040. OTROS SERVICIOS

OTROS SERVICIOS

A lo largo de los años ha habido diferentes funcionarios, vamos a hablar de algunos:

-Alguacil. Hasta hace unos años se nombraba un alguacil, que también hacía de pregonero, y cobraba poco dinero. En 1907 cobraba noventa pesetas anuales, y en 1924 cobraba por cada bando una peseta. Para pregonar usaba una especie de cornetín y lo hacía sonar y a continuación gritaba diciendo el pregón, y esto lo iba repitiendo varias veces mientras daba la vuelta al pueblo.

-Recaudadores de impuestos. Desde 1840 hasta 1920 aproximadamente, una vez desaparecido el sistema de los señoríos, había un peculiar sistema de recaudación, que consistía, básicamente, en que el ayuntamiento hacía sus presupuestos de lo que conseguiría con los impuestos, y para obtener ese dinero, en vez de acudir a la petición de impuestos a los vecinos del pueblo, hacía una subasta para conseguir que alguien, un arrendatario, pagara el presupuesto al ayuntamiento, y este arrendatario se tenía que encargar de recaudar los impuestos a los vecinos por unas especies u otras. Se pagaba por las casas, los campos, los frutos, el ganado y todo lo que compraban y pedían. Las subastas se hacían la tarde del día de Navidad. Normalmente para este cargo se nombraba a un vecino de Famorca, pero otras veces no quería ser nadie, y lo desempeñaba alguno de otro pueblo (por ejemplo, en 1899 era uno de Alcoletja). El sistema de los arrendatarios era muy lesivo para el vecino ya que, como el arrendatario tenía que tener beneficio en este negocio, con frecuencia se estaba a merced de lo que el arrendatario quisiera cobrar. Después de 1920, y hasta la Guerra, aproximadamente, el recaudador de impuestos se limitaba a ser el encargado de pesos y medidas.

-Secretario. Para este cargo se nombraba a algún hombre del pueblo que supiera escribir. Es el que llevaba los asuntos burocráticos del ayuntamiento. Además, llevaba todos los trámites de los vecinos. El ayuntamiento le pagaba un sueldo.

-Juez de paz. Se nombraba entre los hombres del pueblo y era un cargo no remunerado. Los juicios que veía el juez de paz eran de poca importancia. A principios de siglo, eran juicios por infracción de la ley de caza, por pastoreo abusivo, por el robo de algún carnero, por no pagar algún mulo que se había comprado, por desavenencias en la compra de una tierra, por desahucio, por amenazas con navaja, por jugar al monte, por intrusismo profesional médico, etc.

-Guardas. Debido a que se robaba mucha fruta y hortalizas, y para controlar la caza fuera de tiempo y los problemas que pudiera haber con el ganado, el ayuntamiento nombraba uno o varios guardas. A pesar de los guardas, muchos propietarios iban a sus bancales a vigilar sus frutas y hortalizas. Los guardas permanecían poco tiempo en el cargo pues estaban mal pagados y se tenían que enfrentar constantemente con los vecinos. Se nombraron desde 1869 hasta los años veinte. Las multas que imponían eran importantes, y los motivos eran variados: entrar el ganado en tierra ajena, por atravesar las tierras, por robar ciruelas, melocotones, almendras o uva, por llevar el perro sin bozal, por entrar a hacer leña en tierra de otros, etc.

-Somatén armado. Desde los años cuarenta hasta finales de los años cincuenta se crearon en los pueblos una especie de milicias armadas locales, a la que, en el caso de Famorca, pertenecían unos diez vecinos. Estos vecinos no cobraban nada, pero tenían derecho a tener escopeta. No tuvieron ninguna intervención mientras existieron.

-Agentes del ayuntamiento en la capital. Un hombre, generalmente natural del pueblo y residente en Alicante, se encargaba de resolver con celeridad los asuntos del ayuntamiento en Alicante. Este cargo existía a principios del siglo XX.

-Prestación personal. En el siglo XIX, cada hombre adulto debía dedicar obligatoriamente cuatro días de trabajo gratuito al ayuntamiento durante cada año. Se dedicaban a arreglar los caminos principalmente y la prestación se hacía entre los meses de marzo y octubre.

-Recogida de basuras. Hasta el año 1975 no se recogía la basura por las casas, y hasta esa época lo normal era tirarlas en alguno de los barrancos de cerca del pueblo.

MAESTROS

Hasta 1848 no hubo ningún tipo de escuela en el pueblo. Hasta entonces, los pocos que aprendían algo era porque acudían cuando podían a casa de algunos voluntariosos que, después de su trabajo, les enseñaban a leer, escribir y “las cuatro reglas”, a cambio de algún producto del campo, o por nada.

La necesidad de crear una escuela, viene reflejada en el acta del ayuntamiento del 16 de diciembre de 1847, donde se escribía: “Presente el Sr. Comisionado, se echa lectura de la orden del M.I. Sr. Jefe Supremo político de la provincia de 26 de noviembre próximo pasado, como igualmente el reglamento de 23 de septiembre último, e invitados por dicho comisionado a que, o bien organizaren una escuela de niños y otra de niñas en el pueblo, o bien agregarse al pueblo de Cuatretondeta que tiene escuela establecida, o establecer ambas escuelas entre este pueblo y el de Facheca. Enterados de todo dijeron: Que de ningún modo les era dable agregarse a pueblo alguno por los inconvenientes que diariamente podrían ocurrir, y que así acordaron unánimes establecer en el pueblo una escuela de niños y otra de niñas, y, al efecto, para desempeñar interinamente el cargo de maestro de niños nombran a D. José Vidal Vercher, con la dotación de 500 reales anuales y a Clara Masanet con la de 300 reales para la de niñas. Aseguida, amparecidos dicho maestro y maestra, aceptaron el encargo que se les ha conferido con lo que quedó concluida el acta..”.

En 1855, “reunidos el Ayuntamiento, la comisión local y el Sr. Visitador de Escuelas, acordaron: que en vez de las seis horas que debe, según el reglamento, estar abierta la escuela de niños, lo esté sólamente cuatro, atendido la escasísima concurrencia que hay por ser pueblo esencialmente agrícola; y en lugar de las dos horas que se suprimen de día, la tendrán de noche, y en ellas podrán acudir los niños mayores y vecinos honrados que a juicio del señor alcalde y con presencia de un individuo, en cuyo cargo turnarán éstos, deseen adquirir conocimiento en lectura y escritura elemental. Que el maestro Pascual Masanet queda obligado a desempeñar el magisterio en ella forma por la cantidad de seiscientos reales que tiene asignados anualmente”.

Los niños que acudían a la escuela eran poquísimos, en 1862, en el Interrogatorio que le remiten al ayuntamiento, se contesta a la pregunta de “niños que van a la escuela” respondiendo: “de tres a cuatro niños y de cuatro a seis niñas”, es decir que iban a la escuela uno de cada seis niños en edad de hacerlo, ya que había 62 niños entre 5 y 15 años. Los padres no llevaban a los niños a la escuela porque los empleaban para cuidar el ganado o para trabajar en el campo, o en la casa en el caso de las niñas, pero también era porque había que pagarle al maestro, ya que con lo que le pagaba el ayuntamiento apenas podía subsistir.

En 1869 se solicitó casa para el maestro y poco después se habilitó una junto a la escuela. Hasta finales del siglo XIX había escuela de niños y escuela de niñas y, por tanto, había maestra y maestro, pero luego se quedó sólo la maestra. En 1922 se solicitó que hubiera maestro en vez de maestra. La petición no fue aceptada y prácticamente durante todo el siglo XX ha habido maestra y la escuela ha sido unitaria (niños y niñas juntos).

A principios del siglo XX y hasta los años veinte hubo una maestra que se llamaba Dª Micaela, que era natural de Famorca. Ésta fue la primera persona del pueblo que estudió. Anteriormente a ella, a veces, había desempeñado el papel de maestro alguien del pueblo, pero eventualmente y sin que tuviera estudios para ello.

ESCUELA

Aunque se comenzaron a dar clases en 1848, hasta el año 1869 no se habilitó un espacio en el horno como escuela. Después se construyó la escuela frente al actual ayuntamiento, en lo que ahora es la plaza. En la planta baja y el primer piso estaba la casa de la maestra y en la planta de arriba estaba la escuela. La escuela tenía bancos corridos para cuatro o cinco alumnos, y posteriormente se pusieron pupitres de dos alumnos. La asistencia a las clases siempre fue muy irregular. Como curiosidad, cuentan que en los fríos días de invierno de los años treinta y cuarenta los niños acudían a la escuela con “ricuelas”, que eran una especie de braseros rectangulares que tenían asas.

La escuela ocupaba parte de lo que es la plaza, y detrás de ella estaba la almazara. Ambos edificios se tiraron a la vez, en los años sesenta, y la escuela se trasladó a la planta de arriba del edificio del Ayuntamiento, y las oficinas del ayuntamiento se pusieron en la planta de abajo. Mientras se hacía el traslado de la escuela de un sitio a otro, las clases se daban en casa de José Masanet (frente a Casa Pura). Cuando tiraron la escuela hubo polémica en el pueblo, sobre la conveniencia o no de tirarla. El solar donde estaba la escuela se aprovechó para crear la plaza del ayuntamiento. En los años sesenta se hizo casa para la maestra donde estaba la era de Baix. La escuela se cerró a finales de los años setenta.

Ahora, los pocos niños que hay, van a la escuela de Benilloba, y se desplazan allí en un autobús escolar que recorre todos los pueblos de alrededor.

Antiguamente hubo bastantes analfabetos, igual que en toda la zona. Según los datos recogidos en los censos:

-En 1877 sabían leer y escribir 6 varones y 3 mujeres.

-En 1887 sabían leer y escribir 11 varones y 7 mujeres, y sólo leer 5 varones y 2 mujeres.

-En 1913 sabían leer y escribir 10 varones y 13 mujeres, y sólo leer 2 varones y 5 mujeres.

-En 1920 sabían leer 24 varones y 34 mujeres.

-En 1924 sólo sabían leer y escribir 88.

-En 1930 sabían leer y escribir 160.

-En 1935 sabían leer y escribir 136.

-En 1945 sabían leer y escribir 174.

MÉDICOS

El médico, normalmente era el de Fageca, y acudía cuando se le llamaba, no pasaba consulta. Años más tarde, sí pasaba consulta. En la segunda mitad del siglo XX, con las sucesivas reorganizaciones, a veces era el de Fageca, a veces el de Castell de Castells, y otras el de Balones o el de Quatretondeta.

En el interrogatorio que le hicieron al ayuntamiento en 1862, éste decía: “Médicos: ninguno, pero visita el que reside en Facheca. Veterinarios: Ninguno, pero visita el que reside en Balones.”

En el siglo XIX al médico se le conocía por cirujano. Muy pocos querían ser médicos de Famorca, ya que eso les suponía desplazamientos y no podían cobrar mucho dinero, pues la gente era pobre, y, además, estaban obligados a asistir a los muy pobres gratuitamente.

El médico les cobraba a los vecinos no pobres un precio estipulado. El médico también estaba obligado a acudir al reconocimiento médico de los mozos que iban a ser reclutados, por lo que cobraba del ayuntamiento. Cada muy poco tiempo quedaba la plaza vacante.

Reproduzco el acta de nombramiento del Médico Cirujano titular en 1875:
“El objeto de la sesión es para hacer el nombramiento del médico cirujano titular, para la asistencia de pobres enfermos y demás necesidades de la población y, enterados que han sido de lo expuesto por el Señor Presidente, por unanimidad, han acordado nombrar a D. Juan Bautista Martí Pons, residente en el pueblo de Benimasot, y estando éste presente, han convenido estipular las condiciones siguientes:1) El expresado D: Juan Bautista Martí Pons percibirá de los fondos municipales setenta y cinco pesetas cada año. 2) El indicado Martí, viene obligado a servir a los vecinos de gratis en dichas facultades siempre que sea necesario, y a las familias pobres (…). 3) El ayuntamiento viene obligado a entregarle a D. Ceferino Martí Martí (hijo del médico) doce cahíces de trigo, a la obligación de reformar el reparto cada año por dicho Ayuntamiento y para la recaudación le acompañarán al Martí dos individuos del Ayuntamiento, y casa suficiente gratis”

Al año siguiente, en 1876, destituyen a dicho médico “por las faltas cometidas en este pueblo”, y nombraron a D. Vicente Bou Sala, de Quatretondeta. Aparte de las faltas, aducen que no pueden pagarle los doce cahíces de trigo y las setenta y cinco pesetas anuales “en razón haberse marchado muchas personas a Argelia Francesa a buscar trabajo”. En 1877, volvieron a cambiar de médico, y se nombró a D. Joaquín Sancho Seguí, de Fageca. Al año siguiente, en 1878 se nombró al médico de Quatretondeta, pagándole únicamente 37,5 pesetas anuales.

Fueron cambiando los médicos frecuentemente. En 1899 se nombra a otro médico “con la obligación de asistir a unas diez familias pobres, según lista que al efecto se formará por el ayuntamiento, quedando éste en libertad de celebrar contratos con los demás vecinos pudientes de la población, sin que estos contratos o igualas puedan exceder en la cantidad de dos pesetas o media barchilla de trigo por cada vecino.”

Siguieron cambiando de médico con mucha frecuencia, y vemos que en 1914 cesan al médico de Gorga “por residir cerca de tres horas de esta localidad y los caminos son muy intransitables (..) y además presta un servicio muy irregular.”

Años más tarde, en 1919 se contrató a otro “con la obligación de practicar una visita semanal a los vecinos de este pueblo, aparte de las visitas de carácter oficial que puedan presentarse.”

En 1924, la Inspección Provincial de Sanidad ordena que no se anuncie la plaza de farmacéutico, encargando de este servicio al farmacéutico de Benilloba, y que sí se anuncie la plaza de veterinario titular.

En 1877 pasó un hecho curioso y vemos que el médico titular de Fageca y Famorca denunció al practicante del pueblo de Famorca: “por haber producido la muerte de José Antón y Font, vecino de Famorca, al haberle hecho cinco sangrías y haber empleado las frotaciones de aguardiente en las rodillas con baños astringentes, para curarle de viruelas.” Hay que pensar que muchos vecinos no llamaban al médico titular para no tener que pagarle, ya que la economía era escasa, y por eso intentan curarse con lo que les decía el practicante o con remedios caseros.

No se pasaba consulta en un lugar fijo como ahora, sino que el médico acudía a la casa del enfermo. Como cosa curiosa, contar que hasta hace unos años, cuando alguien quería tomarse la tensión, acudía al bar de la tía Pepa donde estaba el médico, y allí mismo en el bar, les iba tomando la tensión a los pacientes. Actualmente la consulta médica está situada en los bajos del edificio del ayuntamiento. 

ENFERMEDADES MÁS FRECUENTES

Las enfermedades eran muchas, porque las condiciones higiénicas eran pésimas. Recordemos que no había agua corriente, todos comían del mismo plato, había poca ventilación en las casas, los animales estaban dentro de la casa, la gente se lavaba poco y no se cambiaba mucho de ropa, además, se hacían las necesidades fisiológicas en el “ras” y la alimentación era escasa.

Cuando había enfermos en la casa, se les bajaba a una habitación de la planta baja. Sólo en casos graves se llamaba al médico de Fageca.

Las enfermedades más temidas eran la gripe, la peste y las viruelas. Había muchos enfermos de hígado, vesícula y riñón. Otras enfermedades comunes eran insolaciones, fracturas y había muchas picaduras de serpiente.

Es curioso leer como causa de bastantes muertes, la de “caída desde un árbol”, lo que me induce a pensar que sería una forma de encubrir muertes violentas.

Madoz, en 1845, decía que en todo el valle de Seta, “debido al clima helado y frío, había muchas pulmonías, dolores de costado, catarros e inflamaciones”. Cuando habla de Castell de Castells cita como enfermedad frecuente “calenturas pulmonares” y cuando habla de Quatretondeta cita “pulmonías y dolores reumáticos”.

En 1862, cuando solicitaban datos al ayuntamiento de Famorca y le preguntaban por las enfermedades más frecuentes, se respondía: “Pulmonía y catarros. Se producen en invierno y en verano, a causa de la intensidad de frío y de calor que tienen que sufrir los naturales, del país en sus faenas agrícolas”.

Hubo muchas epidemias a lo largo de la historia: de peste, en los años 1629-1631, 1647-1652 y en 1804; de viruela, en 1773; y de cólera, en 1833-1835. Hubo una terrible epidemia de gripe en 1918, que le llamaron de “la cucaracha” y que provocó la muerte de mucha gente.

Durante esta epidemia, los vecinos quemaban romero en la calle “para purificar el aire”. Algunos vecinos, mientras duró la epidemia, se subieron a la Noguer, y cuentan que desde arriba oían las campanadas que anunciaban los entierros.

Se creía mucho en curanderos y remedios caseros, ya que había pocas medicinas y poco dinero para pagar a médicos. A principios de siglo, hubo un curandero famoso, no sólo en Famorca sino en toda la comarca, que era el tío Batiste Alacant (Batiste Femenía Antón). Vivía en la calle Salamanca, al final, subiendo a la derecha. Era de Santa Pola, y tenía ganado en Alicante, y había aprendido a curar los huesos por habérselos curado al ganado. Sólo curaba las fracturas si no había herida abierta. Llegó a ser alcalde de Famorca (de 1920 a 1922 y de 1924 a 1930), y venía gente hasta desde Alcoy para que les viera. Una vez se rompió el brazo el médico de Fageca, el que venía al pueblo, y acudió al tío Batiste para que se lo curara. Curaba tobillos, brazos y piernas, y lo hacía apretando con los dedos poniendo los huesos en su sitio, y luego les vendaba los miembros y ponía unas cañas, un emplaste hecho con clara de huevo y vendas. También quitaba el “enfit” (empacho) dando masajes en el estómago con aceite, y luego cogía al empachado por la espalda y le pegaba dos o tres tirones fuertes hacia atrás. Nunca cobraba nada por sus curaciones.

Alguna mujer del pueblo también curaba el empacho, a esto le llamaban “trencar l´enfit”, y aunque a veces lo curaban con friegas en la barriga mientras recitaban oraciones, otras veces lo hacían con un pañuelo y lo hacían como sigue: se le hacía estar al enfermo tres días en ayunas y cada uno de los tres días se le hacía la ceremonia. Usaban un pañuelo grande, y el enfermo lo sujetaba por una punta, aguantándolo con los dedos sobre la barriga, y la curandera agarraba el pañuelo por la otra punta, estirándolo de forma que midiera exactamente tres veces la distancia entre su codo y la punta de los dedos; a continuación la curandera hacía un ritual, que, aunque podía ser diferente en algunos casos, consistía en hacer la señal de la cruz tres veces y luego tres crucecitas sobre la punta del pañuelo, y con cada cruz se iba recitando una oración o un encantamiento, y luego estiraba el pañuelo (“medía”) y volvía a repetir todo lo de las cruces dos veces más, midiendo el pañuelo al final de cada una de las series; si al estirar el pañuelo la tercera vez la punta llegaba justo a la barriga donde el enfermo tenía la otra punta del pañuelo, quería decir que la persona estaba curada; si al estirar el pañuelo la tercera vez, la punta se quedaba por encima de la barriga, pareciendo que el pañuelo se hubiera hecho más corto, quería decir que el enfermo estaba todavía “enfitado”, entonces la curandera se untaba con aceite el dedo y le hacía tres crucecitas en la barriga, y le daba unas friegas.

Había otras muchas creencias y remedios caseros. Había un “remedio” casero en caso de dolor de muelas, que era ponerse una almendra siamesa (“almel.la del quixalet”) en el bolsillo izquierdo si te dolía una muela del lado izquierdo, o en el derecho si era del otro lado, y así se aliviaba el dolor.

Para cada enfermedad o dolencia había una hierba del monte que curaba la enfermedad. Apenas había medicinas, y se empleaban sangrías incluso para cosas tan nimias como rebajar la fiebre. Se usaban bastante las cataplasmas, que eran una mezcla de harina, miga de pan, arroz, salvado, hierbas y algún otro ingrediente, todo cocido, y se calentaba y se aplicaba sobre la zona dolorida. Era muy frecuente la cataplasma de salvado y mostaza. Los piojos eran muy frecuentes, y también las pulgas y los chinches.

En Famorca, en los años veinte, se dieron seis casos de lepra, incluidos una madre y dos de sus hijas. En todos los casos, se los llevaron al sanatorio de Fontilles y allí se murieron.


En toda esta zona ha habido más leprosos que en otros sitios. A mediados y finales del siglo XIX, antes de que se abriera el sanatorio de Fontilles, a los leprosos de casi toda la provincia los llevaban a unas cuevas que hay en el Barranc de Malafí, cerca de Tollos, y allí malvivían sin apenas cuidados ni alimentos. Cuentan que, antiguamente, el pueblo de Tollos era el elegido para llevar allí a los leprosos de toda la zona. El sanatorio de Fontilles se abrió en 1909.

GUARDIA CIVIL

Hacía visitas frecuentes al pueblo, y era frecuente que se quedaran a dormir en alguna casa de las de allí. Antes de 1912 Famorca dependía del puesto de Balones, en 1912 vemos que dependía del de Benimantell, pero en 1923 ya estaban dependiendo del de Quatretondeta. Cuando hace pocos años desapareció el puesto de Quatretondeta, dependió del de Cocentaina.

TIENDAS

En el ayuntamiento se conserva un documento de 1844 en el que se refiere “la subasta del arriendo de la tienda de comestibles para el próximo año”. Esto nos hace pensar que la venta de comestibles estaba regulada por el ayuntamiento y que anualmente se subastaba, asignándose la autorización al que más dinero ofreciese.

En el interrogatorio periódico del Ayuntamiento, en el año 1860 se dice: “Tiendas de abacería: dos”. Esto nos indica que ya no se subastaba la tienda de comestibles, o que se subastaban las dos.


A principios de siglo, en la Replaceta, había una tienda que era “L´Estanc”, o “la casa de la tía Pepa”, y allí vendían tabaco y muchas más cosas, y también era bar y fonda. Abajo estaba la tienda, y el bar en la planta de arriba. En el bar se jugaba a las cartas y, a veces, se hacía incluso baile. La gente jugaba en mesas redondas, y muchas veces se sentaban en sacos llenos en vez de en sillas. En el bar se bebía mucho vino y como licor, mayoritariamente el aguardiente. También se bebía alguna vez ron, coñac y absenta. Lo normal era pedir un porrón de vino y unos cacahuetes o altramuces, y con frecuencia se jugaban la consumición a las cartas. La tienda duró hasta los años sesenta, y luego ya era solamente bar y estanco, hasta los años setenta en que cerró. En los años veinte, se vendía vino en casa de Pepe y Matilde, en lo que ahora es la casa de Etelvina. El vino procedía de Muro y de Cocentaina.

La tienda duró hasta los años sesenta, y luego ya era solamente bar y estanco, hasta los años setenta en que cerró.

Cerca de la iglesia, a principios de siglo, estaba la tienda de Lola, madre de María. Esta tienda estuvo funcionando pocos años y estaba como tienda al mismo tiempo que el estanco de la tía Pepa.

Frente a la iglesia, entre los años 1954 y 1957, aproximadamente, se abrió un bar que era el más concurrido del pueblo mientras funcionó.


En los años treinta se abrió el bar del tío Torret, en la parte de arriba de la calle del Forn. También era fonda. Este bar duró hasta los años ochenta. Cuentan que con frecuencia acudían a su bar personas pobres que estaban de paso y él les ponía un plato de comida delante, sin cobrarles nada, y les decía: “ja tens prou desgràcia amb no tindre diners”.

Dos casas más arriba también había una posada que funcionó en los años treinta. También era bar, casa de comidas y tienda. Los que se alojaban allí dejaban el mulo en la cuadra y, como no era suficientemente grande, el dueño de la posada alquiló el corral de la casa de abajo para ampliar la cuadra.

Sobre 1986 abrió el bar “Casa Pura”, que duró hasta alrededores de 2010

Cuando apareció la televisión, la pusieron en los dos bares, y siempre estaban llenos de gente que acudía allí a entretenerse viendo el nuevo invento.

Antes y después de la guerra, funcionaba una carnicería junto a la Replaceta. La llevaban el tío Peret y la tía Patrocinio, y era el mismo carnicero el que mataba los animales. Después se trasladó hasta casi enfrente del bar del tío Torret, donde estuvo hasta los años sesenta.

Hasta un poco más de mediados de siglo funcionaba una carpintería en la calle del Sol. Hacía puertas, ventanas y ataúdes, pero no hacía sillas ni mesas ni otras cosas. La madera la traía con un burrito desde Alicante.

En los años sesenta había una peluquería de caballeros encima del arco de la Volta. Antiguamente venía el barbero desde otros pueblos y se solía poner en casa de Etelvina.

Después, junto al Olmo, en la Plaza, había un local donde una o dos veces por semana venía el tío Poll de Castells a cortar el pelo o a afeitar.


De otros pueblos venían muchos vendedores a vender y a comprar las más variadas cosas. Siempre eran los mismos y venían en unas condiciones penosas. Cuando llegaban se instalaban en la Replaceta, extendían los productos en el suelo y hacían pregonar su mercancía. 

MÁS COMERCIO

En el siglo XIX el comercio que había en Famorca debía de ser importante, ya que entonces existían muchas leyes municipales reguladoras de impuestos sobre el comercio.

Había mucha miseria. En el siglo XIX se vendía el trigo que se producía y el pan que se comía estaba hecho de maíz. Hasta los años cincuenta, apenas se comían huevos, porque también se vendían para poder comprar otros alimentos.

De otros pueblos venían muchos vendedores a vender y a comprar las más variadas cosas. Siempre venían los mismos. Venían en unas condiciones penosas. Cuando venían, se ponían en la Replaceta y hacían pregonar su mercancía. 

Sobre los años treinta y cuarenta el comercio ambulante que había era más o menos como sigue:

Las “espardenyas” viejas de cáñamo, las compraba el tío Eusebi, de la Vall de la Gallinera, sobre los años veinte y treinta, y a cambio les daba altramuces. También compraba espardenyas viejas un señor de La Nucía. Las espardenyas, las venía a vender un tal Prim, de Orba.

La cera la venían a comprar varios. El más famoso era el tío Vicent d´Albaida, que vivía en Polop, y la llevaba a una fábrica de velas de Albaida.

Los huevos y las pieles de los conejos, también venían a comprarlas.

Las almendras y el aceite se vendían a gente de Benigembla, de Muro y otros sitios. En los años treinta casi todas las almendras las compraba Quico Marieta de Famorca, y algunas mujeres iban a su casa a partirlas y después él vendía las almendras peladas, sin cáscara.

Las patatas las compraban en Confrides, donde se producían muchísimas.
También venían a comprar la miel, la lana, los huevos y las pieles de los conejos.

También venía un señor de La Nucía a comprar espardenyas viejas. Con frecuencia venían a comprar la cera de las abejas, para llevarlas a una fábrica de velas de Albaida. El más famoso de los que venían a comprar cera el tío Vicent d´Albaida, que vivía en Polop.

También se vendía el carbón vegetal a gente de Cocentaina.

También venían tratantes de machos con reatas de 15 ó 20 mulos o burros, y era normal que compraran, cambiaran o vendieran alguno.

Los cerditos pequeños, los traían unos tratantes de Albatera, y cada familia compraba uno.

El pescado, lo subía un señor desde Denia, y lo traía en tres cajas, encima de una bicicleta. También lo traían desde Calpe o Altea, con un burro.

El pescado salado, lo vendía un señor de Fageca, que venía con un burro.

Las telas, y algún vestido, las traía una señora (la “robera”), desde Alcoy. En los años veinte al Estanc venía a vender ropa un matrimonio de Cocentaina

Azafrán, jabón y alguna otra cosa, en los años veinte o treinta, las traía un señor de Orxeta, al que llamaban Frasquito, e iba, de pueblo en pueblo y de casa en casa, con un burrito. También compraba cosas.

También venían a vender vajilla, y a vender pasas, y venían chatarreros y fotógrafos.

Para moler el trigo, iban a Quatretondeta, y llevaban los sacos en mulos. Alguna vez iban también al molino de Benimassot. En Castell de Castells había otro molino pero no iban casi nunca allí.

Para comprar las herramientas, caballerías y algunas cosas importantes, siempre se iba a Alcoy o a Cocentaina, especialmente a la Feria de Cocentaina, para “Todos los Santos”. Esta feria era muy visitada por la gente de todos los pueblos de la comarca, y se iba de visita allí aunque no hubiera nada que comprar. La feria se celebra en Cocentaina desde 1346.

El albardero estaba en Fageca y hacía todos los aparejos de las caballerías.

El herrero estaba en Castell de Castells y a él se acudía, aunque a veces subía y ponía herraduras a las caballerías de todo el pueblo.

Las puertas las traían en mulos. Cuentan que, a finales del siglo XIX, todos los años venía un hombre y un niño con varios mulos, a vender puertas.

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