Pla de la Casa o el «Castell de Serrella» a través del «coll i barranc de la Canal». También se puede ir «als corrals de la Cova» o la «Font de l’Anouer». Para comer en Bar Casa Pura”. (CLUB RURAL)

4. Descripción actual de Famorca

“Famorca es un pueblo que se halla en el interior de la montaña alicantina. Esta localidad era famosa en tiempos por ser punto de partida de expediciones muleras cargada con nieve y destinadas a surtir de la misma a las calurosas poblaciones de la costa. El pueblo, al que se accede cruzando un vetusto puente, está adosado a la frondosa Sierra Serrella a la cual se pueden realizar varias excursiones. Pueblo pequeño de calles empinadas y rodeado de zonas abancaladas de almendro y olivo -única economía local- va quedando poco a poco despoblado de sus habitantes más jóvenes. No obstante guarda tesoros muy cuidados como la Iglesia de San Cayetano que conserva un vetusto y original reloj.
La Iglesia de San Cayetano, patrón de la localidad, se construyó a finales del siglo XVII y fue reconstruida en 1912”. (CLUB RURAL)

5. Descripción actual de Famorca

“Famorca es un pueblo que cuenta con 73 habitantes que se haya en el interior de la montaña alicantina. Esta localidad era famosa en tiempos por ser punto de partida de expediciones muleras cargada con nieve y destinadas a surtir de la misma a las calurosas poblaciones de la costa. El pueblo, al que se accede cruzando un vetusto puente, está adosado a la frondosa Sierra Serrella a la cual se pueden realizar varias excursiones. Pueblo pequeño de calles empinadas y rodeado de zonas abancaladas de almendro y olivo -única economía local- va quedando poco a poco despoblado de sus habitantes más jóvenes. No obstante guarda tesoros muy cuidados como la Iglesia de San Cayetano que conserva un vetusto y original reloj”.

http://www.costablanca.org/Esp/Descubre_la_Costa_Blanca/La_Costa_Blanca/Paginas/Famorca.aspx

6. Descripción actual de Famorca

“Famorca es una localidad y un municipio de la Comunidad Valenciana. Está situado en la provincia de Alicante, en la comarca de El Comtat. Contaba con una población censada de 57 habitantes en 2017.El municipio de Famorca, de 10 km2, se ubica en la Vall de Seta, en la cuenca alta del río Gorgos. Limita con Tolllos, Castell de Castells, Fageca, Confrides y Beniardá. Antiguamente era famosa por ser el punto desde el que partían las reatas de mulas cargadas de nieve, destinada a proveer de hielo las poblaciones costeras”.

“Famorca es un municipio tranquilo, de calles empinadas, rodeado de bancales de olivos y almendros. Podemos visitar la pequeña iglesia de San Cayetano. El pueblo está adosado a la Serrella, punto de partida de muchas excursiones, desde donde podemos subir hasta la Font de l´Anouer o hasta la Mallá del Llop.”

“Las fiestas patronales, en honor de San cayetano, son el primer fin de semana de agosto; el jueves anterior a Semana Santa se celebra la Virgen de los Dolores”. “Los grabados y pinturas rupestres hallados en el barranco de la Fita dan fe de la antigüedad del poblamiento humano en el término de Famorca.​ El núcleo de población actual debe datar de época musulmana, aunque el étimo del topónimo se desconoce.​ Tras la conquista cristiana (mediados del siglo XIII), pasó a formar parte de la baronía de Guadalest que se le concedió a Huc de Cardona. Pasó, por herencia materna, al biznieto de este, Sancho de Cardona, almirante de Aragón, que obtuvo el título del marqués del mismo nombre en 1542. Posteriormente pasó a los Palafox, marqueses de Ariza, y a los Arteaga, duques del Infantado. Estuvo habitado por musulmanes hasta su cristianización forzosa y contaba con 26 hogares en 1602 (unos 117 habitantes). Tras la expulsión de los moriscos (1609), se repobló con familias de mallorquines, si bien en 1646 solo había 7 casas habitadas (unos 32 habitantes).​ El lugar era conocido en el siglo XIX por las expediciones en mulas cargadas de nieve que salían de la sierra hacia la costa. En el Diccionario de Madoz (1845-1850) aparece la siguiente descripción de Famorca y su término: “Lugar con ayuntamiento en la provincia de Alicante (10 leguas) […]. Situado casi en el centro del valle de Ceta […]; su clima es frío y seco. Tiene 40 casas de pobre aspecto, y una iglesia dedicada a San Cayetano, aneja de la parroquia de Facheca. […] En su radio se encuentran algunos montes poblados solo de matas bajas. El terreno es áspero aunque no enteramente estéril, pues se crían en él viñedos, buenos sembrados y algunos olivos […] Los caminos son escabrosos. […] Produce trigo, escanda, vino, aceite y legumbres; sostiene poco ganado lanar y cabrío, y caza de perdices. Industria: la agrícola. Población: 45 vecinos, 204 almas”. 

(WIKIPEDIA)

(Nota: Es el viernes anterior a Semana Santa cuando se celebra la Virgen de los Dolores. La fuente que hay en Serrella se le conoce por Font de la Noguer, aunque sea una incorrección en valenciano).

7. Descripción actual de Famorca

“Al igual que los demás pueblos que sirven de acceso al canal de Serrella, Famorca presenta una pintoresca arquitectura. En su término se encuentran ejemplos de corrales tradicionales, muestra del duro trabajo que históricamente se realizaba en estas tierras. También la espeleología tiene en el Avenc de Famorca un interesante reto que nos lleva a las entrañas de la Serrella. La Mallá del Llop, también en esta montaña, es un lugar tradicionalmente visitado. En su pequeño casco urbano, destaca la iglesia de San Cayetano, y muy cerca de éste, la Font de l´Anouer sirve para encontrar la tranquilidad y lo necesario para el recreo al aire libre. En los campos abancalados de Famorca se trabaja sobre todo el almendro y el olivo. Los platos típicos de Famorca son el “arròs amb conill i penques” y la “borra amb melva i bacallar”. “Fiestas: Nuestra Señora de los Dolores (Viernes de Pasión. Viernes anterior a Semana Santa) y San Cayetano (Primer fin de semana de agosto)” .
(“Caminos del Comtat”. Caja de Ahorros del Mediterráneo. Alicante. 2000)
(Nota: Cuando escribe Font de l´Anouer debería escribir Font dels Noguerets, que es un área recreativa que se encuentra en las afueras del pueblo).

8. Descripción actual de Famorca. (Joan Seguí)

“Para pueblos como Famorca, Quatretondeta y Fageca, el pasado reciente vive casi siempre enraizado en la memoria de sus mayores, rara vez en libros de historia o relatos de cronistas. La selección de fotografías que aquí se presenta no pretende rellenar ese vacío, sino más bien reforzar el conocimiento de ese pasado mostrando las imágenes de la memoria de unos a la curiosidad de otros (…) Las fotografías son aquí ventanas donde asomarse para sorprenderse. En ellas, el fotógrafo, casi siempre anónimo y ambulante, captó una imagen más singular que cotidiana de la realidad de estos pueblos, pero no por ello menos interesante, menos llena de contenido. La mayoría de las imágenes fueron tomadas entre 1925 y los inicios de la década de los cincuenta, una etapa de importantes cambios en el ámbito social y político del Estado que sin embargo no alteraron muy profundamente el día a día de las gentes de Famorca, Quatretondeta y Fageca.
Aunque singular, la temática de las imágenes de esta Memoria Gráfica refleja diversos aspectos. Por una parte, detalles de la religión, tan presente en la psicología personal y colectiva de los pueblos. Procesiones y misas salpicaban los días festivos como aún hoy lo siguen haciendo, y esas eran sin duda fechas propicias para la presencia de un fotógrafo. Por otra, banda de música, grupo de teatro, partidas de pelota, todo ello deja entrever una actividad cultural y de ocio reflejo de unos pueblos más llenos de gente, más bulliciosos. Hay también espacio para la mujer, para la más tradicional con su luto ineludible, y para la más joven, que empezó a vivir lentamente un cambio significativo en su papel social. Así mismo se sugiere como con un guiño, una mirada a la evolución del “aspecto” de calles y fachadas, de la iglesia (…) Quizá estas fotografías nos sirvan para reforzar el nexo con el pasado reciente de nuestros pueblos, un pasado no tan distante en el tiempo pero cuyas imágenes a menudo nos parecen, al menos a los que no lo vivimos, sorprendentemente lejanas”. (JOAN SEGUÍ – “Memoria gráfica de l´Alcoià, el Comtat y la Foia de Castilla”. Diario Información. Alcoy.1998)
(En este mismo libro aparecen dos fotografías antiguas de Famorca: una del Rosario de las Chicas, cuando salían de la iglesia y otra de la Procesión del Corpus.

8.bis. Diario Levante. 1.11.2020

Famorca. Pueblo de la montaña alicantina.

Famorca es un municipio alicantino típicamente montañoso, perteneciente a la comarca de El Comtat. Está situado en el extremo oriental de la denominada Vall de Seta, enmarcado entre las sierras de la Serrella y de Alfaro. El término tiene una extensión de 9,72 km2 y tiene como municipios limítrofes Tollos al Norte, Castell de Castells al Este, Facheca al Oeste y Beniardá y Confrides al Sur. El núcleo urbano se ubica a 684 m de altitud, en la vertiente meridional de la sierra de Alfaro, al sur de la carretera CV-720, el único eje viario que atraviesa el término.

La superficie del término es montañosa; es un territorio de escasas llanuras. Al Norte se sitúa la sierra de Alfaro, con el vértice geodésico de Carboneras (1.096 m) y de Alfaro (1.166 m), y al Sur la sierra de la Serrella, con el Alt de la Serrella (1.323 m) y Les Mallaes (925 m). Estas sierras están englobadas geológicamente en la zona de transición entre el Prebético meridional y septentrional, y están configuradas por materiales carbonatados. En medio de estos relieves se halla el angosto valle del barranco de Famorca, que discurre en dirección este y que más adelante se denominará río de Castells, de Xaló o de Gorgos. El clima es mediterráneo continentalizado, con inviernos fríos y con las principales precipitaciones concentradas sobre todo en otoño y primavera. En invierno suele producirse alguna nevada.

Raíces históricas y condiciones de vida

El núcleo de Famorca fue una alquería de origen musulmán. Después de la conquista cristiana de mediados del siglo XIII el señorío de estas tierras fue del marqués de Guadalest y después del marqués de Ariza. En 1602 contaba con 26 hogares, lo que suponía unos 117 habitantes. Tras la expulsión de los moriscos en 1609 y la consecuente despoblación que supuso, debido a que eran mayoría fue repoblado, en su mayor parte, por familias procedentes de Mallorca. No obstante, la población se redujo considerablemente. La repoblación de los siglos posteriores hizo que alcanzaran los 284 habitantes en 1877.

Famorca está habitada por pocos vecinos. La población censada en el año 2018 es de sólo 53 habitantes, con una densidad de 5,45 habitantes/km2. Desde principios del siglo XX se produce una lenta regresión demográfica, provocada por la emigración. De las 266 personas con que contaba en 1900 se pasó a 186 en 1960 y a 61 en el año 2000. La despoblación y el envejecimiento son las principales características de este municipio de la montaña alicantina.

Economía y patrimonio rurales

La economía tradicional de Famorca ha sido y sigue siendo la agricultura, con predominancia de los cultivos de secano. Las sierras de Alfaro y Serrella parecen acercarse más que en ningún otro lugar, lo que reduce las posibilidades de un abancalamiento cómodo, lo que obliga a la construcción de bancales muy estrechos, que se escalonan de forma muy empinada. La agricultura tiene las características propias de un área montañosa de secano, y está afectada por un notable abandono de las tierras de cultivo. Sólo permanecen en producción 76 Ha de secano, de las cuales 72 Ha pertenecen a olivar de aceitunas para aceite, 3 Ha son de almendros y 1 Ha de viñedos. Actualmente permanecen en cultivo las tierras situadas en el fondo del valle, en los enclaves de mayor calidad o más próximos al núcleo urbano. Como complemento a las rentas agrícolas la ganadería tradicional era la segunda actividad en importancia, pero prácticamente ha desaparecido. El recorrido del Sendero PR-CV-168 permite apreciar ese paisaje agrícola, abancalado, tan singular en tierras montanas mediterráneas.

El casco urbano de Famorca se asienta sobre una colina en la margen derecha del barranco de Famorca. Las calles son estrechas y empinadas, en un perímetro edificado formado por tres calles principales (Diputación, Salamanca y del Forn) y algunas callejuelas menores. La Iglesia Parroquial de San Cayetano es un Bien de Relevancia Local (BRL). Fue edificada a finales del siglo XVI y se reconstruyó en 1912. En 1953 se erigió en parroquia independiente, ya que desde 1574 dependía de Facheca. El reloj centenario situado en el campanario todavía está en uso y se le da cuerda una vez por semana.

En el término municipal existen varias muestras de arte rupestre situadas en los abrigos ubicados en los barrancos de Famorca, de la Fita, de les Coves y dels Pouets, y en el barranco de la Solana de Alfaro. En total se trata de 10 grabados o muestras de arte rupestre esquemático, que han sido declarados Bienes de Interés Cultural (BIC). Son una muestra de la antigüedad de los asentamientos humanos en este espacio.

Naturaleza y neveras

Los espacios naturales que disponen de un régimen de protección medioambiental en Famorca forman parte de la Red Natura 2000. La Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) Muntanyes de Mariola, es una extensa área discontinua que alberga poblaciones nidificantes de 13 especies de aves, con especial importancia para las rapaces rupícolas, como el halcón peregrino, el águila-azor perdicera, el búho real, el aguililla calzadilla y la culebrera europea. El Lugar de Interés Comunitario (LIC) Aitana, Serrella y Puigcampana posee varios hábitats de reconocido valor como la vegetación casmofítica calcícola, los pedregales de las montañas mediterráneas y los pastizales rupícolas crasifolios calcícolas cársticos, con numerosas especies.

El Avenc de Famorca está localizado en la sierra de Serrella y consiste en una sima de 30 metros de profundidad. A los 5 metros y en la pared Noroeste se abre un orificio que da paso a una galería descendente de 25 m, en cuyo final se abre una segunda sima de 45 m de profundidad, en cuyas paredes existen estalactitas de gran tamaño.

En el sector meridional de Famorca, en la sierra de la Serrella, cerca del límite con el término de Confrides, se sitúa la Nevera de la Font de Famorca. Es un Bien de Relevancia Local (BRL). Se construyó aproximadamente en el siglo XVIII en la umbría de la Malla del Llop. Es un depósito de nieve de planta circular con un pozo. Su estado de conservación es regular. Está excavada parcialmente en una vaguada. Las paredes interiores tienen un grosor de 1,15 m y están construidas de mampostería con piedra del entorno unida con mortero. El diámetro interior es de 9,9 m y su altura hasta el nivel exterior es de 8,4 m. Los muros exteriores superaban los 3 m de altura. La cubierta se encuentra derruida y formaba una falsa cúpula de forma hemisférica. La capacidad de almacenamiento era de unos 650 m3. La nevera disponía de 4 puertas, cada una de ellas orientada a los 4 puntos cardinales.

9. Joan Seguí. «Terres del secà i la muntanya valenciana» (2013)

(Traducción libre):

“Fageca y Famorca – Tierras del secano y la montaña valencianas. (Joan Seguí, Museu Valencià d´Etnologia).

Las poblaciones de Fageca y Famorca pertenecen hoy a la comarca del Comtat, un manojo de montañas y valles acaracolados en el extremo oriental del sistema prebético que, siguiendo su orientación SW-NE, se extienden hacia la vecina Marina y el mar. El paisaje de Fageca y Famorca tiene una personalidad fuertemente definida por dos montañas: la Sierra de Alfaro, al  Norte, y la sierra de Serrella, al Sur. Alfaro, de relieve más suave, muy deforestada, es una sierra de fácil acceso, acarasolada, con simas, cuevas y cuevecillas que la horadan y absorben el agua (allí se encuentran muy pocos puntos donde beber y la mayoría son de captación por infraestructuras hechas por el hombre). El escaso suelo disponible hace que se vean pocas terrazas de cultivo, sólo algunas manchas vinculadas a la paciente faena de crear “parats”, sirviéndose de la fuerza del agua de avenida de los pequeños barrancos, y alguna que otra terraza en las escasas lomas carnosas que afloran aquí y allá. La Serrella, por su parte, levanta su relieve calcáreo dentro del paisaje local de forma mucho más contundente. Con picos por encima de los 1100 metros dentro de los términos municipales de Fageca y Famorca (Malladas del Pla de la Casa, de Llop), sus vertientes concentran buena parte de las terrazas de cultivo que han trabajado fegequins y famorquins,  hoy entapizadas de olivos y almendros, pero que hace sólo 50 años estaban cubiertos de cereales, legumbres y viña. La Serrella es una sierra generosa en buena medida, lo es por su espectacularidad (relativa pero claramente apreciable al desplegarse tan cerca del mar), lo es en el aspecto patrimonial (pequeñas torres medievales, cuevas prehistóricas, corrales, márgenes de los campos) y lo es también, siempre en términos relativos, por la cubierta vegetal que la cubre (del Racó dels Teixos al Carrascal, de la Penya l´Edra a la Font Roja de Quatretondeta).

Las dos poblaciones son de fundación indeterminada desde el punto de vista cronológico, pero de claro origen islámico. La zona está ocupada, como mínimo, a partir del Paleolítico y quizás fuera transitada desde mucho antes. A la fijación de un poblamiento estable durante el Neolítico, y primeros metales, le siguió la bien estructurada red de poblados del periodo ibérico, el periodo romano –con huellas de algún asentamiento rural- y, después de unos siglos con poca información arqueológica, la ocupación islámica. De ésta, se han encontrado algunos testimonios cerámicos incipientes, del siglo VIII, en el término de Fageca. Lo que está muy claro que fueron las poblaciones musulmanas las que definieron los rasgos del asentamiento actual y quizás, también, la organización general del territorio que hoy conforma los términos municipales de Fageca  y Famorca.

La población de religión islámica no abandonó estos pueblos hasta la expulsión general de los moriscos, en 1609. De esta gente, sabemos alguna cosa, aunque bien poco si se compara con lo que, por ejemplo, sabemos del poblamiento romano e incluso del ibérico. Hemos podido localizar huellas de algunos de los últimos moriscos de Fageca en los listados de los “morisquillos”, y sabemos que algunos sobrevivieron sirviendo a cristianos viejos en lugares como Oliva…pero poco más. Todavía queda mucho por aprender de ellos en lo tocante a la organización social y al mundo ritual.

La población cristiana actual tiene su origen, mayoritariamente, en el proceso de repoblación que se generó en los años posteriores a la expulsión (en el 1611 llegan los nuevos pobladores). El grueso vino de poblaciones diversas de Mallorca (como Artà o Muro), a pesar de que la movilidad posterior diluirá esta homogeneidad “isleña”, especialmente en Fageca y no tanto en el caso de Famorca. En cualquier caso, apellidos como Masanet, Femenía, Llodrá o Seguí han dominado el paisaje poblacional de ambos pueblos hasta hoy mismo. Valencianos del todo, no deja de entreverse cierta base isleña que flota, pasados los siglos: la sobrasada, el trabajo de piedra seca y alguna que otra palabra o giro idiomático…

https://www.raco.cat/index.php/Sarria/article/view/281661/410396

10. Joan Castelló, S.XVIII. “Descripción del Reino de Valencia por Corregimientos”. 

«Sobre el monte Serrella se hallan dos pueblos; el primero es Facheca con 20 vecinos, dista de Cocentaina 3 leguas y 4 de Alcoy (…) a media legua de Facheca, tres y media de Alcoy, también sobre el monte Serrella, tiene su asiento Famorca, con 15 vecinos; beven de fuentes y de ellas riegan sus huertas, en las que como en los secanos se coge lo mismo que en los demás pueblos del valle (de Alcoy), en todos ellos hay copia de pastos y crían porción de ganado lanar y cabrío»

11. Vicente Castañeda. S. XVIII. «Relaciones geográficas, topográficas e históricas del Reyno de Valencia»

«Facheca y Famorca, lugarcillos conjuntos, acia el Mediodía, distantes de Parcent tres leguas; situados entre dos montes, el uno hacia el Norte que se yntitula sierra «Mayra»; acia el Mediodía otro que se llama Serrella, monte muy elevado, encima una casa de nieve; tiene a las paredes, cada uno, su fuente perenne. Tiene un barranco que divide un lugarcillo del otro; su camino real para su entrada».

12. Laurence Echard, 1795 «Diccionario Geográfico Universal»

13. Cavanilles. 1795

Cavanilles, en 1795, en sus “Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del reino de Valencia”, al hablar del valle de Seta, en la página 208 del Tomo II dice:

«108. Caminando hacia levante se atraviesan lomas y barrancos por espacio de media hora hasta Balones, pueblo el más oriental del valle de Ceta, donde moran 60 vecinos. Hállase a bastante altura en las faldas meridionales de Almodayna, en cuyas raíces, una hora más al oriente está Benimasot, de igual vecindario, y más allá como media hora, Tollos, de 40 familias. Casi enfrente de Tollos entre el Faro y Serrella está Fageca, con 50 vecinos, al cual se sigue hacia levante Famorca, que es el pueblo más oriental y el más miserable del valle: consta de 30 familias, que viven en chozas infelices, con pocos frutos para subsistir, sin comodidad alguna, sin aseo: lo qual es común en aquellos pueblos, tanto que no parecen valencianos. Desgraciado el que por ellos viaja sin llevar cuanto necesita para el sustento y descanso, pero más desgraciados los tristes colonos que trabajan, sudan y recogen los frutos para un cortísimo número de ricos, dueños del valle. De ahí el apocarse de las familias de Fageca y Famorca, a pesar de su extrema sobriedad, de la salubridad de la atmósfera, de la pureza y abundancia de aguas. Son a la verdad destempladas las faldas septentrionales de Serrella, por la altura del monte, cubierto de nieve muchos meses, mas no estériles, pues hay en ellas viñedos, sembrados y algunos olivos. En las faldas occidentales hay otro pueblo de 60 vecinos, llamado Cuatretondeta, cuyas casas se hallan en los barrancos que allí forman los cerros. Dichos seis pueblos pertenecen al valle, y la suma de frutos que recogen se reduce a 450 cahíces de trigo, 360 de mixturas, 100 de maíz, 16.000 cántaros de vino y 1200 arrobas de aceite quando acierta la cosecha: seda y algarroba no se conocen allí. Con esta poquedad han de subsistir aquellos infelices y pagar las cargas de vecino y los arriendos”.

(Cuando nombra Balones, como el pueblo más oriental del Valle, se debe de tratar de un error, y querría decir el más occidental).

14. Las observaciones de Cavanilles, doscientos años después. Bancaja, 1997

“El paisaje de la Vall de Seta está dominado por los cultivos de almendros y olivos; destacan las pequeñas poblaciones muy bien cuidadas, con casas cómodas en las que es posible pernoctar. Hoy es una gran suerte para el viajero “perderse” por estas tierras. Junto a todas las bellezas posibles de la cultura rural del Mediterráneo, hay que añadir el placer de comer los sencillos platos de la gastronomía local”.
“Famorca es punto y aparte. Constituye el mejor escenario paisajístico del pasado de las tierras alicantinas, comparable con las del Rincón de Ademuz en Valencia y con las de la Tinença de Benifassà en Castelló”.

15. Sebastián Miñano. “Diccionario Geográfico estadístico de España y Portugal”, 1826

“Provincia de Valencia. Partido judicial de Alcoy, 39 vecinos y 188 habitantes, 1 parroquia, 1 pósito. Dista 17 leguas de la capital y 3 de la cabeza de partido”.

16. Madoz. 1843

(Madoz – Diccionario geográfico-estadístico-historico de España, 1843):

«Famorca: lugar con ayuntamiento en la provincia de Alicante (10 leguas) partido judicial de Callosa de Ensarriá (5 leguas) audiencia territorial, capitanía general y diócesis de Valencia (16 leguas). Está situada casi en el centro del valle de Ceta: le combaten los vientos del N y E, su clima es frío y sano. Tiene 40 casas de pobre aspecto y una iglesia dedicada a San Cayetano, aneja de la parroquia de Facheca. El término confina por el norte con el valle de Lahuar (part de Pego), Este con Benigembla y Castell de Castells, Sur con Beniardá y Oeste con Facheca y Tollos. En su radio se encuentran algunos montes poblados sólo de matas bajas. El terreno es áspero aunque no enteramente estéril, pues se crían en él viñedos, buenos sembrados y algunos olivos. Los caminos son escabrosos. La correspondencia se recibe de Cocentaina dos veces por semana por un encargado que nombra el ayuntamiento.Producción: Trigo, escanda, vino, aceite y legumbres. Sostiene poco ganado lanar y cabrío, y caza de perdices. Industria: la agrícola. Población: 45 vecinos, 204 almas. Capital productivo: 285,400 rs. de vellón. Capital imponible: 9,237 rs . de vellón. Contribución: 2,500 rs. de vellón”.

17. Orozco. 1878

Pascual Orozco Sanchez, en 1878, en el Libro “Manual Geográfico Estadístico de la Provincia de Alicante”, hablando de Famorca dice: 

“En el famoso valle de Seta, circuido de elevados montes, se halla situado el lugar que nos ocupa, con clima fresco y saludable. Separado de Alicante 55 kilómetros, 27 de Callosa y 104 de Valencia, circúndale al norte el valle de Laguart, al este Benichembla y Castell de Castells, al sur Beniardá y al oeste Facheca y Tollos. Componen el lugar 66 edificios, que ocupan 312 habitantes. Entre sus casas debemos mencionar la iglesia dedicada a San Cayetano, con un coadjutor, la casa ayuntamiento y dos escuelas dirigidas por D. José Bonastre, a que asisten 14 niños y Dª María Teresa Rives, con 16 alumnas.
El término comprende 142 hectáreas de tierra campa, que a pesar de ser áspera, debido al celo de sus moradores, produce trigo, aceite, legumbres y vino, también los montes encierran en su periferia 160 hectáreas en donde nace el taray, las «alihagas» y demás arbustos comprendidos en la denominación de monte bajo.
Tienen asiento en su radio 15 moradas, que como las del lugar, indican ser las de labrador sobrio. Casi por completo carece de vías de comunicación, si se exceptúan algunas veredas que las lluvias ponen intransitables.
Fundaron los árabes este lugar de cuyo poder pasó al rey de Aragón en el año 1254. En el año 1794 tenía 30 vecinos. Su escudo de armas es el nacional”.
(Las 142 hectáreas que cita como tierra “campa”, esto es “cultivable”, parecen muy pocas)

18. Nicolás Serrano. 1881

Nicolás María Serrano. «Diccionario universal de la lengua castellana, ciencias y artes» 

(Nicolás María Serrano – Diccionario universal de la lengua castellana, ciencias y artes, 1881)

19. Pablo Riera. «Diccionario Geográfico» 1883.

“Famorca. Lugar con ayuntamiento, al que se hallan agregados 13 edificios, viviendas y albergues aislados. Cuenta con 284 habitantes y 76 edificios entre habitados e inhabitados.

Organización Civil. Corresponde a la provincia de Alicante, al Distrito de Denia para las elecciones a diputados provinciales y al de Villajoyosa para las de Cortes.

Organización Militar. Cuartel General de Valencia y Gobierno Militar de Alicante.

Organización Eclesiástica. Pertenece a la diócesis del arzobispado de Valencia y tiene iglesia parroquial dedicada a San Cayetano, que es aneja de la de Facheca, y se halla servida convenientemente.

Organización Judicial. Hállase adscrito al Partido Judicial de Callosa de Ensarriá, de donde dista 28 kilómetros, a la Audiencia de lo criminal de Altea y a la Territorial de Valencia, distando 88 kilómetros de este último punto.

Organización Económica. Para el pago de sus contribuciones depende de la Delegación de Hacienda de la provincia.

Servicios Públicos. Recibe y emite correspondencia por carretera de Villena a Alcoy y Játiva a Alicante, estafeta y posta de Cocentaina.

Obras públicas y medios de comunicación. Los únicos caminos con los que cuenta este lugar para sus arrastres y comunicaciones son locales y en bastante mal estado.

Instrucción Pública. Sostenida de los fondos del municipio hay una escuela para niños y niñas, a la que asiste un número regular de alumnos.

Artesanía, oficios, industria. La única industria de esta localidad es la agricultura.

Población. Ninguna importancia ofrecen los 63 edificios que la forman, muchos de ellos de pobre aspecto y de muy sencilla construcción; los modernos que hay, que son en corto número, no sobresalen gran cosa de la generalidad citada.

La Casa Consistorial y la Iglesia Parroquial no hacen más que responder en lo posible a las necesidades de su objeto.

La población se halla surtida de aguas para el consumo doméstico.

Situación geográfica y topográfica. En el famoso Valle de Seta, rodeado de elevados montes, hállase situado este lugar, sirviéndole de límites por el norte, los del Vall de Laguar, perteneciente al partido judicial de Pego; por el este, los de Benichembla y Castell de Castells; por el sur el de Beniardá y por el oeste, los de Facheca y Tollos.

El término comprende 142 hectáreas de tierra campa, que aún cuando bastante áspera, merced al trabajo de estos naturales tórnase en fértil, produciendo trigo y legumbres y dando lugar, por efecto de sus plantíos respectivos, a la elaboración de vino y aceite.Las 160 hectáreas comprenden también sus montes, poblados de monte bajo que no sirven más que para pastos y leñas”.

20. Figueras Pacheco, 1915

Figueras Pacheco, en la Geografía General del Reino de Valencia, en 1915, describía a Famorca así:

“1. Descripción. Famorca. Lugar distante 20 kilómetros de Callosa y 79 de Alicante. Su término municipal ocupa una superficie de 996 hectáreas y limita: al N. con Tollos, al E: con Castell de Castells, al S. con Beniardá y Confrides y al O. con Facheca.

Famorca es un lugar formado sólo por dos calles: la del Horno y la de Salamanca. Está situado entre los montes de Serrella y Alfaro, en el valle de Seta, por donde discurre el río de este nombre.

Según la estadística de 1910, el número total de edificios y albergues del término de Famorca asciende a 96, de los cuales, 1 es de un piso, 37 de dos, 40 de tres o más y 18 calificados simplemente de albergues. Su agrupación y clasificación por entidades es la siguiente: Famorca, lugar, 78 edificios; diseminados, 18 albergues. El número total de edificios en el año 1900 era de 93.

2. Notas históricas. A fines del s. XVIII, Famorca no tenía más de 30 vecinos. En 1847 el número de éstos era de 45.

3. Población. Según el censo de 1910, la población de hecho es de 235 habitantes y la de derecho de 307. En 1900 la de hecho era de 266 y la de derecho de 298. Con arreglo a la estadística de instrucción elemental, saben leer 2 varones y 5 hembras; saben leer y escribir, 10 varones y 13 hembras y no saben leer 120 varones y 116 hembras.

4. Riqueza y tributación. Los promedios de riqueza agrícola en el quinquenio de 1908 a 1912 son los siguientes: Superficie cultivada: 200 Ha, todas de secano. El cultivo del olivar ocupa 10 Ha produciendo anualmente 2000 pesetas; el viñedo, 20 Has. y 5000 pesetas; el trigo, el maíz, la cebada, la avena y las legumbres, 20 Has y 5000 pesetas. La superficie inculta asciende a 796 hectáreas. Faltan algunos datos. La riqueza zootécnica es, aproximadamente, como sigue; Número de cabezas de ganado: asnal, 20; caballar, 0; mular, 30; vacuno, 0; cabrío, 200; lanar, 200; cerda, 20; aves de corral, 200; palomas, -; conejos, 300. La medida usual de la tierra es la hanegada, de 831 metros cuadrados

Contribuciones en 1913: rústica 2375 pesetas, urbana 209 pesetas, industrial 22 pesetas.

5. Organización. El ayuntamiento se compone de seis concejales y su presupuesto es de 3433 pesetas, destinándose 361 al contingente provincial. Hay una escuela de niñas. La iglesia está dedicada a San Cayetano y es un anejo de la parroquia del Espíritu Santo de Facheca. El correo está a cargo de un peatón.

Itinerario desde la capital: Carretera de Játiva a Alicante 51 kilómetros, de Callosa a Alcoy, 15. Camino, 13 . Total 79”.
(Nota: erróneamente dice que el río Seta pasa por Famorca).